Cuando la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Pamplona supera su ecuador, llega el momento de hacer un primer balance.
De hacer un primer balance de mis inversiones, que ya me he dejado unos euros.
Y para que se me hundan las estanterías, como dice mi padre.
La semana que viene, más.
De hacer un primer balance de mis inversiones, que ya me he dejado unos euros.
- Un clásico de Frederick Forsyth, Odessa, con sus cazanazis de los años 60.
- El fantasma de Anil, de Michael Ondaatje, este escritor de ancestros holandeses, nacido en Sri Lanka y que vive en Canadá, que maravilló con El paciente inglés. También me maravilló Kristin Scott Thomas en su versión cinematográfica.
- De todo corazón, de Andreu Martín, que se llevó un Premio Alfons el Magnànim en Valencia.
- Viene el lobo, de mi adorado autor zambiano, de cuando Zambia era Rhodesia del Norte, Wilbur Smith, ambientada en la invasión de Abisinia (Etiopía) por las tropas italianas de Mussolini en 1935.
- La clave Pinner, de Andrés Pérez Domínguez, el gran maestro sevillano de intrigas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial.
- No puede faltar Alexander McCall Smith, otro autor rhodesiano, del sur, de la actual Zimbabwe, con la novela Alegres y en compañía, de su saga sobre la primera agencia de mujeres detectives de Botswana.
- Francisco García Pavón, uno de los maestros de la novela policíaca española, con Las hermanas coloradas.
- Imprescindible Los mares del Sur, de Manuel Vázquez Montalbán.
- Retornamos como sombras, de Paco Ignacio Taibo II, que revolucionó la novela negra en castellano.
- Dicen que Michael Connelly es el number one actual de lo negro-policial, así que, para probar, me he hecho con El veredicto.
- El alquimista impaciente, de Lorenzo Silva, al que ya tenía ganas.
Y para que se me hundan las estanterías, como dice mi padre.
La semana que viene, más.