viernes, 28 de septiembre de 2012

Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Pamplona

Ver cómo una cuadrilla de operarios se afana en la Plaza del Castillo en la instalación de las casetas de la Feria del Libro Antiguo me pone. Me pone tanto como a otras personas les excita la víspera de atacar las rebajas.

Porque esos días en los que las casetas rodean el kiosko de nuestra plaza son una ocasión para mi placer. Para un placer solitario, casi masturbatorio, de tardes a primera hora, cuando hay poca gente y puedes pasar una horita manoseando libros mil veces manoseados. Y gastarte en unos pocos días un buen puñado de euros en libros más o menos nuevos, en esos libros descatalogados, que has buscado muchas veces y que nunca has encontrado y que, de repente, se aparecen ante ti, como si te hubieran estado esperando toda la vida. Y a precio de saldo, oigan.

Así que, cada tarde de estos finales de septiembre y comienzos de octubre, es muy posible que me veáis llegar a casa con una bolsica con dos o tres libros, que tal vez nunca llegue a leer, pero que serán míos.

Míos.

Para siempre.

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