miércoles, 26 de septiembre de 2012

Tu alma en la orilla

Cuando conoces a Ignacio Lloret, te apabulla, sin duda. Al menos a mí, porque es una de esas personas dueñas de un cerebro más rápido que Usain Bolt sobre el tartán, con una capacidad de expresión oral desmesurada, inteligente, erudita.

Y cuando te acercas a su obra temes que te entre una especie de estrés lector y acabes por sentirte empequeñecido.

Así que, cuando al más puro estilo cazautógrafos, le pedí que me firmara un ejemplar de Tu alma en la orilla, en la Feria del Libro del pasado junio, decidí dejar reposar su libro unos meses, hasta que llegara el otoño.

Porque ese recorrido por un puñado de playas, en las que desgrana con madurez y perspectiva una historia de amor, tiene algo de otoñal, de reposado, de cielos grises y pies descalzos sobre la arena. Relajante, en suma, con una forma de escribir que, a través de sus páginas, te lleva a mirarte a ti mismo, pausadamente, de una forma muy alejada de esa imagen de torbellino que transmite cuando hablas con él.

El tío, además de culto, es listo, y sabe manejarse juntando letras. En poco más de ciento cincuenta páginas, bordea con fundamento la poesía, el libro de viajes, el diario personal, el relato corto e, incluso, la psicología. Es un libro en el que, evidentemente, ha dejado su alma. O no, pero lo parece, y eso es lo bueno de la literatura buena.

Sé que no será un bombazo, pero sí que va a ser un libro de largo recorrido, de los que crecen con el boca a boca, o el blog a blog.

Porque es, sencillamente, acojonante.


 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Novela negra sudafricana (II)

Alexander McCall Smith no es negro ni sudafricano. ¿Qué hace aquí, pues? Tranquilidad, que hay motivos, sí, hay motivos.

El primero, Bulawayo, su lugar de nacimiento, en Zimbabwe, aunque entonces (1948) el país se llamara Rhodesia o, mejor dicho, Rhodesia del Sur, y fuera colonia británica. Pese a haber vivido mucho tiempo en Escocia, la tierra de sus ancestros, en la actualidad este profesor universitario pasa la mayor parte del año en Botswana.

Y es en este país donde Alexander ambienta su exitosa serie de novelas en torno a la primera agencia de mujeres detectives de África.

Tal vez no sea exacto clasificar estas novelas dentro del género negro, pese a su carácter policíaco o detectivesco. A mi entender, se encuentran más bien cercanas a la tradición missmarpleiana, si se me permite la etiqueta; son unas historias amables, deliciosas, que se leen con infinito placer y que retratan las vidas sencillas de gentes africanas sencillas.

De hecho, considero que, por encima de la propia trama, resultan más interesantes el carácter de Precious Ramotswe, tan orgullosa de ser una mujer de complexión tradicional, y el de los personajes que la rodean, como su compañera Mma Makutsi, su marido el señor Matekoni y los ayudantes de este en su taller mecánico.

Lo dicho, las novelas de Alexander McCall Smith constituyen un placer sencillo pero delicioso, y muy alejado de los tópicos de tramas policíacas complejas, trepidantes y llenas de acción y tiros.

Si es que hasta el propio Alexander tiene cara de buenazo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Lady Soames, última gobernadora de Rhodesia

Me anunciaba el otro día un amigo escocés, de origen papúo-neoguineano, que Londres, mientras clausura los Juegos Paralímpicos, se prepara para la celebración del nonagésimo cumpleaños de la Baronesa Soames.

Nacida el 15 de septiembre de 1922, Mary Soames, hija del Premio Nobel de Literatura y ex primer ministro británico Winston Churchill, sirvió durante la Segunda Guerra Mundial en el Servicio Voluntario Femenino, atendiendo las baterías antiaéreas que defendían Londres de los bombardeos alemanes.

En 1947 se casó con el político conservador Christopher Soames, de quien enviudó en 1987, y es Comandante de la Orden del Imperio Británico.

Su marido, Lord Soames, recibió en 1979 de la reina Isabel II uno de los nombramientos más difíciles de su carrera: el cargo de gobernador de la colonia británica de Rhodesia del Sur.

Fue ese el año en el que, fruto de los Acuerdos de Lancaster House, la República de Rhodesia perdió su independencia proclamada unilateralmente en 1965 y retornó al seno de la Corona británica. Se ponía fin de esa manera a quince años de gobierno de la minoría blanca, encabezada por su líder Ian Smith, y a una década de guerra civil.

La tarea del matrimonio Soames no fue fácil: desarmar a los distintos grupos guerrilleros y preparar al país para las primeras elecciones multirraciales y su independencia, bajo el nombre de Zimbabwe, en 1980, siendo ya primera ministra británica Margaret Thatcher.

Y fue Lord Soames quien firmó, en nombre de la Reina, el diploma de agradecimiento para el padre de Sandra Bokosa, protagonista de mi novela Beautiful Rhodesia, por sus servicios prestados a la Corona.

En el siguiente vídeo podemos observar a Lord y Lady Soames, dando la bienvenida a las autoridades internacionales que llegaron a Zimbabwe para asistir a aquella histórica proclamación de independencia.

 

martes, 4 de septiembre de 2012

Monumento a la Insumisión

Como suele ser costumbre en esta ciudad, de un día para otro aparecerá una excavadora y se llevará por delante los muros de piedra centenaria de la cárcel de la calle San Roque s/n.

Que no digo yo que haya que conservarla, ojo, ni tampoco que no, pero el caso es que me han venido a la memoria unas batallitas de abuelo Cebolleta de aquellos finales de los 80 y principios de los 90, de cuando unos cuantos centenares de jóvenes navarros entregaron su libertad a cambio de la supresión del servicio militar obligatorio, de la puta mili, vamos.

Foto de Ketari, tomada de http://ketari.nirudia.com/15887

Hoy me he acordado de ellos, y de los que en Navidades dábamos vueltas alrededor de aquel hogar provisional suyo cantando villancicos antimili ciertamente irreverentes o nos acercábamos un rato con la txaranga para animarles los Sanfermines.

Y me he acordado también de aquella última gran victoria del pueblo frente al estado.

Supongo que en estos tiempos en los que algunas voces hablan de recuperar la semana laboral de seis días no tardarán en aparecer los que aboguen por la recuperación de la mili.

Así que propongo que en ese solar, o al menos en nuestros corazones, erijamos un monumento a la Insumisión, y al sargento que lo tiren al pilón.

Hoy me siento orgulloso de vosotros, chicos, de vuestro valor y de lo mucho que os debemos, aunque tengáis, tengamos, más tripa y menos pelo.



 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Novela negra sudafricana (I)

El verano suele ser buena época para hincarle el ojo a todas esas lecturas retrasadas o recomendadas que se te han ido acumulando en la estantería.

Entre tantas sugerencias no me suelen faltar novelas islandesas, suecas o noruegas, pero uno ya está un poco cansado de nombres de calles llenos de consonantes, de nieve y de circulicos encima de la letra A.

Así que este verano, y haciendo caso de Ricardo Bosque, he cambiado de hemisferio y he saltado al cono sur africano.

La literatura sudafricana es mundialmente conocida por sus recientes premios Nobel Coetzee y Gordimer. Pero las figuras que llaman la atención de los amantes del género negro son James McClure, Deon Meyer, Roger Smith, Margie Orford y el zimbabwoescocés Alexander MacCall Smith.

James McClure nació en Pietermaritzburg en 1939 y falleció en Inglaterra en 2006. Periodista de profesión, abandonó su Sudáfrica natal como muchos otros blancos opositores al apartheid. En su exilio británico concibió a la pareja de policías formada por el afrikáner Tromp Kramer y el bantú Mickey Zondi. Policía blanco y policía negro que se dedican a investigar crímenes en la Sudáfrica de la segregación racial de los años 60 y 70.

Aparte de las elaboradas tramas, del ritmo y originalidad de su prosa (rondando a veces lo sobrenatural), sus novelas conforman una fotografía fiel de aquel régimen político que clasificaba a las personas según su color de piel, un régimen obsesionado por la diferencia, no solo entre blancos y negros, sino entre xhosas y zulúes, entre mestizos e indios, entre boérs e ingleses. Así, McClure no duda en retratar con fidelidad los contrastes dentro de la propia minoría blanca, con una población afrikáner rural, algo bruta, ferviente seguidora de la Iglesia Luterana Reformada Holandesa, autoencomendada con la sagrada tarea de civilizar el sur de África, y una población anglófona, intelectual y urbana, y tan racista como los viejos boérs.

Aun así, por encima de los odios raciales, McClure consigue establecer un vínculo de complicidad y camaradería entre Kramer y su cafre Zondi, conformando una de las mejores parejas negroliterarias con las que me he encontrado nunca.

Actualmente, están disponibles en castellano La Canción del Perro (Ed. Reino de Cordelia), última novela escrita por McClure pero en cierto modo la primera de la saga, y la excelente y descarnada El leopardo de la medianoche (Ed. Funambulista). Ambas, por supuesto, más que recomendables para amantes del etnothriller.

 

viernes, 10 de agosto de 2012

Las chicas de oro de Zimbabwe

A punto ya de clausurarse los Juegos Olímpicos de Londres, es hora de hacer balances. Cuando aún quedan varias pruebas por disputarse, las esperanzas del Comité Olímpico de Zimbabwe residen exclusivamente ya en las piernas de sus maratonianos.

La nadadora Kirsty Coventry consiguió colarse una vez más en varias finales, pero esta vez no pudo llevarse medallas. Pero ahí ha estado ella, liderando la natación femenina africana y animando al resto de deportistas de su país.

Lejos quedan ya aquellos Juegos Olímpicos de Moscú, en 1980, los primeros en los que participó Zimbabwe y en los que no pudo tener mejor estreno que la medalla de oro que obtuvieron las chicas de hockey sobre hierba, el mayor hito de la historia deportiva de su país hasta la irrupción de la nadadora de Harare. En este vídeo, a partir del segundo 30, podéis ver algunas imágenes de la hazaña de las jugadoras africanas.



Y ya que hablamos de la participación de Zimbabwe, es conveniente recordar la actuación olímpica de Rhodesia. Como colonia británica con comité olímpico propio, tomó parte en los juegos de Amsterdam 1928, Roma 1960 y Tokio 1964. Tras la declaración unilateral de independencia por parte de la comunidad blanca del país en 1965, no participaron en los de México 1968.

Su retorno a los juegos estaba previsto para Munich 1972, su equipo preparado y listo para viajar a Alemania. Pero la amenaza de boicot de sus vecinos africanos, llevó al COI a excluir a Rhodesia de los juegos.


Y ya nunca volvería, hasta que el nuevo Zimbabwe multirracial viajó a Moscú en 1980 para que sus chicas de oro se llevaran el título del hockey.

martes, 7 de agosto de 2012

Herederos del paraíso

Por estas fechas, muchas personas me piden que les sugiera novelas para el verano, que en esta época tienen tiempo para leer. ¿Qué pasa, que en invierno no comen ni duermen? ¿Solo se puede leer en verano? En fin, que me desmando y lo que quiero es hablar de otra cosa.

Como sé que a mucha gente le va la novela de intriga, con toques de historia y arte, hoy voy a recomendar una novela, navarra por supuesto, de J.L. Martín Nogales, Herederos del paraíso, que me he merendado entre lanzamientos de jabalina, triples de Kobe Bryant y cagadas de la selección española olímpica de fútbol.

Martín Nogales maneja el lenguaje de forma impecable y aparentemente sencilla, sabiendo dotar a su novela del ritmo que todo buen thriller requiere.
En el turbulento Madrid de comienzos de 1981, entre atentados de ETA, golpes de estado y manifestaciones ultraderechistas, el autor nos sumerge en una historia ágil en torno al robo de un objeto artístico del Palacio Real. Combinando ingredientes tan propios del género como el policía desencantado, la atractiva experta en arte y los oscuros intereses políticos, Martín Nogales establece un más que interesante paralelismo entre el declinar de los Austrias encarnado en Felipe IV y la restauración borbónica en la persona de Juan Carlos I (no deja de sorprender la coincidencia en el tiempo con los líos tan de actualidad en la monarquía española).

Herederos del paraíso es, pues, una novela adictiva, de ésas de las que cuesta desprenderse y que hará pasar un buen rato a quien se acerque a ella. Y con el añadido de una excelente ambientación en dos épocas tan apasionantes como la del Conde Duque de Olivares y la Transición española.

lunes, 30 de julio de 2012

Comité Olímpico de Zimbabwe

Ya estamos inmersos en los Juegos Olímpicos de Londres y yo, como siempre, pegado a la tele y al ordenador para intentar ver todo. Y cuando digo todo, digo todo.

El viernes vi la ceremonia inaugural a medias, en la que presté mi mayor atención al desfile de las delegaciones, que es algo que me encanta. Supone todo un repaso a los conocimientos que uno pueda tener sobre geografía humana y política.
Como suele ser tradicional, Zimbabwe fue el penúltimo equipo en desfilar. Encabezados por su abanderada, la doble campeona olímpica Kirsty Coventry, presentan ocho deportistas. Su máxima esperanza se centra una vez más en la piscina, donde Kirsty aspira a conseguir alguna medalla en el final de su carrera (ya tiene siete tras su participación en Atenas y Pekín). Con la duda sobre la participación del triatleta Chris Felgate, que siempre entra en las quinielas de favoritos en su prueba, el equipo se completa con dos representantes en remo, Micheen Thornicroft y James Fraser-McKenzie, y cuatro atletas, Wirimai Juwawo, Cuhtbert Nyasango, Ngonidzashe Makusha y Sharon Tavengwa.

martes, 24 de julio de 2012

Ignacio del Valle

Hace algún tiempo intercambié con Eduardo Laporte una serie de twits, tuits o como se escriba, sobre novelas de playa y novelas de sofá, sobre novelas livianas, aptas para ser leídas en cualquier parte, y novelas que requieren una cierta concentración para su lectura. Para mi asombro, Eduardo defendía su capacidad para el disfrute de la literatura en la playa, aunque algún cuerpo humano con determinadas características pudiera llegar a distraerle fugazmente.

A mi juicio, existe un ambiente menos propicio aún para la lectura, como es el de un hospital, un ambiente que me ha tocado vivir recientemente. Y oigan, hay que ser muy hábil escribiendo para captar la atención de un lector que se encuentra en semejante ambiente, con personal médico, de enfermería, pastillas, oxígenos, visitas, análisis y tubos por todas partes.

En una de esas jornadas sanitarias abrí El tiempo de los emperadores 
extraños, de Ignacio del Valle. Había oído hablar de sus obras, de Silencio en la nieve, peli basada en esta novela protagonizada por Juan Diego Botto y Carmelo Gómez, contaba con referencias excelentes y hasta me había convertido en seguidor suyo en ese chisme llamado Twitter.

Más de una vez he leído las quejas de Andrés Pérez Domínguez sobre un cierto desprestigio que acompaña a las novelas de nazis. La de Ignacio del Valle también juega con este elemento, y tanto a él como a Andrés puedo decirles que no se preocupen, que si siguen siendo capaces de escribir así de bien, no habrá crítico con la jeta suficiente para dejar sus novelas en mal lugar.

Porque El tiempo de los emperadores extraños no es solo un thriller trepidante, excelentemente ambientado en las andanzas de la División Azul en las estepas heladas que rodeaban Leningrado a finales de 1943; no es solo la historia de un asesino en serie, una novela de venganzas y rencores, sino que también es un alarde de técnica narrativa, sabiamente equilibrada en el fondo y en la forma, y que consigue atrapar tu alma aunque la tengas distraída por la salud de la mujer que te trajo al mundo.

Gracias, pues, Ignacio, por los ratos que me has hecho pasar, y me apunto a seguir con entusiasmo el resto de tu carrera literaria.


martes, 3 de julio de 2012

Un balcón a la Estafeta

Vivir en la calle más famosa del mundo tiene su cosa.

Sobre todo si tienes en cuenta las dificultades que se te presentan determinados días del año cuando quieres bajar a la calle a las ocho de la mañana.

Bueno, al grano, que como durante unos días voy a olvidarme de teclas, libros y tecnologías, quería desearos que paséis unos días muy felices, tanto si estáis aquí como allá.

Yo, de vez en cuando, me asomaré a la Estafeta, a ver el encierro y alguna otra cosilla que pase por aquí abajo. Si me pilla en casa, claro.

Pues eso, que ya falta menos pa San Fermín...

martes, 26 de junio de 2012

Carlos Erice Azanza, ¿escritor maldito?

En 2010, gané el X Concurso de Relato Breve del Ayuntamiento de Pamplona, aquel año dedicado al Camino de Santiago, con Los croissants saben más ricos si los mojas en el café. No hubo undécima edición.

A finales de ese año, me llevé el MostrARTEnavarra, modalidad de literatura, con El Pasadizo. En 2011 la literatura fue sustituida por una categoría audiovisual. Afortunadamente, este certamen aún sigue vivo.

En 2011, en Granada me concedieron el IV Premio Paso del Estrecho, por Compro oro. Este año, la organización se ha visto tristemente obligada a no emitir fallo alguno debido a que les han retirado los fondos que financiaban el concurso.

¿Entendéis ahora, queridos amiguitos y amiguitas, por qué no he ganado nada en 2012?

Los jurados de concursos literarios me temen.

Es triste que tu nombre sea el que cierre el palmarés de esos certámenes.

Pero mejor tomárselo a chufla.

Y desear larga vida al próximo que me premie, si se atreve.

lunes, 25 de junio de 2012

Blues y otros cuentos

Aunque he ganado unos cuantos certámenes de cuentos, he de reconocer que no me siento demasiado cómodo en el género. Ni escribiendo ni leyéndolos.

Soy contradictorio, ¿verdad? Pues sí, aunque esperemos que esto no lo lea ningún jurado.

En fin, hace ya un tiempo, Alf Etxarte, cocinero, fotógrafo, escritor, mendigoizale, superviviente, actor y muchas cosas más, me prestó Blues y otros cuentos, un libro de relatos que su hermano, el poeta navarro afincado en Madrid Iñaki Echarte Vidarte publicó hace algo más de dos años con Ediciones Baile del Sol.

Como comentaba, no suelo frecuentar el género, al menos como lector, y como autor lo hago de forma bastante esporádica.

Por eso, uno de los aspectos que más me llama la atención de los libros de cuentos que pasan por mis manos es la capacidad de sus autores de dar a sus libros unidad, aunque sus páginas recojan un mogollón de historias independientes y aparentemente inconexas.

Y, sin duda, Blues y otros cuentos logra este objetivo con aplomo y rotundidad. Apoyándose en sus filias y sus fobias, en sus recuerdos y en sus sueños, Iñaki nos ofrece un libro íntimo, muy suyo y, consiguiendo, a mi juicio, una voz propia, ese grial que tanto buscamos los aspirantes a escritor.

A Iñaki se le nota su vena poética a la hora de mezclar palabras y jugar con los estilos, ofreciéndonos desde relatos de corte clásico a otros más avanzados y experimentales. Y siempre consigue con naturalidad y aparente sencillez superar esa sensación que queda al leer determinados libros de cuentos, que no son más que meras recopilaciones.

Porque el mayor mérito del libro Iñaki es precisamente ése, el de ser un verdadero libro.

De relatos, por supuesto.

martes, 12 de junio de 2012

Premio Paso del Estrecho

He visto con pena que el Premio Paso del Estrecho, que el año pasado tuve la fortuna de ganar, suspende el fallo de este año por no disponer de fondos para la dotación de los ganadores. Es ésta una decisión triste y dolorosa, pero entiendo que, sobre todo, honesta y valiente.

Hace ya tiempo que sabemos que en tiempos de crisis la primera víctima es la cultura y aquí tenemos una prueba más.

Así que, aunque no les sirva de nada en este momento de desconsuelo, mando un fuerte abrazo a toda esa gente entusiasta de Granada que durante estos años ha sacado este concurso adelante, único en su género, que reunía relatos de ambas orillas del Meditérraneo, en árabe y castellano.

Ojalá el año que viene puedan volver a convocarlo.

Como homenaje, reconocimiento y agradecimiento, os dejo este Compro oro que tuvieron a bien premiar en 2011.

El año pasado, en Granada (foto Marian Barnés)


Compro oro

Separación.

Dicen que es sinónimo de fracaso, de derrota, la consecuencia fatal e irremediable del enfriamiento, del distanciamiento, de la crisis. No tengo ni idea. Será. Si lo dicen, será.

En mi caso se trata, sobre todo, de dolor, de dolor por la pérdida, por la ausencia, la de él y la de los niños. Y culpa, muchísimo sentimiento de culpa. Un vacío inmenso y anhelante, un hueco que apenas se me llena en los días que me toca estar con ellos. En mi pisillo de alquiler, en mi corazón, en mis obligaciones. Cuando viven conmigo parece como si sólo estuvieran de paso.

Y es que solo están de paso.

Poca agua para tantísima sed. Y despedirles hasta la siguiente no hace otra cosa más que confirmar esa sensación de mierda y pena que me quema, que me ahoga.

Que te vuelques en el trabajo, recomiendan. Haz lo que mejor sabes hacer, que te sale muy bien y encima te encanta, so cabrona, me dice mi agente. No sabes lo afortunada que eres.

Tirar hacia delante, sí.

No me queda, pues, más remedio que intentarlo. Y me pongo, sin ilusión ni ganas, pero me pongo. Y desempolvo aquella vieja historia que me asaltó cuando escribía la tercera novela. En mi cabeza tengo más que suficiente para arrancar ya, será la sexta, aunque él no esté en pijama para revisarla cada noche, para corregirla, para criticarla y, siempre, para sacarme de quicio.

Tendrás que hacerlo sola. Tú sola.

También te aconsejan viajar, separarte un tiempo de los lugares que te huelen a él, que te huelen a ellos. El nuevo libro es una buena excusa.

Documéntate, me anima mi agente. Investiga. Aprende. Mueve el culo. Qué testaruda es la tía, no se cansa, cómo insiste.

En fin.

Que ya tengo destino.

Orán, está claro.

En busca de ese Orán francés, levantino, árabe y bereber de los años 50 donde quieres mover a tus personajes. O donde ellos te van a mover a ti.

La pena es que, tras varios días de turismo desubicado, aterrizas en Madrid decepcionada, triste y vacía por no haber sabido encontrar lo que habías ido a buscar. Por no haberte topado con esas heladerías valencianas, con esos zapateros o mecánicos menorquines en alpargatas, con la plaza de toros de Les Arènes a rebosar antes de una corrida, con los anuncios de Ricard pintados por las paredes de los zocos o con las parejas de gendarmes franceses patrullando las aceras. No. Todo eso quedó atrás hace ya cincuenta años, en las fotografías en blanco y negro y en las pelis de Pépé le Moko.

En Barajas, tiempo justo para un café rápido antes de seguir volando hacia el norte, hacia esas calles familiares, heladas, quién sabe si nevadas y que, pese a las luces, las castañas asadas y a los villancicos, permanecerán oscuras, frías y silenciosas ante mí, que temo encontrarle, que temo encontrarles, al doblar cada esquina.

—¿Por qué no lo intentas en Melilla? —me sugiere mi agente en la cafetería de la T4—. Es posible que allí encuentres la atmósfera que tu libro busca.

Qué lista es y qué bien se lo monta. No sé si realmente se preocupa por el bien de mi novela (y el de su cuenta corriente, claro) o realmente se mete en el papel de amiga leal que quiere alejarme de la ciudad que me va a amargar las Navidades. Y se levanta, toma mi billete y lo cambia con una sonrisa en el mostrador de Iberia. Que no me preocupe por la ropa, que vaya directa al Hotel Melilla Puerto. Que tiene servicio de lavandería y plancha. Y vistas al puerto deportivo y a la playa de San Lorenzo. Y el clima no es muy distinto del de Orán.

Por eso estoy aquí, unos pocos días antes de Nochebuena, sentadita en la terraza del Café Palace, viendo pasar a la gente.

Una terraza en Navidad.

Qué paradoja. Allí arriba iría por la calle con los cuellos del abrigo subidos hasta las orejas y el gorro hundido hasta los hombros. La bufanda y los guantes. Pero aquí no porque, aunque se note el fresquito cuando acaba la tarde, toca gin tonic mientras me entrego a mi viejo vicio de ver a la gente pasar. De todas las razas, colores, naciones y religiones. Como mi Orán de novela. Ricos y pobres. Europeos y africanos. Trajes de ejecutivo con móvil pegado a la oreja, mujeres elegantes con sus bolsas repletas de compras navideñas, universitarios que regresan de la Península para pasar las vacaciones.

Y entre todos surge ella, plantada junto a una acacia, su cartel negro y amarillo colgándole a la vez sobre pecho y espalda.

Compro oro.

Pago más.

Una dirección y un número de teléfono.

Es una cría, no llegará a los dieciocho, ojos grandes, despiertos, negros como su pelo. También entrega folletos a los que pasan a su lado. Se va a pegar junto a la acacia las dos horas largas que necesito para beberme los tres gin tonics de antes de cenar. Mientras espero la cuenta, la veo marcharse, abrigada por los dos carteles. La imagino avanzar por la avenida de la Duquesa de la Victoria, entre los ejecutivos con móvil, las señoras con bolsas y los universitarios de vacaciones, borrachos ya. Y también entre hombres de bigote y tez morena con chilaba y mujeres tocadas con hiyab. Todos irán como con prisas, bajo las luces de las estrellitas y los papanoeles, de los trineos y los abetos, de las farolas y los semáforos. Mucho tráfico, mucho humo y mucha bocina.

Se perderá por El Mantelete y sus callejuelas. Serán casi las siete y media y Abraham estará a punto de cerrar.

—Hola, Dunia.

—Hola, señor Abraham.

El señor Abraham clasificará a esas horas las adquisiciones del día. Contará el dinero que haya entrado en la caja registradora, recogerá amable los carteles y los folletos sobrantes de manos de Dunia, apagará las luces, girará el letrerito de ABIERTO, se despedirá de ella con esa sonrisa de abuelo que no es y bajará la persiana metálica. Dentro, a oscuras, dormirán alhajas, broches, pendientes, anillos, diademas, monedas antiguas, alfileres, pulseras, gargantillas, aretes, pasadores, botones y gemelos. Recuerdos, recuerdos de familias de uno y otro lado de la valla, y que la crisis ha barrido como el viento de poniente en mitad de verano.

Cenas cordero con miel en la tasca que te recomendó tu agente. Delicioso. ¿Cómo cojones se enteró ella de este sitio? ¿Con quién lo probó? Da igual. No eres tan cotilla como otras. Como ella. Saboreas el té verde y cierras los ojos y te corretean los personajes de papel por el Orán francés donde se mezclan la voz de Aznavour, las coplas de Juanita Reina y las llamadas del muecín desde el minarete. Pero hoy piensas más en personajes de carne y ojos, en esa Dunia que cenará al otro lado de la frontera un cuscús sin cordero ni pollo, rodeada de hermanos pequeños, cuidando de un padre enfermo y de una madre cansada de vivir. En una Dunia que madrugará para intentar pasar algún bulto de contrabando a Beni-Enzar y que volverá a la tienda del señor Abraham poco después de las diez, a recoger su mochila llena de folletos y colgarse los carteles, al pecho y a la espalda. En una Dunia que va a pasar la mañana de guardia junto a la acacia de al lado del Café Palace, a la que querrías invitar a comer para que confirmase tu historia fabulada aunque no te atreverás, por tu miedo a ofender su dignidad. O, más bien, por tu miedo a odiarte en tu opulencia de hipócrita señorona rica del primer mundo. Sabes, también, que ha ido ahorrando estos días pasados. Y que, cuando vaya a hacer su descanso de mediodía, se pasará por la administración de lotería de Pablo Vallesca, 11, cerca de la plaza de España, donde se dejará veinte euros. Mañana puede tocarle el Gordo.

La vas a volver a ver junto a la acacia mientras te entregas al festival vespertino de gin tonics. Por un momento sus ojos marroquíes te recuerdan a los de esos niños del norte, esos ojos que amas, cuya ausencia en Nochebuena te hará insufrible la espera hasta esa Nochevieja que nunca llega.

Cuando sean poco más de las siete Dunia volverá a ponerse en marcha hacia la tienda del señor Abraham. Le verá arquear la caja y clasificar las joyas llegadas ese día. Tras cobrar más de lo acordado le devolverá agradecida los folletos sobrantes y sus ojos enormes se abrirán aún más. Ahí sorprenderá, limpio y brillante, ese cofrecito tan familiar, el de su madre, que guarda las joyas que lució en su boda, y que las lució la abuela en la suya, y la bisabuela, y la madre de la bisabuela.

Angustiada, Dunia se acostará esa noche en su colchón compartido aferrada a su décimo de lotería.

Si esto fuera un cuento de Navidad, al mediodía siguiente decenas de habitantes del barrio del Polígono celebrarían su suerte ante las cámaras del Telediario.

Si esto fuera un cuento de Navidad, Dunia acudiría a la tienda del señor Abraham y recuperaría las joyas de su madre, de su abuela, de su bisabuela y de la madre de su bisabuela.

Si esto fuera un cuento de Navidad, Dunia tendría papeles, como los que me dieron a mí cuando huí de la dictadura argentina a comienzos de los 80. 

Y si esto fuera un cuento de Navidad, yo me dejaría el último gin tonic sin tocar, volaría hacia el norte y me reuniría con él. 

Y con mis hijos.

En casa.

En Nochebuena.

viernes, 8 de junio de 2012

Los fantasmas de Kolmannskuppe

Andaba esta tarde haciendo zapping, a la caza de algún canal en el que ver la ceremonia inaugural de la Eurocopa 2012 de Polonia y Ucrania cuando me he encontrado un programa horroroso sobre una vieja conocida, Kolmannskuppe.

Es éste el nombre alemán de una ciudad fantasma en el desierto del Namib, en Namibia. Fundada a comienzos del siglo XX por colonos alemanes, fue territorio dependiente del II Reich del kaiser Guillermo hasta su ocupación por fuerzas sudafricanas en 1915, en el curso de la Primera Guerra Mundial.

Residencia de Hans Horlein, gerente de la mina de diamantes


Digo que Kolmannskuppe (o Kolmanskop en afrikaans) es una vieja conocida porque redacté algunas localizaciones para Beautiful Rhodesia en ese escenario. Al final no las incluí en la novela, aunque en ella sí se mencionan las aventuras de los mineros alemanes cazadores de diamantes y de los nativos, prácticamente esclavizados, de las etnias nama y herero.

Un siglo después de su época de esplendor, Kolmannskuppe es una ciudad fantasma, invadida por las dunas del desierto.

En el programa que he visto hoy, una cuadrilla de yankis descebrados buscaba presencias paranormales en los edificios abandonados.

Sí os dejo, en cambio, este interesantísimo vídeo en el que, pese a la arena, parece que de cualquier esquina te va a salir un alemán namibio de la época con sus bigotones y su cerveza.

Igual es eso lo que buscaban los cazafantasmas americanos del programita.

viernes, 1 de junio de 2012

Feria del Libro de Pamplona

Sí, de acuerdo, la que se lleva titulares, reportajes y twitters estos días es la de Madrid, pero la mía, la nuestra, es la que me coge a cien metros de casa, en la Plaza del Castillo.

Hoy se ha inaugurado y la tendremos rodeando el kiosko hasta el domingo 10 de junio. Durante estos días, once librerías de Pamplona montan su puesto y muchas otras aplicarán también en sus locales su 10% de descuento en lo que les compres. No lo dudes, aprovecha, compra, que en estos tiempos en los que parece que los que van a cerrar son los bancos, que no nos cierren las librerías, que seguro que lo tienen bastante más complicado.

Casetas en la Plaza del Castillo (foto Javier Bergasa - Diario de Noticias)

La Feria del Libro es también la ocasión para que la literatura navarra asome un poco la patita, para que se vea, para que nuestro vecindario sepa que aquí también se escribe. Firmarán libros o presentarán los suyos gente como César Oroz, Mikel Zuza, Javier Rey, Txema Iriarte, Reyes Calderón, José Luis Martín-Nogales, Iurgi Sarasa, Juan Luis Landa, Joxerra Bustillo, Margarita Leoz, Iñaki Otazu Elcano, Jon Arretxe, Clemente Bernard, Mikel Itulain, Iñaki Sagredo, Begoña Labayen, Eugenio Arraiza, José Luis Allo, S. Elso, J. Calvo, P. Etxarri, Laura Pérez de Larraya, Jokin Azketa, Juan Iribas, Ignacio Lloret, Amaya Ascunce, Mikel Mendibil, Aitzol Lasa y, aunque desgraciadamente no físicamente pero sí a través de sus obras, José Mª Jimeno Jurío. Y, finalmente, a última hora y mientras Casillas ande parándoles penaltis a los italianos, se colará un tal Carlos Erice Azanza, único autor navarro ganador de un premio de novela en 2011, con su Beautiful Rhodesia a cuestas.

Por otro lado, también participaré en la recopilación de textos de Palabras contra la guerra del 6 de junio, con Patxi Irurzun y gente de varios clubes de lectura.

Ojeando el programa, y como no podía ser de otra manera, este año adquieren gran presencia las obras relativas al V Centenario de la Conquista de Navarra.

Así que larga vida al libro (navarro).

jueves, 31 de mayo de 2012

Palmeras en la nieve

No os voy a descubrir ahora mi afición por los temas africanos y por intentar leer cualquier novela o ver cualquier peli relacionada con nuestros vecinos del sur.

Hace unas semanas, en Onda Melodía, entrevistaron a Clara Sánchez y después a mí. Y, a continuación, tuve la oportunidad de conocer telefónica o radiofónicamente (o de ambas maneras a la vez) a Luz Gabás.

Como yo, Luz ha mirado a África para escribir su primera novela. En su caso, a Guinea Ecuatorial, primero colonia, después provincia española y, desde octubre de 1968, estado independiente.

Mis últimas experiencias con novelas españolas ambientadas en África no habían sido demasiado buenas. En algunos casos, me dieron la impresión de que, sobre un manuscrito original, el autor o autora se había visto obligado a prolongar artificialmente la historia hasta alcanzar las 700 u 800 páginas que parece que necesitan ciertas editoriales para apostar por un libro.

Con esa prevención inicié la lectura de Palmeras en la nieve. Una prosa rápida, muy visual, con una historia que mezcla las realidades tantas veces contrapuestas de colonos y colonizados, me atrapó eficazmente.

Amor, aventuras, racismo y represión del emergente nacionalismo ecuatoguineano se unen al dolor y la nostalgia de aquellos españoles que se vieron obligados a abandonar precipitadamente su tierra africana. Luz Gabás hace girar la novela en torno a un tema oculto durante décadas, como es el de las relaciones sexuales y amorosas entre europeos y nativos y, aunque en algunos momentos se acerca peligrosamente al culebrón, sabe alejarse de ese riesgo airosamente.

Así que, si os apetece pasar un poco de calor húmedo, poneos el salacot y preparaos a oler a cacao.

Yo me lo pasé pipa.

Guardia Civil en Santa Isabel (Malabo). Años 60

lunes, 28 de mayo de 2012

IV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

Un año más me ha tocado. A mediados de junio me enfrentaré a unos cuantos microrrelatos sanfermineros con la difícil misión de elegir un ganador, que no tiene por qué ser siempre el mejor.

Se trata sin duda de una tarea divertida, que conjuga dos de mis pasiones, la literatura y los Sanfermines. Y es una ocasión estupenda para reencontrarme con los otros miembros del jurado, José Luis Allo, Patxi Irurzun y Eduardo Laporte, éste último desde lejos pero tecnológicamente cercano.

Desde aquí mi enhorabuena y agradecimiento a blogsanfermin.com, por seguir adelante con esta iniciativa literariosanferminera, enhorabuena extensible también al patrocinador, Bodegas Príncipe de Viana, y al resto de colaboradores, Conservas La Catedral, Castuera, Villa Mc Luhan y el Ayuntamiento de Pamplona.

Os quedan poco más de tres días, hasta las 12 de la noche del 31 de mayo, hora de la península Ibérica, para preparar vuestro relato, de menos de 204 palabras, sobre las mejores fiestas del mundo.

Y el 15 de junio veremos quién gana.

¡Mucha suerte!

jueves, 24 de mayo de 2012

Relatos Coca Cola

Hace muchos, muchísimos años, cuando granos y bigote amenazaban mi cara de crío triste, mi cole me seleccionó para participar en el, aquel entonces llamado, Concurso de Redacción de Coca Cola.

En los institutos de la plaza de la Cruz, nunca he tenido claro si en el Ximénez de Rada o en el Príncipe de Viana, nos juntaron a una cuadrilla de adolescentes a los que se nos suponían ciertas habilidades para componer historietas.

Recuerdo que, en el aula en la que estaba yo, entró un adulto, abrió un sobre y escribió en la pizarra el tema sobre el que debíamos escribir nuestras redacciones.

La Juventud.

Toma ya.

Uno, que ya entonces se apuntaba a lo de la literatura transgresora, trazó un relatillo, puro diálogo, sobre un grupo de chavales que, culo en el respaldo de un banco y pies en el asiento, probaban sus primeras litronas y ducados y compartían sus, también, primeras y descorazonadoras experiencias con las tías.

Y, evidentemente, como en tantos otros concursos después, fracasé.

Ganó un pastelazo sobre los valores y virtudes de la juventud, un panfleto almibarado que posiblemente haya convertido a su autor o autora en eficiente redactor de discursos para políticos.


Alba Matías (foto Diario de Noticias)

El otro día vi en el Noticias que el concurso sigue, que ya han participado 10 millones de aspirantes a escritor a lo largo de sus más de cincuenta años de trayectoria y que la fase navarra la había ganado una chavalita, Alba Matías, con un relato titulado Mi vida en pintura. Como premio, podrá disfrutar de un viaje a Amsterdam.

Me gusta que haya jóvenes que imaginen historias y sepan contarlas. Así que, Alba, mucha suerte. Ojalá que, con el tiempo, si tu sueño es seguir escribiendo, llegues a publicar las que nazcan de tu imaginación.

Yo lo conseguí a los 40.

lunes, 21 de mayo de 2012

Horst Faas

Hace unos pocos días murió Horst Faas. El nombre de este fotoperiodista de raza no nos dice mucho, pero si recordamos las imágenes de dos de los fotógrafos que coordinaba cuando dirigía la agencia AP durante la guerra de Vietnam, seremos conscientes de la influencia de su trabajo en el devenir de la historia del siglo XX.

Nick Ut / Associated Press

Eddie Adams / Associated Press

Hay quien afirma que estas dos fotos, ambas galardonadas con el Premio Pulitzer, hicieron más por derrotar al ejército americano que el propio Vietcong.

jueves, 17 de mayo de 2012

La última de Bardem

No ha rodado con Penélope Cruz ni encarna al malvado en la de James Bond. La última de Javier Bardem es Hijos de las nubes. La última colonia, un documental producido por él y dirigido por Álvaro Longoria.

En esta peli, narrada por Elena Anaya, el actor nos acerca a la realidad del pueblo saharaui, casi cuarenta años desterrado en medio de la nada, en los campamentos de Tinduf, desde que su país fuera entregado por España y ocupado por Marruecos entre finales de 1975 y comienzos de 1976.
Ha sido premiada en el festival del Sahara y mañana, 18 de mayo, se estrena en cines. Al hilo de la situación actual en los países árabes en general y en el Magreb en particular, el director, de la mano de Bardem, nos guía por los tejemanejes diplomáticos y politiqueros que hacen que este pueblo continúe así, esperando, quién sabe si que con una nueva guerra a la vuelta de la esquina.

Sin estrenarse, algunos no han tardado en criticarla debido, precisamente, a la presencia de Bardem. Él afirma que le da igual, mientras se siga hablando del conflicto y no caiga en el olvido.

La que sí me ha causa cierta estupefacción ha sido alguna sinopsis que he leído por ahí, en la que dice que la película recuerda los tiempos idílicos de la presencia colonial española en el Sahara. No sé si será cierto, pero a quien así opine habrá que recordarle los sucesos de Zemla en junio de 1970, cuando siete manifestantes saharauis murieron bajo las balas de los legionarios españoles, así como la desaparición nunca aclarada, a manos de las autoridades coloniales, de Mohamed Basiri, líder nacionalista del movimiento que tres años más tarde se convirtiría en el Frente Polisario.

Yo, por si acaso, quiero ir a verla, con la esperanza de que algún día el pueblo saharaui pueda darle la vuelta, por fin, a su bandera.


sábado, 12 de mayo de 2012

Grita Libertad (Cry Freedom)

Hubo un tiempo en el que los granos amenazaban mi cara y los guetos sudafricanos copaban la actualidad de la sección internacional del Diario de Navarra. Uno, tres, diez, quince, eran los sudafricanos negros muertos que cada día anunciaban los titulares. Y pocas eran las víctimas que alcanzaban la mayoría de edad.

Hoy hemos olvidado aquel horror. Incluso ellos lo han olvidado o, al menos, lo han intentado, tanto víctimas como verdugos.

Ayer, en un intento por recuperar mi inglés oxidado, vi Cry Freedom, Grita Libertad, la peli espléndida de Richard Attenboroug, autor también de Gandhi, ya comentada en este blog.

Y no alcanzo a comprender, aunque admiro, el éxito del proceso de reconciliación que ha vivido ese país. Porque, aunque el estatus económico les siga separando, Sudáfrica es ya, al menos, un país gobernado a golpe de voto, y no a golpe de color de piel.

Quizás, algún día, en este rinconcito entre el Ebro y el Adour, consigamos un día entendernos o, al menos, soportarnos.

Para tomar nota y no perpetuar tantos tiempos de odio, aquí os dejo el trailer de la peli protagonizada por Kevin Kline y Denzel Washington.

Que, por cierto, y curiosamente, fue rodada en el Zimbabwe post-rhodesiano.








martes, 8 de mayo de 2012

8 de mayo de 1945

Tal día como hoy, hace sesenta y siete años, acabó oficialmente la Segunda Guerra Mundial en Europa.

A partir de tal fecha, los cientos de soldados rhodesianos alistados en las fuerzas armadas británicas iniciaron sus planes de retorno a casa. Sus compatriotas en Birmania aún combatirían durante unos meses más, hasta que los americanos bombardearan Hiroshima y Nagasaki en agosto.

Soldados rhodesianos, Italia, 1944

Es en ese momento, tras haber luchado en la frontera de Kenia con Abisinia, en Egipto, en Libia, en Túnez, en los cielos de Inglaterra y en las playas y los montes de Italia, cuando muchos africanos blancos comenzaron a observar a sus antiguos enemigos como posibles aliados en sus planes de lucha contra el comunismo en sus tierras de Rhodesia, Namibia y Sudáfrica.

Algo así debió de pensar Terry Spears, ya ascendido a capitán, cuando se entrevistó con un oficial de la Luftwaffe a las afueras de Nápoles, en aquel incipiente verano de 1945.

lunes, 7 de mayo de 2012

El círculo alquímico

Lo confieso. Hace muchos, muchísimos años, fui un friki de las novelas esotéricas. Devoraba a toda pastilla cualquier libro que tuviera que ver con templarios, santos griales, conspiraciones vaticanas y mensajes ocultos en pirámides o cuadros misteriosos. Recuerdo, por ejemplo, cuánto me enganché de adolescente a Philipp Vandenberg y La conjura sixtina o, incluso a El péndulo de Foucault de Umberto Eco.
Hasta que llegó el boom del decepcionante Dan Brown con El Código Da Vinci y me alejé del género, yo pensaba que para siempre.

Pero como la tentación vive ahí arriba, o ahí fuera, no he sabido resistirme a catar El círculo alquímico, de mi colega de editorial Paco Gómez Escribano.

Tal cual.

Y he flipao. Empecé a leerlo en una de estas tardes lluviosotorrenciales de abril y me ha reconciliado con el género, sí, sí, como lo leéis. Aunque este círculo es mucho más que esoterismo, mucho más. Paco te lleva de viaje, de Berlín a Toledo, a Jerusalén, a Estados Unidos y a El Cairo. Y te hace viajar también en el tiempo a través de una novela negra, incluso de espionaje, narrada con un ritmo trepidante forjado en sus diálogos y en la acción constante. De paso, además, me ha refrescado lo poco que recordaba de aquellas chulísimas clases de Historia del Arte de COU, con sus catedrales, sus frescos y sus pintores manieristas.

Paco fumando, como casi todos sus personajes

No contento con eso, El círculo alquímico dibuja una galería amplia de personajes, de entre los que me quedo con ese enigmático Boris Vasílievich y con los curas de todos los credos, uno de los cuales es navarro, como no podría ser de otra forma.

Pues eso, que Paco sí que vale y amenaza con otra novela para junio, también en Editorial Ledoria, creo.

Ganas tengo.

Lo malo de Paco es que es merengón. Y, por si fuera poco, también del Athletic.

Es que no somos na.



lunes, 30 de abril de 2012

Yo hundí el Titanic

En este mes de abril en el que medio mundo ha conmemorado el hundimiento del Titanic, han proliferado los certámenes literarios sobre el asunto, en los que este microtitanic mío ha zozobrado con alegría.


Fotografía: F.G.O. Stuart (1843-1923)



Yo hundí el Titanic

Puedes estar orgulloso, O’Leary, puedes estarlo. Zarpar de Belfast, billete de tercera y escala en Southampton. Abrirse al Atlántico, prepararlo todo en la bodega y escapar en un bote, sin que nadie se dé cuenta. Y esperar solo, tú solo, a que te rescate nuestro barco pesquero, ciego en medio de la noche helada.

La explosión, las primeras chalupas al agua, el trasatlántico que se parte y los gritos de histeria.

Las bengalas.

Y lo de que parezca un iceberg, O’Leary, genial, simplemente genial. Puedes estar orgulloso, de verdad, puedes estarlo.

Pero no, no lo estoy, contesté amargado al contacto del IRA en Halifax.

martes, 24 de abril de 2012

La intérprete (The interpreter)

Tras rodar alguna peli romántica como Sabrina y sus amores, Sidney Pollack regresó al thriller en 2005 con La intérprete, en la que dirigió a unos espléndidos Sean Penn y Nicole Kidman (la australiana espléndida en muchos sentidos, todo hay que decirlo).

El otro día volví a verla, con esa escena inicial, rodada en la antigua plaza de toros de Maputo, en Mozambique, donde se produce un crimen.

Foto: Herculano Tumbo (Google Earth)

Nicole encarna a Silvia, una intérprete de las Naciones Unidas, de origen africano, y que escucha accidentalmente una conversación en ku, uno de los idiomas del país en el que se crió y donde está enterrada su familia. Dicha charla constituye el eje de la trama de la película, pues de ella se deduce una más que posible conspiración para ejecutar un magnicidio.

La lengua empleada, el ku, un idioma ficticio, se supone originario de un país también ficticio, Matobo.

Curiosamente, Matobo es un topónimo real. Es una región del sur de Zimbabwe y no son pocos los que encuentran paralelismos entre ese país y la situación de la antigua Rhodesia.

No en vano, Matobo sufre una dictadura, en la que el presidente Zuwanie ha pasado, en unas décadas, de libertador a opresor de su pueblo, circunstancia que recuerda claramente a la actuación de Mugabe en Zimbabwe.

Sean Penn, un agente secreto triste y golpeado por la vida, investiga el entorno de Silvia, la empleada de las Naciones Unidas, de la que sospecha y a la que al mismo tiempo protege.

Así pues, La intérprete es una película absolutamente recomendable para fans de las historias africanas, en las que los crímenes enfrentan a blancos y negros.

Vamos, un etnothriller en toda regla, como Beautiful Rhodesia. ¿O no?




viernes, 20 de abril de 2012

Y la ganadora del López Torrijos de novela 2012 es...

...Maribel Romero Soler. Su novela El perfil de los sueños se ha llevado el IV Certamen Literario Correduría de Seguros López-Torrijos.

Los miembros del jurado han valorado:
  • La minuciosa descripción de un mundo, en el que se mueven los personajes de la narración, donde sueño y realidad se confunden adquiriendo un sentido mágico.
  • La profundización psicológica en el carácter de una mujer resignada y soñadora que descubre una realidad en la que puede manifestar sus emociones.
  • La agilidad narrativa con la que se desarrolla el argumento de la novela.

Licenciada en Derecho, Diplomada en Redacción y Estilo, en Novela Negra y en Formación de Lectores. Ha sido jurado del Certamen Internacional de Relato Breve "La Lectora Impaciente"; ha colaborado en revistas literarias, y en la actualidad es colaboradora de un programa de radio. Sus relatos breves están recogidos en más de treinta antologías. Fue la finalista del Premio Azorín de Novela en 2010; finalista del Premio de Novela Volkswagen-Qué Leer en 2011, y ganadora del Premio de Novela Corta Letras Oscuras en 2011.
 
Ver semejante curriculum acojona un poquillo pero, por otra parte, alimenta mi tremendo ego.
 
Solo cabe dar la enhorabuena a Maribel y sentir una envidia insana por el día fantástico que le harán pasar en Almansa, donde se encontrará con gente maravillosa como Mario Lamela, José María López Torrijos, Jesús Muñoz (Ledoria) y toda la panda que compone el jurado.
 
Mi estantería está ya haciéndole un hueco a El perfil de los sueños, donde hará compañía a El vuelo de las aves, de Miguel Ángel Carcelén, La voz del mar, de Consolación González Rico y, claro está, a mi favorita, Beautiful Rhodesia.

jueves, 19 de abril de 2012

Tarde de saraos

Ayer me di un garbeo con Beautiful Rhodesia en una mano y el paraguas en la otra, aprovechando la doble oportunidad que me brindaron, Onda Melodía, por una parte, y la Casa de la Juventud, por otra.

A eso de las seis de la tarde compartí tertulia con Belén Galindo, Ignacio Lloret, Ana Belén Albero y Carlos Bassas. Hablamos, cómo no, sobre África y literatura negra y social.

Escoltado por dos fenómenos literarios como Clara Sánchez y Luz Gabás (que también triunfa con novela africana), os dejo aquí el podcast de todo el programa.

Ir a descargar


Otra cita me esperaba a las ocho. En la Casa de la Juventud, pese a la lluvia y la competencia de Messi, de la mano de Beatriz Torrecilla y Manolo Goñi, gocé de un coloquio interesantísimo con un grupo de jóvenes que leen y escriben. Compartimos experiencias y sueños, mientras calentamos motores de cara al próximo Día del Libro.

Y firmé libros, que me encanta.

martes, 17 de abril de 2012

Estrés literario

Estrés literario.- Dícese del estado en el que nos solemos encontrar los que nos dedicamos a juntar letras en estas fechas que giran en torno al 23 de abril, por aquello de que a Cervantes y a Shakespeare se les ocurrió palmarla tal día como ése, en 1616.

Nor da nor?

Por tal motivo, supongo, mañana andaré con Beautiful Rhodesia debajo del brazo. A las 18.00, en Así suenan los libros, el programa literario de Onda Melodía (94.9 FM si vivís aquí, o en este enlace si vivís allá), donde tendré el gusto de charlar con Belén Galindo sobre el éxito de este etnothriller.

Y un poquito más tarde, a las 20.00, compitiendo con Messi y Lampard, charlaremos con la gente del Aula de Literatura de la Casa de la Juventud, de la mano de Beatriz Torrecilla.

Pues eso, a ver cómo se da la tarde. Ya os contaré.

Bendito estrés.

lunes, 16 de abril de 2012

Novela negra en Botswana

Me dice una compañera esta mañana, chico, todo lo relacionas con tu novela, cuando le he comentado lo agradecido que estoy a Juan Carlos Borbón y su cadera por su contribución a la difusión de Beautiful Rhodesia.

No olvidemos que Botswana linda con Zimbabwe y que en mi novela aparece algún elefante (por cierto, no hay mucha gente que sepa que, paradójicamente, los safaris organizados han contribuido a que los paquidermos dejen de estar en peligro de extinción en el sur de África y, de paso, al espectacular desarrollo económico de Botswana y Namibia).

Pues bien, y como le decía a mi compañera, todo está relacionado. Y, del mismo modo que hay un chalao de Pamplona que ambienta sus novelas negras en Zimbabwe, hay otro chalao, afroescocés en este caso, llamado Alexander McCall Smith, nacido en Bulawayo (Rhodesia, hoy Zimbabwe), profesor de medicina legal, que está alcanzando un tremendo éxito mundial con sus deliciosas novelas sobre la primera agencia de mujeres detectives de África. En ellas, su protagonista, Precious Ramotswe, se dedica a resolver casos en Gaborone, capital de Botswana.

Tal vez en una próxima entrega le toque investigar las extrañas circunstancias que rodean el accidente del rey de España.

Y, en fin, tengo que dejaros ya, que me voy a ver a Marcos Giralt, que hoy anda por aquí.

viernes, 13 de abril de 2012

Beautiful Rhodesia en Calibre 38

Calibre 38 es una interesantísima revista on line, imprescindible para amantes de la literatura negra. Que te mencionen ahí, junto a lo más granado del género, sienta, como os podéis imaginar, la mar de bien.


Zimbabwe, en clave negra
José Javier Abasolo

 

Una de las principales características de la novela negra, que la hizo tan atractiva para sus potenciales lectores desde el comienzo del género, fue sin lugar a dudas el hecho de que los autores recogían las historias de su propio entorno, casi puede decirse que en el descansillo de su escalera, y hablaban de los problemas de las ciudades y del tiempo en que vivían. Quizás, por ese mismo motivo, en los regímenes dictatoriales no está bien visto el género y como ejemplo tenemos a la misma España. Hasta que murió el dictador no pudo desarrollarse una auténtica novela policíaca crítica y arraigada en nuestra sociedad.

Pero como suele ocurrir en casi todos los aspectos de la vida, siempre hay excepciones. Y los mismos escritores anglosajones que nos mostraron las miserias de sus conciudadanos sin pudor alguno, empezaron a entretejer historias ubicadas en parajes muy lejanos a aquellos en los que habían nacido y vivían. Se les reprochó que buscaban un exotismo fácil y que lo que practicaban era una simple literatura best-seller (como si vender mucho fuese un pecado o estuviese reñido con la calidad), pero si hay algo que no tienen los escritores nacidos a la sombra de los imperios regidos desde Londres y Washington son complejos de ese tipo y poco a poco han ido creándose obras de calidad y en las que esa supuesta búsqueda del “exotismo” no está reñida con la capacidad para describirnos unos países muy alejados de los suyos geográfica y culturalmente e incluso diseccionarlos con bisturí de cirujano.
En la literatura criminal española el camino se ha recorrido más lentamente. Bastante hemos tenido con inventarnos, partiendo prácticamente desde cero (con la honrosa excepción de García Pavón y su Plinio) un género negro nuestro y creíble, como para aventurarnos por caminos poco hollados y aparentemente sembrados de minas. Y sin embargo ya se están dando pasos, y pasos muy firmes, además.

Beautiful Rhodesia, la novela de Carlos Erice que fue ganadora del “III Certamen de Novela Correduría de Seguros López Torrijos”, es un buen ejemplo de ello. El escritor navarro sitúa la trama en una nación africana prácticamente desconocida para nosotros, Zimbabwe, que en la época del dominio blanco se llamaba Rhodesia. Allí, al igual que ocurrió en Sudáfrica, desapareció el dominio blanco, pero en lugar de crearse, como en el país de Mandela, una democracia multirracial que pese a sus defectos va saliendo adelante, en Zimbabwe a un régimen racista blanco le siguió un régimen corrupto negro en el que a sus dirigentes, eso sí, no les importa para nada tratar con los antiguos opresores blancos cuando se trata de hacer buenos negocios.

En ese contexto geográfico y social es asesinada, a la salida de una macrodiscoteca de éxito entre los jóvenes con una buena posición social y económica, la hija del embajador español, en lo que parece ser un asalto con motivaciones económicas. Pero tanto para evitar posibles conflictos diplomáticos como para detener la ola de ataques racistas que con esa excusa se están desatando en España, las autoridades del país africano aceptarán que un agente español intervenga en la investigación. Miguel Arnaiz, un antiguo guardia civil destinado al principio de su carrera en Euskal Herria, y que posteriormente trabajó en varios países africanos, será el enlace con las autoridades zimbabuenses, para lo que se verá obligado a trabajar con Sandra Bokosa, una joven policía zimbabua, madre de un pareja de gemelos a los que tiene que cuidar en solitario, tras ser abandonada por su marido.

Muy pronto Miguel y Sandra comprenderán, de hecho sus superiores respectivos han sido muy explícitos al respecto, que más que la averiguación de la lo sucedido lo que necesitan es encontrar (o incluso inventarse) una explicación tranquilizadora, buscar un culpable que a todo el mundo le venga bien. Pese a ello en ocasiones juntos, y a veces por separado, ambos agentes intentarán llegar a la verdad del asunto, aunque el tiempo sea escaso y los medios limitados. Y mientras el capitán Arnaiz y la teniente Bokosa se empeñan en su tarea, Carlos Erice nos va mostrando, con mano firme y una amena escritura, la realidad de un país con un gran potencial hundido por el desgobierno y la corrupción, en el que blancos y negros conviven siempre que haya posibilidades de hacer negocio a costa de otros blancos y negros y en el que los propios zimbabuos que, desesperados, intentan huir del país para mejorar su condición, ven cómo en la antaño nación hermana Sudáfrica se les rechaza, por ser emigrantes ilegales y robarles el trabajo a los nativos, reproduciéndose, en escala africana, los recelos y egoísmos que desde hace tiempo asolan también a los países europeos.

http://revistacalibre38.wordpress.com/2012/03/23/beautiful-rhodesia-de-carlos-erice-por-jose-javier-abasolo/