Cuando faltan pocos meses para que se conmemoren los 40 años de la Revolución de los Claveles, que puso fin a trece años de guerra colonial, en Portugal se preparan para una nueva avalancha de novelas ambientadas en las selvas y matas de Angola, Guinea y Mozambique.
Una de las primeras en ser publicadas, apenas diez años después del final del conflicto, fue esta Autopsia de un mar de ruinas. Su autor, João de Melo, destinado en Calambata (norte de Angola) a comienzos de los años 70, fue, como Lobo Antunes, miembro de los servicios médicos del ejército portugués. Lo que allí vio, lo que allí sufrió, ha marcado su obra literaria.
La estructura de esta novela alterna dos voces opuestas, la de los soldados portugueses, en los capítulos impares, y la de los nativos africanos, en los pares.
Así, de una parte, compartimos las experiencias bélicas, tan próximas a la locura, de aquellos jóvenes reclutas obligados a cumplir el servicio militar a miles de kilómetros de sus hogares. A través de esas páginas, podemos vivir sus momentos de pánico en combate, la crueldad con la que trataron a los africanos y el desprecio del que fueron objeto por parte de los colonos blancos.
El punto de vista nativo, en cambio, ofrece la miseria de un sistema social racista, colonial, con familias enteras desplazadas de sus lugares de origen y confinadas en sanzalas, aldeas artificiales en las que la policía y el ejército portugués pretendían controlar a la población civil y evitar su contacto con los movimientos guerrilleros independentistas. El gran mérito literario de João de Melo lo encontramos precisamente en estos capítulos, en los que los nativos se expresan desordenadamente en el idioma de los colonizadores (cabe destacar, en este punto, la extraordinaria traducción de Rebeca Hernández, asesorada por el propio Melo). Así, conoceremos su pobreza inmensa, el maltrato que sufren, los abusos de todo tipo, y casi siempre bajo un prisma femenino, en una nueva muestra de que las mujeres son las grandes víctimas de cualquier guerra.
Autopsia de un mar de ruinas es, pues, otro gran relato, descarnado, de aquellos años oscuros de la historia africana y portuguesa, pero es también, y sobre todo, un brillante ejercicio literario donde el agua y la sangre todo lo salpican.
Una de las primeras en ser publicadas, apenas diez años después del final del conflicto, fue esta Autopsia de un mar de ruinas. Su autor, João de Melo, destinado en Calambata (norte de Angola) a comienzos de los años 70, fue, como Lobo Antunes, miembro de los servicios médicos del ejército portugués. Lo que allí vio, lo que allí sufrió, ha marcado su obra literaria.
Así, de una parte, compartimos las experiencias bélicas, tan próximas a la locura, de aquellos jóvenes reclutas obligados a cumplir el servicio militar a miles de kilómetros de sus hogares. A través de esas páginas, podemos vivir sus momentos de pánico en combate, la crueldad con la que trataron a los africanos y el desprecio del que fueron objeto por parte de los colonos blancos.
El punto de vista nativo, en cambio, ofrece la miseria de un sistema social racista, colonial, con familias enteras desplazadas de sus lugares de origen y confinadas en sanzalas, aldeas artificiales en las que la policía y el ejército portugués pretendían controlar a la población civil y evitar su contacto con los movimientos guerrilleros independentistas. El gran mérito literario de João de Melo lo encontramos precisamente en estos capítulos, en los que los nativos se expresan desordenadamente en el idioma de los colonizadores (cabe destacar, en este punto, la extraordinaria traducción de Rebeca Hernández, asesorada por el propio Melo). Así, conoceremos su pobreza inmensa, el maltrato que sufren, los abusos de todo tipo, y casi siempre bajo un prisma femenino, en una nueva muestra de que las mujeres son las grandes víctimas de cualquier guerra.
Autopsia de un mar de ruinas es, pues, otro gran relato, descarnado, de aquellos años oscuros de la historia africana y portuguesa, pero es también, y sobre todo, un brillante ejercicio literario donde el agua y la sangre todo lo salpican.