Las novelas de género suelen, o solían, ser denostadas por la crítica.
Bien. Este es un tópico como otro cualquiera, un tópico la mar de desmontable.
Primero, porque ya no existe crítica literaria. A lo sumo, en algunos medios de comunicación, reseñas más o menos agradecidas; y pagadas, por supuesto, pagadas con amistad o con euros contantes y sonantes por la editorial o el grupo editorial de turno.
Y, segundo, porque en el universo internáutico proliferan blogs y webs dedicadados a cada género novelístico. Ahí si que se pueden encontrar recomendaciones acertadas o críticas despellejantes y, en función de la confianza que tengamos en la persona detrás de ese blog o web, nos fiaremos de su criterio prescriptor. Pero eso tampoco es crítica literaria.
Así pues, cualquiera diría que la única forma de medir la calidad de una novela de género se va a basar en las cifras de ventas (quien se las crea) y en la repercusión que cada nuevo título alcance en las redes sociales.
Y luego, ya, si se tiene suficiente poderío para engrasar con euros o dólares la maquinaria, poder ver una adaptación de tu novela en el Netflix o HBO que esté de moda en ese momento.
Y hasta ahí llegó la riada, esa será la máxima trascendencia que tendrá tu libro.
Hasta que un día salta la sorpresa, como en el Bernabeu o Las Gaunas, y te enteras de que tu obra se estudia en la universidad. Y no en la de tu ciudad o en la de la ciudad de al lado, no. Ni siquiera en una de tu país. Ni de tu continente.
Un día te enteras de que dos alumnas del Máster de Literatura y Civilización Hispánica de la Universidad Abou Ber Belkaid de Tlemcen, en Argelia, dedican su Trabajo Fin de Máster a una de tus novelas. Ochenta páginas de análisis de la estructura narrativa, de los personajes, de los tiempos, del lenguaje. Ochenta páginas de estudio y disección de la novela.
Y ya no sabes si quieres una serie de esas de Hollywood, el Planeta, que te entreviste Buenafuente o realmente no necesitas nada más.
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Portada del TFM elaborado por Sara Alili y Chaïmâ Brahmi, dirigidas por el Dr. Lofti Berbar |