Hubo una época en la que fui fiel devoto de las novelas
de romanos, de Colleen McCullough, recientemente fallecida, de la serie Boudica de Manda Scott, de las andanzas de los legionarios de Simon Scarrow o de la vertiente más policíaca del Marco Didio Falco de Lindsay Davis.
Por eso, cuando me enteré del proyecto de
Juan Torres Zalba, lo seguí con atención. Conocía su enorme pasión por la Historia Antigua y sentía una curiosidad tremenda por comprobar cómo había conseguido engarzar sus conocimientos enciclopédicos en una novela.
En estos días de Semana Santa en los que los legionarios romanos han vuelto a desfilar por las calles adoquinadas de mi viejo burgo, me he entregado con pasión a la lectura de las andanzas de
Sertorio y Pompeyo, acompañados por un puñado de
vascones, por esta península.
Cuando se posee tanta información sobre un tema histórico, siempre existe el riesgo de querer plasmar todos esos datos al sentarte a escribir una novela. Pero Juan ha sabido soslayar el peligro con éxito, construyendo una novela de acción vertiginosa, adornada con un lenguaje épico y cuidado y en la que los acontecimientos históricos fluyen con coherencia en el contexto de una obra de ficción.
Para este pueblo milenario, es un lujo cruzarnos con escritores como
Carlos Aurensanz, que tan bien supo narrarnos la génesis de este Viejo Reyno en su trilogía
Banu Qasi, con
Aingeru Epaltza que nos contó su final en otra trilogía, la de
Erresuma eta Fedea, y esperamos con atención la continuación de la saga medieval que
Begoña Pro inició con
El anillo del leal.
Sé que Juan Torres ha acabado agotado. Pero este debut brillante ha de servirle de acicate para continuar.
Talento histórico y literario ya ha demostrado.