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lunes, 6 de mayo de 2013

El cooperante, de Javier Oliva

A estas alturas de la película, no es sorpresa para nadie confesar que me gustan las historias africanas. Me gusta leerlas y me gusta escribirlas.

Por eso, cuando hace unos meses Ledoria anunciaba la publicación de El cooperante, novela ambientada en Guinea Ecuatorial, empecé a salivar.

Javier Oliva vino a presentarla a Pamplona, a Elkar Comedias, la vieja Xalbador, a finales de marzo. Congregó a un buen número de fans latentes, a los que nos contagió su pasión verborreica por África. Yo, claro, salivando aún más.

Porque este tío ha sabido mezclar sabiamente en un novelón de más de setecientas páginas la crónica del trabajo cotidiano de un grupo de cooperantes en la vieja colonia española con una absorbente trama de tráfico de drogas y armas.

Y ha conseguido dibujar un personaje, Héctor Boomerang, cínico, descreído y contradictorio, que ha pasado a formar parte de la galería de los mejores agentes secretos que me he encontrado en mi vida lectora. Quién sabe si algún día a Javier le da por recuperarlo y mandarlo de nuevo a África.

Merecería la pena.

Porque El cooperante es todo un regalo para los amantes de los etnothrillers.

 

domingo, 24 de febrero de 2013

Wilbur Smith

Wilbur Addison Smith, nacido en 1933 en Kabwe (Zambia), en el seno de una familia de colonos británicos cuando este territorio se llamaba aún Rhodesia del Norte, es uno de los escritores de habla inglesa más traducidos y vendidos a escala mundial.

Pese a no ser demasiado conocido en España, en otros países de habla española, como Argentina, resulta todo un bestseller. Smith es, a mi juicio, el gran maestro de la novela de aventuras, capaz de llevarnos a escenarios exóticos, a los paisajes coloniales de su juventud, con un ritmo y unas tramas la mar de entretenidas.

Sus mayores éxitos se los debe a una serie de novelas, auténticas sagas familiares, protagonizadas por los Courtney y los Ballantyne, que describen la historia del sur de África desde la llegada de los primeros europeos a la zona en el siglo XVII hasta la actualidad. A través de esta prolífica obra, el autor desgrana conflictos amorosos, raciales o históricos, que incluyen la colonización, la participación sudafricana en las dos guerras mundiales, los regímenes de segregación racial en Sudáfrica y la Rhodesia de Ian Smith o el final del apartheid. Todo ello condimentado con ingredientes como el sexo y los intereses económicos que la emparentan claramente con éxitos televisivos yankis como Dallas, Falcon Crest o Dinastía, aunque aderezados eso sí, con oro, diamantes, leones, elefantes y la lucha de los pueblos nativos africanos por su emancipación.

Algunas de las novelas de más éxito de esta serie son Cuando comen los leones, Furia, El poder de la espada o Costa ardiente. Acaba de ser publicada en España El destino del cazador, de momento la última de la saga, en Duomo Ediciones, donde podéis encontrar también algunas de las novelas que componen su saga dedicada al Egipto de los Faraones.






 

domingo, 13 de enero de 2013

Enrique Meneses y la guerra de Rhodesia

La semana pasada falleció Enrique Meneses, maestro de periodistas y uno de los grandes reporteros europeos de las últimas décadas.

Cubrió infinidad de conflictos armados, desde las guerras civiles en Zaire y Angola en los años 70 hasta la más reciente de los Balcanes, pasando por el tiempo que compartió en la Cuba de Batista con los entonces guerrilleros Fidel Castro y Ernesto Che Guevara..

Cuando yo era chiquitín, vi en la tele este reportaje de 1975, sobre la guerra de Rhodesia, en el cual lo que más me asombró fue la existencia de africanos blancos (excelentes, por cierto, las entrevistas de Meneses al obispo Abel Muzorewa, líder moderado de la mayoría negra del país, y a Ian Smith, primer ministro del gobierno blanco de Rhodesia). Quién sabe, quizás en este trabajo se halle, en cierto modo, mi interés por Zimbabwe y la génesis de mi novela Beautiful Rhodesia.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/reporteros-de-la-historia-de-tve/rhodesia-prueba/896951/

Meneses pertenecía a esa raza de reporteros de guerra, de la que formaron parte gente como Pedro Erquicia, Diego Carcedo, Arturo Pérez-Reverte, Ángela Rodicio o Carmen Sarmiento, que, aun a riesgo de sus vidas, supieron hacer llegar a nuestras pantallas la crudeza de las guerras que han asolado nuestro mundo.

Aún quedan periodistas así, claro, pero con la que está cayendo uno no puede evitar preguntar a la clase política española qué cojones están haciendo con RTVE, que en tiempos fue una de las más prestigiosas del mundo a la hora de cubrir conflictos armados internacionales.

Meneses con el primer ministro rhodesiano Ian Smith
 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Aniversario de la independencia de Angola

El 11 de noviembre de 1975 fue proclamada la independencia de Angola. Tras cuatro siglos de presencia portuguesa, la joya del imperio colonial europeo más longevo alcanzaba su emancipación.

Pero ello no implicó el final de la guerra ni el nacimiento de un nuevo estado. A la huida de más de medio millón de africanos de origen portugués se unió el estallido de una guerra civil entre los tres grupos de liberación nacional, el FNLA, el MPLA y UNITA (con sus respectivos líderes, Holden Roberto, Agostinho Neto y Jonas Savimbi al frente), que habría de prolongarse durante otros veinticinco años. Ambas guerras, la colonial y la civil, terminaron por destruir una de las naciones más ricas del continente, como supo contarnos de forma magistral António Lobo Antunes en su novela Esplendor de Portugal.


Hoy en día, alcanzada la paz, Angola es uno de los motores de desarrollo económico en el África subsahariana. De hecho, se ha convertido de nuevo en la tierra prometida para miles de portugueses que abandonan su país debido a la crisis económica que azota Europa.

El periodista polaco Ryszard Kapuscinski escribió un libro maravilloso, Un día más con vida, que arranca con el angustioso éxodo de los colonos portugueses, los retornados, que dejaron atrás sus vidas africanas en aquellos meses de 1975 y describe el enfrentamiento entre los tres grupos antes citados. El MPLA fue apoyado por tropas cubanas y UNITA por el ejército sudafricano, en un nuevo escenario de la guerra fría que protagonizaron la URSS y Estados Unidos durante la segunda parte del siglo XX.



El realizador navarro Raúl de la Fuente está preparando una peli, la mar de prometedora, con guion de Carlos Bassas, basándose en el relato de Kapuscinski. En ella va a mezclar imagénes reales con técnicas de animación.

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Rhodesia y el Premio Planeta

—Cuarenta mil pelas. Las tengo siempre a punto por si me viene el impulso. Es lo que cuesta llegar a París y aguantar unos días mientras te alistan en una tropa de mercenarios para África. El día que me cabree, la armo y me voy a Rhodesia.

—En Rhodesia ya hay un gobierno negro.

—¿También en Rhodesia? Se pudre todo. Pues me voy a África del Sur, con ésos no podrán, ésos lo tienen claro.




 
Los mares del Sur.
Manuel Vázquez Montalbán.
Premio Planeta 1979.


lunes, 5 de noviembre de 2012

El gafe del Himno a la Alegría

El 11 de noviembre se cumplen cuarenta y siete años de la proclamación unilateral de independencia por parte de los habitantes blancos de la colonia británica de Rhodesia del Sur.

Este era su himno nacional, Rise O Voices of Rhodesia, tomado de la Novena Sinfonía de Beethoven, que Miguel Ríos popularizara como Himno a la Alegría y que hoy es, curiosamente, el himno de otro proyecto político fallido, la Unión Europea.


A mí, al menos, me sirvió para crear una de las mejores novelas de espionaje en español de los últimos tiempos, Beautiful Rhodesia, ganadora del López Torrijos 2011.

Todo un etnothriller.

martes, 30 de octubre de 2012

Baden-Powell, los boy scouts y Zimbabwe

En estos días en los que los boy-scouts andan de actualidad, de actualidad ajena a su intención y, sobre todo, ajena a las víctimas del tema que se denuncia, me vienen a la memoria detalles de la biografía de Robert Baden-Powell, fundador del Movimiento Scout.

A finales del siglo XIX, y de la mano de Cecil Rhodes, participó en la represión de los ndebele, en la llamada por los británicos Rebelión Matabele. Fueron años convulsos en el sur de África, con acontecimientos tan conocidos como las guerras contra los zulús (inolvidables aquellas pelis de Michael Caine, Zulú, y su secuela Amanecer Zulú, con Burt Lancaster y Peter O'Toole), que supusieron la consolidación del dominio británico en la región.

Baden-Powell participó en el sitio de Bulawayo, cuando al más puro estilo far west, las caravanas de colonos fueron acosadas por las tribus ndebele, que defendían sus tierras ante el imperialismo europeo. Aquella victoria militar permitió la fundación de la colonia de Rhodesia, en homenaje a ese personaje tan apasionante como siniestro, Cecil Rhodes. También contribuyó Baden-Powell a la derrota de los boers sudafricanos en otro asedio, el de la localidad de Mafeking

En contra de lo que afirma la novela Beautiful Rhodesia, los restos mortales del fundador de los boy-scouts descansan en la localidad keniata de Nyeri, donde falleció en 1941. Junto a él, fue enterrada, en 1977, su esposa Olave.

Sí es cierto, en cambio, que la tumba de Cecil Rhodes se encuentra en la región de Matobo, al sur de Bulawayo, en el actual Zimbabwe.

Tumba de Cecil Rhodes


 

lunes, 22 de octubre de 2012

Un año y un día

Se cumple hoy un año de la puesta en marcha de este blog. Un blog parido para dar a conocer mi obra, pero también para hablar de literatura navarra, de novela negra, de etnothrillers y de historias relacionadas con ese continente que tenemos ahí abajo, África.

14.000 visitas se han asomado a la Estafeta en estos doce meses, siendo lo más visto la bofetada que se pegó una australiana saltando sobre el Zambeze y un artículo sobre La intérprete, esa película que arranca en la plaza de toros de Maputo, la antigua Lourenço Marques, capital de Mozambique. También han recibido muchas visitas el artículo que describe la maldición que aqueja a la embajada española en Zimbabwe, de protagonismo esencial en mi novela, la entrevista radiofónica que me hicieron en Almansa Uno cuando me dieron el Premio López Torrijos por Beautiful Rhodesia y los relacionados con otros autores navarros, como Patxi Irurzun, Ignacio Lloret y Eduardo Laporte.

La mayor parte de visitantes proceden, lógicamente, de países de lengua española, pero también se han asomado por aquí gentes de Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Reino Unido y una docena de valientes del sur de África.

Como podréis imaginar, quedo la mar de contento con el balance de este primer añito.

Veremos cómo se da el segundo que, confiemos, mostrará como imagen de entrada la cubierta de una nueva novela.

Esperemos.

Mientras tanto, aquí seguiré, asomado a la Estafeta.

 

domingo, 14 de octubre de 2012

Últimas compras en la Feria

Esta noche, a última hora, los libreros empaquetarán y mañana una cuadrilla de operarios andará desmontando las casetas.

Así acabarán dos semanas largas de búsqueda de chollos, en forma de precios asequibles y ediciones descatalogadas, que ayudan a montarte en casa una biblioteca de lo más apañada.

A las compras de la semana pasada, uno ya, pues, las de la que está terminando.

  1. Desgracia, del premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee.
  2. Preciso como un reloj, novela sobre la trata de mujeres en Ciudad del Cabo, de la sudafricana Margie Orford, discípula del anterior.
  3. Dos clásicos de Joseph Conrad, prologados por Jorge Luis Borges, En el corazón de las tinieblas y La soga al cuello.
  4. El décimo hombre y El cónsul honorario, del maestro Graham Greene.
  5. Un imprescindible que me faltaba, Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez.
  6. Un mes con Montalbano, una colección de relatos protagonizada por nuestro comisario italiano favorito, de Andrea Camilleri.
  7. Volverás a Región, la primera novela de Juan Benet.
  8. Las tinieblas de tu memoria negra, del ecuatoguineano Donato Ndongo (tengo que preguntarle a Eduardo Laporte si llegó a entrevistarle).
  9. El Aleph, colección de relatos de un tal Jorge Luis Borges.
  10. El día del Escorpión, segunda parte de El Cuarteto del Raj, que Paul Scott inició con La Joya de la Corona, imprescindible para los apasionados de la India colonial.
  11. No podía faltar algo de John Le Carré, El espía que surgió del frío.
  12. El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina.
  13. Para ir completando mi biblioteca de literatura navarra, La gran ilusión, con la que Miguel Sánchez-Ostiz ganó el Herralde de 1989
  14. Como nunca había leído nada de Truman Capote, me autobautizo a lo grande, con A sangre fría.
  15. Y para terminar, novela negra con denonimación de origen, catalana, con Códex 10 de Eduard Pascal; turca, con Un cadáver junto al Bósforo, de Celil Oker; y escocesa, con Campo de sangre, de Denise Mina.
Un año más, muchas gracias a todos los libreros y libreras, que se han pegado tantas horas en la Plaza del Castillo, por darme la oportunidad de conocer todos estos libros y llenar mis estanterías de sueños e imaginación.
 

domingo, 7 de octubre de 2012

Primer balance de la Feria

Cuando la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Pamplona supera su ecuador, llega el momento de hacer un primer balance.

De hacer un primer balance de mis inversiones, que ya me he dejado unos euros.
  1. Un clásico de Frederick Forsyth, Odessa, con sus cazanazis de los años 60.
  2. El fantasma de Anil, de Michael Ondaatje, este escritor de ancestros holandeses, nacido en Sri Lanka y que vive en Canadá, que maravilló con El paciente inglés. También me maravilló Kristin Scott Thomas en su versión cinematográfica.
  3. De todo corazón, de Andreu Martín, que se llevó un Premio Alfons el Magnànim en Valencia.
  4. Viene el lobo, de mi adorado autor zambiano, de cuando Zambia era Rhodesia del Norte, Wilbur Smith, ambientada en la invasión de Abisinia (Etiopía) por las tropas italianas de Mussolini en 1935.
  5. La clave Pinner, de Andrés Pérez Domínguez, el gran maestro sevillano de intrigas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial.
  6. No puede faltar Alexander McCall Smith, otro autor rhodesiano, del sur, de la actual Zimbabwe, con la novela Alegres y en compañía, de su saga sobre la primera agencia de mujeres detectives de Botswana.
  7. Francisco García Pavón, uno de los maestros de la novela policíaca española, con Las hermanas coloradas.
  8. Imprescindible Los mares del Sur, de Manuel Vázquez Montalbán.
  9. Retornamos como sombras, de Paco Ignacio Taibo II, que revolucionó la novela negra en castellano.
  10. Dicen que Michael Connelly es el number one actual de lo negro-policial, así que, para probar, me he hecho con El veredicto.
  11. El alquimista impaciente, de Lorenzo Silva, al que ya tenía ganas.
En fin, que ya tengo libros para el otoño.

Y para que se me hundan las estanterías, como dice mi padre.

La semana que viene, más.
 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Novela negra sudafricana (II)

Alexander McCall Smith no es negro ni sudafricano. ¿Qué hace aquí, pues? Tranquilidad, que hay motivos, sí, hay motivos.

El primero, Bulawayo, su lugar de nacimiento, en Zimbabwe, aunque entonces (1948) el país se llamara Rhodesia o, mejor dicho, Rhodesia del Sur, y fuera colonia británica. Pese a haber vivido mucho tiempo en Escocia, la tierra de sus ancestros, en la actualidad este profesor universitario pasa la mayor parte del año en Botswana.

Y es en este país donde Alexander ambienta su exitosa serie de novelas en torno a la primera agencia de mujeres detectives de África.

Tal vez no sea exacto clasificar estas novelas dentro del género negro, pese a su carácter policíaco o detectivesco. A mi entender, se encuentran más bien cercanas a la tradición missmarpleiana, si se me permite la etiqueta; son unas historias amables, deliciosas, que se leen con infinito placer y que retratan las vidas sencillas de gentes africanas sencillas.

De hecho, considero que, por encima de la propia trama, resultan más interesantes el carácter de Precious Ramotswe, tan orgullosa de ser una mujer de complexión tradicional, y el de los personajes que la rodean, como su compañera Mma Makutsi, su marido el señor Matekoni y los ayudantes de este en su taller mecánico.

Lo dicho, las novelas de Alexander McCall Smith constituyen un placer sencillo pero delicioso, y muy alejado de los tópicos de tramas policíacas complejas, trepidantes y llenas de acción y tiros.

Si es que hasta el propio Alexander tiene cara de buenazo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Lady Soames, última gobernadora de Rhodesia

Me anunciaba el otro día un amigo escocés, de origen papúo-neoguineano, que Londres, mientras clausura los Juegos Paralímpicos, se prepara para la celebración del nonagésimo cumpleaños de la Baronesa Soames.

Nacida el 15 de septiembre de 1922, Mary Soames, hija del Premio Nobel de Literatura y ex primer ministro británico Winston Churchill, sirvió durante la Segunda Guerra Mundial en el Servicio Voluntario Femenino, atendiendo las baterías antiaéreas que defendían Londres de los bombardeos alemanes.

En 1947 se casó con el político conservador Christopher Soames, de quien enviudó en 1987, y es Comandante de la Orden del Imperio Británico.

Su marido, Lord Soames, recibió en 1979 de la reina Isabel II uno de los nombramientos más difíciles de su carrera: el cargo de gobernador de la colonia británica de Rhodesia del Sur.

Fue ese el año en el que, fruto de los Acuerdos de Lancaster House, la República de Rhodesia perdió su independencia proclamada unilateralmente en 1965 y retornó al seno de la Corona británica. Se ponía fin de esa manera a quince años de gobierno de la minoría blanca, encabezada por su líder Ian Smith, y a una década de guerra civil.

La tarea del matrimonio Soames no fue fácil: desarmar a los distintos grupos guerrilleros y preparar al país para las primeras elecciones multirraciales y su independencia, bajo el nombre de Zimbabwe, en 1980, siendo ya primera ministra británica Margaret Thatcher.

Y fue Lord Soames quien firmó, en nombre de la Reina, el diploma de agradecimiento para el padre de Sandra Bokosa, protagonista de mi novela Beautiful Rhodesia, por sus servicios prestados a la Corona.

En el siguiente vídeo podemos observar a Lord y Lady Soames, dando la bienvenida a las autoridades internacionales que llegaron a Zimbabwe para asistir a aquella histórica proclamación de independencia.

 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Novela negra sudafricana (I)

El verano suele ser buena época para hincarle el ojo a todas esas lecturas retrasadas o recomendadas que se te han ido acumulando en la estantería.

Entre tantas sugerencias no me suelen faltar novelas islandesas, suecas o noruegas, pero uno ya está un poco cansado de nombres de calles llenos de consonantes, de nieve y de circulicos encima de la letra A.

Así que este verano, y haciendo caso de Ricardo Bosque, he cambiado de hemisferio y he saltado al cono sur africano.

La literatura sudafricana es mundialmente conocida por sus recientes premios Nobel Coetzee y Gordimer. Pero las figuras que llaman la atención de los amantes del género negro son James McClure, Deon Meyer, Roger Smith, Margie Orford y el zimbabwoescocés Alexander MacCall Smith.

James McClure nació en Pietermaritzburg en 1939 y falleció en Inglaterra en 2006. Periodista de profesión, abandonó su Sudáfrica natal como muchos otros blancos opositores al apartheid. En su exilio británico concibió a la pareja de policías formada por el afrikáner Tromp Kramer y el bantú Mickey Zondi. Policía blanco y policía negro que se dedican a investigar crímenes en la Sudáfrica de la segregación racial de los años 60 y 70.

Aparte de las elaboradas tramas, del ritmo y originalidad de su prosa (rondando a veces lo sobrenatural), sus novelas conforman una fotografía fiel de aquel régimen político que clasificaba a las personas según su color de piel, un régimen obsesionado por la diferencia, no solo entre blancos y negros, sino entre xhosas y zulúes, entre mestizos e indios, entre boérs e ingleses. Así, McClure no duda en retratar con fidelidad los contrastes dentro de la propia minoría blanca, con una población afrikáner rural, algo bruta, ferviente seguidora de la Iglesia Luterana Reformada Holandesa, autoencomendada con la sagrada tarea de civilizar el sur de África, y una población anglófona, intelectual y urbana, y tan racista como los viejos boérs.

Aun así, por encima de los odios raciales, McClure consigue establecer un vínculo de complicidad y camaradería entre Kramer y su cafre Zondi, conformando una de las mejores parejas negroliterarias con las que me he encontrado nunca.

Actualmente, están disponibles en castellano La Canción del Perro (Ed. Reino de Cordelia), última novela escrita por McClure pero en cierto modo la primera de la saga, y la excelente y descarnada El leopardo de la medianoche (Ed. Funambulista). Ambas, por supuesto, más que recomendables para amantes del etnothriller.

 

viernes, 10 de agosto de 2012

Las chicas de oro de Zimbabwe

A punto ya de clausurarse los Juegos Olímpicos de Londres, es hora de hacer balances. Cuando aún quedan varias pruebas por disputarse, las esperanzas del Comité Olímpico de Zimbabwe residen exclusivamente ya en las piernas de sus maratonianos.

La nadadora Kirsty Coventry consiguió colarse una vez más en varias finales, pero esta vez no pudo llevarse medallas. Pero ahí ha estado ella, liderando la natación femenina africana y animando al resto de deportistas de su país.

Lejos quedan ya aquellos Juegos Olímpicos de Moscú, en 1980, los primeros en los que participó Zimbabwe y en los que no pudo tener mejor estreno que la medalla de oro que obtuvieron las chicas de hockey sobre hierba, el mayor hito de la historia deportiva de su país hasta la irrupción de la nadadora de Harare. En este vídeo, a partir del segundo 30, podéis ver algunas imágenes de la hazaña de las jugadoras africanas.



Y ya que hablamos de la participación de Zimbabwe, es conveniente recordar la actuación olímpica de Rhodesia. Como colonia británica con comité olímpico propio, tomó parte en los juegos de Amsterdam 1928, Roma 1960 y Tokio 1964. Tras la declaración unilateral de independencia por parte de la comunidad blanca del país en 1965, no participaron en los de México 1968.

Su retorno a los juegos estaba previsto para Munich 1972, su equipo preparado y listo para viajar a Alemania. Pero la amenaza de boicot de sus vecinos africanos, llevó al COI a excluir a Rhodesia de los juegos.


Y ya nunca volvería, hasta que el nuevo Zimbabwe multirracial viajó a Moscú en 1980 para que sus chicas de oro se llevaran el título del hockey.

lunes, 30 de julio de 2012

Comité Olímpico de Zimbabwe

Ya estamos inmersos en los Juegos Olímpicos de Londres y yo, como siempre, pegado a la tele y al ordenador para intentar ver todo. Y cuando digo todo, digo todo.

El viernes vi la ceremonia inaugural a medias, en la que presté mi mayor atención al desfile de las delegaciones, que es algo que me encanta. Supone todo un repaso a los conocimientos que uno pueda tener sobre geografía humana y política.
Como suele ser tradicional, Zimbabwe fue el penúltimo equipo en desfilar. Encabezados por su abanderada, la doble campeona olímpica Kirsty Coventry, presentan ocho deportistas. Su máxima esperanza se centra una vez más en la piscina, donde Kirsty aspira a conseguir alguna medalla en el final de su carrera (ya tiene siete tras su participación en Atenas y Pekín). Con la duda sobre la participación del triatleta Chris Felgate, que siempre entra en las quinielas de favoritos en su prueba, el equipo se completa con dos representantes en remo, Micheen Thornicroft y James Fraser-McKenzie, y cuatro atletas, Wirimai Juwawo, Cuhtbert Nyasango, Ngonidzashe Makusha y Sharon Tavengwa.

martes, 12 de junio de 2012

Premio Paso del Estrecho

He visto con pena que el Premio Paso del Estrecho, que el año pasado tuve la fortuna de ganar, suspende el fallo de este año por no disponer de fondos para la dotación de los ganadores. Es ésta una decisión triste y dolorosa, pero entiendo que, sobre todo, honesta y valiente.

Hace ya tiempo que sabemos que en tiempos de crisis la primera víctima es la cultura y aquí tenemos una prueba más.

Así que, aunque no les sirva de nada en este momento de desconsuelo, mando un fuerte abrazo a toda esa gente entusiasta de Granada que durante estos años ha sacado este concurso adelante, único en su género, que reunía relatos de ambas orillas del Meditérraneo, en árabe y castellano.

Ojalá el año que viene puedan volver a convocarlo.

Como homenaje, reconocimiento y agradecimiento, os dejo este Compro oro que tuvieron a bien premiar en 2011.

El año pasado, en Granada (foto Marian Barnés)


Compro oro

Separación.

Dicen que es sinónimo de fracaso, de derrota, la consecuencia fatal e irremediable del enfriamiento, del distanciamiento, de la crisis. No tengo ni idea. Será. Si lo dicen, será.

En mi caso se trata, sobre todo, de dolor, de dolor por la pérdida, por la ausencia, la de él y la de los niños. Y culpa, muchísimo sentimiento de culpa. Un vacío inmenso y anhelante, un hueco que apenas se me llena en los días que me toca estar con ellos. En mi pisillo de alquiler, en mi corazón, en mis obligaciones. Cuando viven conmigo parece como si sólo estuvieran de paso.

Y es que solo están de paso.

Poca agua para tantísima sed. Y despedirles hasta la siguiente no hace otra cosa más que confirmar esa sensación de mierda y pena que me quema, que me ahoga.

Que te vuelques en el trabajo, recomiendan. Haz lo que mejor sabes hacer, que te sale muy bien y encima te encanta, so cabrona, me dice mi agente. No sabes lo afortunada que eres.

Tirar hacia delante, sí.

No me queda, pues, más remedio que intentarlo. Y me pongo, sin ilusión ni ganas, pero me pongo. Y desempolvo aquella vieja historia que me asaltó cuando escribía la tercera novela. En mi cabeza tengo más que suficiente para arrancar ya, será la sexta, aunque él no esté en pijama para revisarla cada noche, para corregirla, para criticarla y, siempre, para sacarme de quicio.

Tendrás que hacerlo sola. Tú sola.

También te aconsejan viajar, separarte un tiempo de los lugares que te huelen a él, que te huelen a ellos. El nuevo libro es una buena excusa.

Documéntate, me anima mi agente. Investiga. Aprende. Mueve el culo. Qué testaruda es la tía, no se cansa, cómo insiste.

En fin.

Que ya tengo destino.

Orán, está claro.

En busca de ese Orán francés, levantino, árabe y bereber de los años 50 donde quieres mover a tus personajes. O donde ellos te van a mover a ti.

La pena es que, tras varios días de turismo desubicado, aterrizas en Madrid decepcionada, triste y vacía por no haber sabido encontrar lo que habías ido a buscar. Por no haberte topado con esas heladerías valencianas, con esos zapateros o mecánicos menorquines en alpargatas, con la plaza de toros de Les Arènes a rebosar antes de una corrida, con los anuncios de Ricard pintados por las paredes de los zocos o con las parejas de gendarmes franceses patrullando las aceras. No. Todo eso quedó atrás hace ya cincuenta años, en las fotografías en blanco y negro y en las pelis de Pépé le Moko.

En Barajas, tiempo justo para un café rápido antes de seguir volando hacia el norte, hacia esas calles familiares, heladas, quién sabe si nevadas y que, pese a las luces, las castañas asadas y a los villancicos, permanecerán oscuras, frías y silenciosas ante mí, que temo encontrarle, que temo encontrarles, al doblar cada esquina.

—¿Por qué no lo intentas en Melilla? —me sugiere mi agente en la cafetería de la T4—. Es posible que allí encuentres la atmósfera que tu libro busca.

Qué lista es y qué bien se lo monta. No sé si realmente se preocupa por el bien de mi novela (y el de su cuenta corriente, claro) o realmente se mete en el papel de amiga leal que quiere alejarme de la ciudad que me va a amargar las Navidades. Y se levanta, toma mi billete y lo cambia con una sonrisa en el mostrador de Iberia. Que no me preocupe por la ropa, que vaya directa al Hotel Melilla Puerto. Que tiene servicio de lavandería y plancha. Y vistas al puerto deportivo y a la playa de San Lorenzo. Y el clima no es muy distinto del de Orán.

Por eso estoy aquí, unos pocos días antes de Nochebuena, sentadita en la terraza del Café Palace, viendo pasar a la gente.

Una terraza en Navidad.

Qué paradoja. Allí arriba iría por la calle con los cuellos del abrigo subidos hasta las orejas y el gorro hundido hasta los hombros. La bufanda y los guantes. Pero aquí no porque, aunque se note el fresquito cuando acaba la tarde, toca gin tonic mientras me entrego a mi viejo vicio de ver a la gente pasar. De todas las razas, colores, naciones y religiones. Como mi Orán de novela. Ricos y pobres. Europeos y africanos. Trajes de ejecutivo con móvil pegado a la oreja, mujeres elegantes con sus bolsas repletas de compras navideñas, universitarios que regresan de la Península para pasar las vacaciones.

Y entre todos surge ella, plantada junto a una acacia, su cartel negro y amarillo colgándole a la vez sobre pecho y espalda.

Compro oro.

Pago más.

Una dirección y un número de teléfono.

Es una cría, no llegará a los dieciocho, ojos grandes, despiertos, negros como su pelo. También entrega folletos a los que pasan a su lado. Se va a pegar junto a la acacia las dos horas largas que necesito para beberme los tres gin tonics de antes de cenar. Mientras espero la cuenta, la veo marcharse, abrigada por los dos carteles. La imagino avanzar por la avenida de la Duquesa de la Victoria, entre los ejecutivos con móvil, las señoras con bolsas y los universitarios de vacaciones, borrachos ya. Y también entre hombres de bigote y tez morena con chilaba y mujeres tocadas con hiyab. Todos irán como con prisas, bajo las luces de las estrellitas y los papanoeles, de los trineos y los abetos, de las farolas y los semáforos. Mucho tráfico, mucho humo y mucha bocina.

Se perderá por El Mantelete y sus callejuelas. Serán casi las siete y media y Abraham estará a punto de cerrar.

—Hola, Dunia.

—Hola, señor Abraham.

El señor Abraham clasificará a esas horas las adquisiciones del día. Contará el dinero que haya entrado en la caja registradora, recogerá amable los carteles y los folletos sobrantes de manos de Dunia, apagará las luces, girará el letrerito de ABIERTO, se despedirá de ella con esa sonrisa de abuelo que no es y bajará la persiana metálica. Dentro, a oscuras, dormirán alhajas, broches, pendientes, anillos, diademas, monedas antiguas, alfileres, pulseras, gargantillas, aretes, pasadores, botones y gemelos. Recuerdos, recuerdos de familias de uno y otro lado de la valla, y que la crisis ha barrido como el viento de poniente en mitad de verano.

Cenas cordero con miel en la tasca que te recomendó tu agente. Delicioso. ¿Cómo cojones se enteró ella de este sitio? ¿Con quién lo probó? Da igual. No eres tan cotilla como otras. Como ella. Saboreas el té verde y cierras los ojos y te corretean los personajes de papel por el Orán francés donde se mezclan la voz de Aznavour, las coplas de Juanita Reina y las llamadas del muecín desde el minarete. Pero hoy piensas más en personajes de carne y ojos, en esa Dunia que cenará al otro lado de la frontera un cuscús sin cordero ni pollo, rodeada de hermanos pequeños, cuidando de un padre enfermo y de una madre cansada de vivir. En una Dunia que madrugará para intentar pasar algún bulto de contrabando a Beni-Enzar y que volverá a la tienda del señor Abraham poco después de las diez, a recoger su mochila llena de folletos y colgarse los carteles, al pecho y a la espalda. En una Dunia que va a pasar la mañana de guardia junto a la acacia de al lado del Café Palace, a la que querrías invitar a comer para que confirmase tu historia fabulada aunque no te atreverás, por tu miedo a ofender su dignidad. O, más bien, por tu miedo a odiarte en tu opulencia de hipócrita señorona rica del primer mundo. Sabes, también, que ha ido ahorrando estos días pasados. Y que, cuando vaya a hacer su descanso de mediodía, se pasará por la administración de lotería de Pablo Vallesca, 11, cerca de la plaza de España, donde se dejará veinte euros. Mañana puede tocarle el Gordo.

La vas a volver a ver junto a la acacia mientras te entregas al festival vespertino de gin tonics. Por un momento sus ojos marroquíes te recuerdan a los de esos niños del norte, esos ojos que amas, cuya ausencia en Nochebuena te hará insufrible la espera hasta esa Nochevieja que nunca llega.

Cuando sean poco más de las siete Dunia volverá a ponerse en marcha hacia la tienda del señor Abraham. Le verá arquear la caja y clasificar las joyas llegadas ese día. Tras cobrar más de lo acordado le devolverá agradecida los folletos sobrantes y sus ojos enormes se abrirán aún más. Ahí sorprenderá, limpio y brillante, ese cofrecito tan familiar, el de su madre, que guarda las joyas que lució en su boda, y que las lució la abuela en la suya, y la bisabuela, y la madre de la bisabuela.

Angustiada, Dunia se acostará esa noche en su colchón compartido aferrada a su décimo de lotería.

Si esto fuera un cuento de Navidad, al mediodía siguiente decenas de habitantes del barrio del Polígono celebrarían su suerte ante las cámaras del Telediario.

Si esto fuera un cuento de Navidad, Dunia acudiría a la tienda del señor Abraham y recuperaría las joyas de su madre, de su abuela, de su bisabuela y de la madre de su bisabuela.

Si esto fuera un cuento de Navidad, Dunia tendría papeles, como los que me dieron a mí cuando huí de la dictadura argentina a comienzos de los 80. 

Y si esto fuera un cuento de Navidad, yo me dejaría el último gin tonic sin tocar, volaría hacia el norte y me reuniría con él. 

Y con mis hijos.

En casa.

En Nochebuena.

viernes, 8 de junio de 2012

Los fantasmas de Kolmannskuppe

Andaba esta tarde haciendo zapping, a la caza de algún canal en el que ver la ceremonia inaugural de la Eurocopa 2012 de Polonia y Ucrania cuando me he encontrado un programa horroroso sobre una vieja conocida, Kolmannskuppe.

Es éste el nombre alemán de una ciudad fantasma en el desierto del Namib, en Namibia. Fundada a comienzos del siglo XX por colonos alemanes, fue territorio dependiente del II Reich del kaiser Guillermo hasta su ocupación por fuerzas sudafricanas en 1915, en el curso de la Primera Guerra Mundial.

Residencia de Hans Horlein, gerente de la mina de diamantes


Digo que Kolmannskuppe (o Kolmanskop en afrikaans) es una vieja conocida porque redacté algunas localizaciones para Beautiful Rhodesia en ese escenario. Al final no las incluí en la novela, aunque en ella sí se mencionan las aventuras de los mineros alemanes cazadores de diamantes y de los nativos, prácticamente esclavizados, de las etnias nama y herero.

Un siglo después de su época de esplendor, Kolmannskuppe es una ciudad fantasma, invadida por las dunas del desierto.

En el programa que he visto hoy, una cuadrilla de yankis descebrados buscaba presencias paranormales en los edificios abandonados.

Sí os dejo, en cambio, este interesantísimo vídeo en el que, pese a la arena, parece que de cualquier esquina te va a salir un alemán namibio de la época con sus bigotones y su cerveza.

Igual es eso lo que buscaban los cazafantasmas americanos del programita.

jueves, 31 de mayo de 2012

Palmeras en la nieve

No os voy a descubrir ahora mi afición por los temas africanos y por intentar leer cualquier novela o ver cualquier peli relacionada con nuestros vecinos del sur.

Hace unas semanas, en Onda Melodía, entrevistaron a Clara Sánchez y después a mí. Y, a continuación, tuve la oportunidad de conocer telefónica o radiofónicamente (o de ambas maneras a la vez) a Luz Gabás.

Como yo, Luz ha mirado a África para escribir su primera novela. En su caso, a Guinea Ecuatorial, primero colonia, después provincia española y, desde octubre de 1968, estado independiente.

Mis últimas experiencias con novelas españolas ambientadas en África no habían sido demasiado buenas. En algunos casos, me dieron la impresión de que, sobre un manuscrito original, el autor o autora se había visto obligado a prolongar artificialmente la historia hasta alcanzar las 700 u 800 páginas que parece que necesitan ciertas editoriales para apostar por un libro.

Con esa prevención inicié la lectura de Palmeras en la nieve. Una prosa rápida, muy visual, con una historia que mezcla las realidades tantas veces contrapuestas de colonos y colonizados, me atrapó eficazmente.

Amor, aventuras, racismo y represión del emergente nacionalismo ecuatoguineano se unen al dolor y la nostalgia de aquellos españoles que se vieron obligados a abandonar precipitadamente su tierra africana. Luz Gabás hace girar la novela en torno a un tema oculto durante décadas, como es el de las relaciones sexuales y amorosas entre europeos y nativos y, aunque en algunos momentos se acerca peligrosamente al culebrón, sabe alejarse de ese riesgo airosamente.

Así que, si os apetece pasar un poco de calor húmedo, poneos el salacot y preparaos a oler a cacao.

Yo me lo pasé pipa.

Guardia Civil en Santa Isabel (Malabo). Años 60

martes, 24 de abril de 2012

La intérprete (The interpreter)

Tras rodar alguna peli romántica como Sabrina y sus amores, Sidney Pollack regresó al thriller en 2005 con La intérprete, en la que dirigió a unos espléndidos Sean Penn y Nicole Kidman (la australiana espléndida en muchos sentidos, todo hay que decirlo).

El otro día volví a verla, con esa escena inicial, rodada en la antigua plaza de toros de Maputo, en Mozambique, donde se produce un crimen.

Foto: Herculano Tumbo (Google Earth)

Nicole encarna a Silvia, una intérprete de las Naciones Unidas, de origen africano, y que escucha accidentalmente una conversación en ku, uno de los idiomas del país en el que se crió y donde está enterrada su familia. Dicha charla constituye el eje de la trama de la película, pues de ella se deduce una más que posible conspiración para ejecutar un magnicidio.

La lengua empleada, el ku, un idioma ficticio, se supone originario de un país también ficticio, Matobo.

Curiosamente, Matobo es un topónimo real. Es una región del sur de Zimbabwe y no son pocos los que encuentran paralelismos entre ese país y la situación de la antigua Rhodesia.

No en vano, Matobo sufre una dictadura, en la que el presidente Zuwanie ha pasado, en unas décadas, de libertador a opresor de su pueblo, circunstancia que recuerda claramente a la actuación de Mugabe en Zimbabwe.

Sean Penn, un agente secreto triste y golpeado por la vida, investiga el entorno de Silvia, la empleada de las Naciones Unidas, de la que sospecha y a la que al mismo tiempo protege.

Así pues, La intérprete es una película absolutamente recomendable para fans de las historias africanas, en las que los crímenes enfrentan a blancos y negros.

Vamos, un etnothriller en toda regla, como Beautiful Rhodesia. ¿O no?




jueves, 19 de abril de 2012

Tarde de saraos

Ayer me di un garbeo con Beautiful Rhodesia en una mano y el paraguas en la otra, aprovechando la doble oportunidad que me brindaron, Onda Melodía, por una parte, y la Casa de la Juventud, por otra.

A eso de las seis de la tarde compartí tertulia con Belén Galindo, Ignacio Lloret, Ana Belén Albero y Carlos Bassas. Hablamos, cómo no, sobre África y literatura negra y social.

Escoltado por dos fenómenos literarios como Clara Sánchez y Luz Gabás (que también triunfa con novela africana), os dejo aquí el podcast de todo el programa.

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Otra cita me esperaba a las ocho. En la Casa de la Juventud, pese a la lluvia y la competencia de Messi, de la mano de Beatriz Torrecilla y Manolo Goñi, gocé de un coloquio interesantísimo con un grupo de jóvenes que leen y escriben. Compartimos experiencias y sueños, mientras calentamos motores de cara al próximo Día del Libro.

Y firmé libros, que me encanta.