lunes, 20 de febrero de 2012

Género negro vasco

Si el otro día hablábamos de que existe una cierta efervescencia de la novela negra vasca, hoy podemos afirmar que ocurre otro tanto con el cine.

No habrá paz para los malvados, de Enrique Urbizu, se llevó anoche los premios gordos en la ceremonia de los Goya: mejor película, mejor dirección, mejor actor protagonista y mejor guión original, del propio Urbizu y Michel Gaztambide.



Si ya nos encandiló hace unos años con La caja 507, Urbizu confirma en esta película su maestría en el género. Ha contado de nuevo con un José Coronado colosal, que se confirma con el tiempo como un actor excelente.

Me alegra que se nos dé tan bien el género negro por estas tierras. Yo, por si acaso, me he hecho ya con Sueños de Tánger, Tangerko ametsak, la novela de Jon Arretxe que nos transporta, igual que la mía, a escenarios africanos. Ya os daré mi opinión, pero tiene una pinta excelente.

lunes, 13 de febrero de 2012

Chipolopolo boys

Anoche, Zambia, la antigua Rhodesia del Norte, se proclamó campeona de África de fútbol. En una final emocionantísima, los Chipolopolo se llevaron la copa en la tanda de penaltis ante la favorita, Costa de Marfil.

Zambia es un país de extraordinaria riqueza minera y su cinturón del cobre, el Copper Belt, que une Lusaka con Livingstone, supone uno de los más importantes yacimientos del mundo de este mineral, explotado a conciencia por los británicos en la época colonial. De ahí les viene el apodo, Chipolopolo, las balas de cobre, en lengua chibemba, no en zulú, como decía el otro día el Marca. Eso sería como afirmar que Osasuna significa salud en ucraniano.

Se da la circunstancia de que la final de ayer se disputó en Libreville, capital de Gabón. Allí, hace diecinueve años, los mejores jugadores de la selección zambiana hallaron la muerte en un accidente de avión. Qué caprichoso puede llegar a ser el destino.

He estado espiando hoy la página que tiene este equipo en Facebook, y me ha emocionado ver cómo algunos blancos, antiguos colonos o que aún viven allá, han sentido la victoria como propia, hecho impensable, quizás, hace algunas décadas.

Y ya que en este blog solemos hablar de libros, os recomiendo uno del escritor sueco Henning Mankell, famoso por su personaje del inspector Wallander, ambientado en la Zambia de las últimas décadas: El ojo del leopardo.

En el vídeo vemos cómo el seleccionador de Zambia, Herve Renard, lleva en brazos al lesionado Joseph Musonda para que pueda celebrar la victoria junto a sus compañeros. Luego, Chris Katongo resultaría elegido mejor jugador del campeonato. Congratulations Chipolopolo boys.

viernes, 10 de febrero de 2012

Virgen Negra

No deja de ser curioso cómo, desde este país pequeñito pegado a los Pirineos, somos cada vez más los que dirigimos nuestra mirada a África.

Desconozco la razón. Supongo que cada cual tendrá la suya.

Se acercan los Goyas, y ahí tenemos una película nuestra, Virgen Negra, candidata al Goya al mejor cortometraje documental, que indaga en la vida sexual de la mujer mozambiqueña.


Hace poco lo proyectaron en la Filmoteca de Navarra y, tonto de mí, no fui. Siempre nos andamos quejando de la situación de la cultura y las artes en nuestra tierra y, cuando salen propuestas interesantes, no les hacemos ni puto caso. Deberíamos hacérnoslo mirar.

Amaia Remírez es la productora y Raúl de la Fuente el realizador, que ya cosechó un éxito tremendo con su Nömadak Tx.

Aquí les vemos junto junto a Patricia Ponce de Haurralde Fundazioa. Parecen buena gente.

Patrica, Raúl y Amaia (foto de Javier Bergasa en Diario de Noticias)


Y encima están preparando otra peli, basada en el libro Un día más con vida, del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, que narraba el final de la presencia portuguesa en Angola en 1975 y el inicio de la guerra civil, con la intervención sudafricana y cubana. Nunca olvidaré esa Luanda semidesierta, convertida en la ciudad de las cajas, de las cajas de madera en las que los colonos portugueses habían guardado todas sus vidas, con la esperanza de poder embarcarlas rumbo a Lisboa.

Esa película sí que no me la pierdo. Lo juro.

martes, 7 de febrero de 2012

Novela negra vasca

Hay gente a la que no le gustan las etiquetas. En esto de la literatura, dicen que encasillan, que encorsetan a un autor o a su obra.

Puede ser.

Pero en estos tiempos de crisis en los que hasta los bancos se unen y los bodegueros se asocian para intentar asomar la cabeza, el marketing nos aconseja la creación de marcas.

En el campo de la novela negra, de misterio o del thriller, este fenómeno ya lleva tiempo produciéndose. El ejemplo más claro lo tenemos en la novela negra nórdica, que gracias al paraguas de los Larsson y Mankell, ha inundado nuestros escaparates y nuestras lecturas. El otro día vi la entrevista a Petros Markaris en Página 2. El griego defendía la existencia de una novela negra mediterránea, desde Vázquez Montalbán a Camilleri, pasando por él mismo.

Estos días se celebra el festival literario Barcelona Negra. Los catalanes, que aunque suene a tópico gozan de más olfato para estas cosas, nos han echado un cable y organizaron una mesa redonda sobre la novela negra vasca.

Allí estuvieron presentes, dando a conocer nuestra forma de entender la narrativa de misterio, Aingeru Epaltza, José Javier Abasolo y Jon Arretxe. Hace algún tiempo, hablando de narrativa navarra, mencioné a este último y a Alberto Ladron Arana, que cultivan, en euskera, el género negro.

Cada cual lo entenderá a su modo, tendrá su estilo, su técnica, su idioma y sus temas, pero no es mala idea la de crear, o fomentar, esa marca. La novela negra vasca. Me gusta. I like. Gustatzen zait.

Y ahora que hace tanto frío afuera, mi Beautiful Rhodesia también quiere, o debe, subirse a ese tren.

lunes, 6 de febrero de 2012

Presentación en San Sebastián/Aurkezpena Donostian

El próximo 23 de febrero, jueves, a las 19.00, presentaremos Beautiful Rhodesia en Donostia, en Elkar, en la calle Fermín Calbetón, número 21.

http://www.elkar.com/es/salas/ver-actividad/beautiful-rhodesia/2297

Para quien no la conozca, aquí dejo la sinopsis de esta novela, ganadora del López Torrijos 2011. Todo un hito del etnothriller, la etnointriga, el thriller social o, por qué no, la novela negra vasca.

El cadáver de una joven vasca es hallado en Harare, la capital de Zimbabwe. Miguel Arnaiz, ex guardia civil y agente del Centro Nacional de Inteligencia, recibe la orden de investigar las circunstancias que rodean esa muerte. Sandra Bokosa, detective de la Policía Republicana de Zimbabwe, es la responsable del caso y entre ambos se establecerá una compleja relación personal y profesional, en la qu...e nada es lo que parece y en la que los dos agentes deberán someterse a los dictados de sus gobiernos, muy interesados en ocultar la verdadera naturaleza del crimen. Arnaiz afrontará la verdad con cinismo y llegará a destapar una de las más sorprendentes y menos conocidas rutas de huida de criminales nazis tras la Segunda Guerra Mundial, en la que además se vieron implicados diplomáticos españoles.

En un entorno donde aún perviven retales de la vieja supremacía blanca en el África Austral, 'Beautiful Rhodesia' constituye una reflexión acerca del pasado reciente y la situación actual del racismo todavía latente en esa región, recoge crudamente las conspiraciones implacables que pueden llegar a tejer muchos gobiernos para defender sus políticas y supone, finalmente, un viaje al decepcionado mundo interior de sus protagonistas.

viernes, 3 de febrero de 2012

En Onda Vasca les gusta Beautiful Rhodesia

Como si de un comentario de Facebook se tratara, en Onda Vasca les gusta Beautiful Rhodesia. Sobre todo a Patxo Abarzuza, de Elkar Comedias, que el pasado 21 de enero hizo esta reseña radiofónica.

Y siguiendo con el juego del botón I like, me gusta que le guste, sobre todo ese comentario que hace de la capacidad de ciertas especies para mantenerse siempre arriba, aunque no lo parezca, cosa que me parece que ocurre en todas partes, no solo en el sur de África.



También puedes escucharla aquí




 

miércoles, 1 de febrero de 2012

De película

Ahora que me llueven ofertas de Hollywood y de varias productoras españolas para comprar los derechos de Beautiful Rhodesia para su versión cinematográfica, se me ha ocurrido que podéis ayudarme con el casting.

¿Qué actores y actrices creéis que encajarían mejor con los personajes de la novela? Venga, animaos y jugad conmigo.

Así, a botepronto (lo de botepronto es un decir, llevo semanas pensándolo), se me ocurre que Miguel Arnaiz podría ser encarnado por Luis Tosar. Sí, ya sé, qué fácil, es el actor de moda en España y blablabla, pero creo que su físico, si quisiéramos ponerle cara a nuestro espía, es el idóneo.


Como quiera que pretendemos hacer una peli de lo más internacional, no nos cortemos un pelo y escojamos a Denzel Washington para el papel del descreído inspector Mugariri. El americano me encanta y creo que lo haría de cine, valga el chiste, y ya practicó acento sudafricano en Grita Libertad.


Más complicado lo tengo con las chicas. No sé quién podría interpretar a Sandra, esa mujer lista y fuerte que tanto os gusta. No lo sé. Ayudadme.

Para Ainhoa, tiremos para casa, me quedo con Bárbara Goenaga.


Pero bueno, ahí os dejo el reto. Pensad y proponed. Spears, Bambridge, los sardos, Patrick, Barranco, Joshua Kamungozi, Rosa... ¡quiero verles las caras!

Las ideas que más me gusten tienen una entrada asegurada para el estreno en Los Angeles o en los Carlos III, que ya veremos.

Y os la firmaré. 

lunes, 30 de enero de 2012

Gandhi, Sudáfrica y Bose (II)

A lo largo de los años 30, Gandhi se convirtió en referencia para el pueblo indio, ansioso por liberarse de la dominación inglesa. Al contrario que otros líderes revolucionarios, apostó firmemente por la no violencia y la desobediencia civil. Sus campañas de boicot a la ropa importada de la metrópoli llegó a ahogar la economía de ciudades industriales como Manchester y Liverpool y fue famosa su peregrinación en contra del monopolio británico sobre la extracción de la sal.

El inicio de la Segunda Guerra Mundial supuso un dilema para él. Pese a considerar, como otros miembros del Congreso Nacional Indio, inmorales los regímenes nazi y japonés, declaró públicamente que no podía enviar a los indios a una guerra por la libertad y la democracia cuando esa libertad y esa democracia eran negadas sistemáticamente a su propio pueblo. Solo apoyaría a Gran Bretaña si ésta concedía la independencia a la India. Aquellos primeros años 40 fueron época de revueltas y protestas contra el gobierno colonial, que las reprimió sin miramientos. El propio Gandhi acabó, una vez más, en la cárcel.

Gandhi y Bose
En cambio, Chandra Bose, otro de los líderes nacionalistas del país, no dudó en alinearse junto a las potencias del Eje, confiando en que una hipotética victoria de Alemania supusiera, por fin, la independencia de la India. Al igual que Gandhi, se licenció en Derecho en Inglaterra y, como él, presidió el partido del Congreso Nacional Indio. Pero, a diferencia del Mahatma, consideró que el camino para la independencia era el de la lucha armada.

Chandra Bose junto a dos oficiales alemanes
Con el apoyo de Hitler y los japoneses, fundó el Ejército Nacional Indio y presidió el Gobierno Provisional de la India Libre que combatió al Raj británico en Birmania. Tras la derrota de Japón, Bose falleció, presuntamente, en un accidente aéreo nunca aclarado.

En 1947, Gran Bretaña accedió, por fin, a la independencia de la India. Pese a su gran prestigio entre las comunidades hindú y musulmana, Gandhi no pudo evitar los motines y matanzas entre ambas y consintió, finalmente, la partición del país.

El 30 de enero de 1948, un fanático hindú, Nathuram Godse, acabó con su vida, a los 78 años de edad.

sábado, 28 de enero de 2012

Gandhi, Sudáfrica y Bose (I)

Este lunes se cumplen sesenta y cuatro años del asesinato de Mohandas Gandhi, el Mahatma, símbolo mundial de la no violencia y la desobediencia civil.

El riesgo de guerra civil entre las comunidades hindú y musulmana le llevó a aprobar, pese a no ser plato de su gusto, la partición de la India británica en dos estados, uno de mayoría hindú (Unión India) y otro de mayoría musulmana (Pakistán, que más tarde sufriría una escisión, denominada Bangla Desh). Esta decisión le costó la vida el 30 de enero de 1948.

Nacido en 1869 y abogado de profesión, el escaso éxito de su carrera en la India le llevó a aceptar un trabajo en Sudáfrica. Pese a estar acostumbrado al trato discriminatorio por parte de los británicos en su país natal, la situación de los no blancos en Sudáfrica supuso para él un cambio radical en su concepción de la vida.

En la inolvidable película de Attenborough y en la que Ben Kingsley estuvo simplemente espléndido, se rememora la humillación que sufrió el joven abogado Gandhi, impecablemente vestido con su traje de sastre inglés comprado en Londres, en un viaje en tren a Pretoria. Su pretensión de viajar en primera le llevó a ser golpeado y abandonado en un apeadero.



A lo largo de sus veintidós años en Sudáfrica peleó por los derechos civiles de la minoría india, muy numerosa sobre todo en las provincias de Natal y Transvaal. Sus métodos de resistencia pasiva y desobediencia civil obligaron al gobierno sudafricano a negociar con su Partido Indio del Congreso.

A su regreso a la India, en 1915, fue recibido como un héroe y abandonó paulatinamente su estilo de vida y vestimenta occidental y profundizó en la filosofía y la espiritualidad.

Y no tardó en erigirse en uno de los líderes del nacionalismo indio frente al colonialismo británico, junto a Pandit Nehru, Sen Gupta y Chandra Bose, entre otros.

Nehru y Gandhi

Continúa...

jueves, 26 de enero de 2012

365

En 2009 me presenté al MostrARTEnavarra, un concurso nuevo, promovido por Cruz Roja, que pretendía reflejar la nueva realidad navarra en el entorno laboral. Fue mi primera incursión en esta literatura de la diversidad que suelo practicar y no me fue mal. Quedé tercero. Por aquel entonces el París 365 andaba por la calle Jarauta. Hoy están en la calle San Lorenzo.




365


Aquella noche llegué un poquito más tarde. 

Me extrañaron su silla vacía y un ramillete de flores modestas en una de nuestras jarras de agua colocada frente a su ausencia.

No se oían voces ni risas; sólo el entrechocar de platos y cubiertos.




Hola, soy Itziar. Al acabar el verano, una se plantea un montón de objetivos y actividades. Se hace muy duro olvidar la bendita rutina de sol, piscina matutina y vinos vespertinos. No es fácil la transición, de ahí que mucha gente opte por ocupar, también en otoño, esas horas previas a la cena: cursos de inglés, de francés, de pintura, manualidades, cocina o internet. Y el spinning, claro.

Durante un paseo por el parque que oxigena mi apartamento reflexioné sobre ello. Estaba segura de que podía dedicar mi tiempo libre a algo más fructífero que la incineración de calorías. Me resistía a convertirme en una más de los muchos y muchas que corren a apuntarse a los gimnasios a primeros de septiembre. Afortunadamente nunca he dejado que mi autoestima decline en función de un posible exceso de kilos. Pero ahí tienes a los amigos, que te recomiendan el deporte, no por estética, claro, sino por salud, como ellos dicen: ayuda en la lucha contra el estrés, te mantiene en forma, reporta satisfacción, duermes mejor y, por qué no, te sientes más guapa. Ya he seguido ese consejo en muchos otros comienzos de trimestre: al empezar el otoño, después de Navidad o antes de llegar el verano. Y siempre he terminado considerándolo una pérdida de tiempo. Y de dinero, por supuesto. Pero también, siempre, he reincidido. Hasta este pasado septiembre.

Martina, mi compañera argentina de la oficina, fue la que me engañó. Te invito a una cerveza y charlamos, me dijo. Qué arpía. Paseamos por la parte vieja de la ciudad y entramos a una tasca, que no visitaba hacía años, en la que disfruté mis primeras cogorzas de adolescente. Y mis primeros besos.

El bar estaba cambiado, modernizado, pero no operado. Operados son, para mí, esos viejos bares que se ven sometidos a tal reforma quirúrgica que no resultan ya reconocibles ni integrados en su entorno. Aceros inoxidables, luces de neón o discotequeras, muebles de diseño incómodo que no encajan en los cascos históricos de las ciudades; pero muchos continúan siendo reconstruidos con esa irrespetuosa manía por lo anacrónico. Tiene delito. En éste, en cambio, habían sabido mantener el estilo y el sabor. Fueron sustituidas las maderas podridas, y pintadas las paredes manchadas por el humo y el tiempo. Olía a nuevo y presentaba una decoración sencilla de inspiración universal: máscaras africanas, tejidos amerindios y geometría árabe se mezclaban con fotografías en blanco y negro de mi ciudad.

El chico de la barra sirvió dos cervezas, con torpeza y exceso de espuma.

—Soy Javi —se presentó—; poner cañas no es lo que mejor se me dé.

Pues si un camarero no sabe..., pensé.

—Javi se encarga de orientar y gestionar ayudas económicas para nuestros usuarios —Martina aclaró divertida—. Es trabajador social.

El chico se secó las manos con el trapo que colgaba del hombro y me ofreció la derecha por encima de la barra.

—¿Usuarios? —pregunté extrañada.

Martina me sonrió. Teatrera, sorbió lentamente la cerveza.

—Pues sí; hemos convertido tu viejo garito en un comedor social. Damos desayunos, comidas y cenas a personas sin recursos. Los trescientos sesenta y cinco días del año.

—Y hacemos muchas más cosas... —intervino Javi abriendo los brazos como si quisiera abarcar el mundo entero.

Martina me guió hacia el comedor. Un hombre algo encorvado, de pelo blanco pero espíritu aún brioso, colocaba platos y cubiertos en las mesas. Más tarde averigüé que se trataba de un fontanero jubilado que había reparado todas las cañerías del local y que por las noches colaboraba sirviendo las cenas.

En la cocina una pareja se afanaba pelando patatas y empanando pechugas de pollo. Mikel, abogado, pasaba dos tardes a la semana en el comedor asesorando a inmigrantes en situación ilegal en el proceso de obtención de su regularización. Me guiñó un ojo para saludarme, pues tenía las manos embadurnadas de harina, huevo y pan rallado. Junto a él, Aritz; era médico y visitaba regularmente a algunos ancianos del barrio que ya no podían acudir al comedor. Les llevaba comida caliente y vigilaba su salud y su soledad.

—Y tú, ¿qué labor haces aquí? —pregunté a Martina.

—Evalúo las solicitudes que recibimos, chica. Hay que mirar su renta, si trabajan o están en paro. Cuánto pagan de alquiler, si tienen familia... Cada vez son más. Y necesito ayuda.

Así fue como cambié el gimnasio por el comedor solidario. Bien fácil.

A la noche siguiente, María, la dietista encargada de elaborar los menús, me explicaba cómo atender la barra y dónde estaba cada cosa. Mientras charlábamos fueron llegando los usuarios habituales de la cena. Ancianos empobrecidos por sus míseras pensiones, subsaharianos que malvivían de la venta ambulante, gitanos que cada noche se tragaban el orgullo, ecuatorianos despedidos de sus trabajos, mujeres en paro acompañadas por sus niños impecablemente lavados y peinados... María saludó a cada comensal por su nombre mientras se iban sentando en sus lugares de costumbre. Del comedor surgía una cháchara agradable mientras yo preparaba jarras de agua y abría algunas botellas de vino. Martina ya me había advertido que muchas de aquellas personas no sólo buscaban alimento físico, sino más bien un lugar cálido y amigable donde reunirse, relacionarse y volver a sentirse seres humanos. Alimentaban su alma.

Noche a noche, yo también los fui conociendo. Saïd, que no podía comer cerdo; Carmen, con sus hijos Nicolás, Sara y Alex; dos chicos de Zimbabwe, Robert y Joshua, de los que nunca conseguí pronunciar bien el apellido (ellos tampoco el mío); Mario, ex-presidiario, ex-drogadicto y encargado de recoger los alimentos que nos donaban los bares, comercios y sociedades gastronómicas de los alrededores. Así hasta cuarenta personas. Pero los que mayor ternura me inspiraban eran Sagrario, una mujer con su escaso pelo blanco escrupulosamente peinado, vestida con sencillez y limpieza, que te miraba con dignidad envuelta en cariño, mientras arrastraba penosamente los pies. Siempre llegaba apoyada en el brazo robusto de Wilson, su vecino colombiano, albañil en paro, quien la hacía reír constantemente, piropeándola como sólo sabe hacerlo un cartagenero. Compartían una mesa para dos. Eran, sin duda, una de las parejas más curiosas y ruidosas de las que caían por allá. Y contagiaban su alegría en un lugar realmente necesitado de ella.

Así pasó el otoño. Mis brazos no necesitaron tonificarse en el gimnasio, pues cinco tardes a la semana atendía el comedor en el horario de cena y acarreando cajas y bandejas una se pone muy pero que muy en forma. Y otros dos días solía ayudar a mi amiga Martina a analizar las solicitudes que recibíamos. También llevábamos la contabilidad del proyecto. Confiaban en nuestra capacidad con los números; claro, éramos las del banco.

Y celebramos la Navidad. Mis padres no entendieron que no pasara con ellos la Nochebuena ni la Nochevieja. Pero mi sitio estaba allí, con la zambomba, el turrón, los confetis y el cava barato.

 

La noche que llegué tarde el silencio me sorprendió. No había voces; sólo, como he dicho, el ruido de la vajilla y las noticias, muy bajitas, en el televisor. La mesa de Wilson y Sagrario estaba vacía.

Pobre mujer, era tan mayor... La echaremos en falta, pensé mientras observaba las flores sobre la mesa desocupada. Sin duda las habría traído Wilson, su eterno compañero.

Las caras de mis colegas transmitían tristeza y melancolía. Intenté sobreponerme y me puse el delantal. En ese momento entró Sagrario, con su alegría escondida. Arrastraba los pies más de lo normal, del brazo de Javi, nuestro trabajador social, que me habló con ojos enrojecidos:

—Wilson. Se ha caído de un andamio. Había empezado a trabajar. Sin papeles.



Dedicado a las chicas y chicos del París 365
Jarauta 87
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