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sábado, 23 de mayo de 2015

Festival de Eurovisión y La granja de Perla

Hoy se celebra el Festival de la Canción de Eurovisión, momento ideal para seguir promocionando La granja de Perla. Quienes hayáis llegado al capítulo correspondiente, sabréis por qué.



Aquí os dejo unos vídeos de la edición de 1974, celebrada en Brighton.


United Kingdom - Royaume Uni (Olivia Newton-John)



Spain - L'Espagne (Peret)


 
Portugal (Paulo de Carvalho)



Y el ganador fue...

Sweden - La Suède (Abba)

 

martes, 12 de mayo de 2015

Presentación de La granja de Perla

Este próximo jueves 28 de mayo de 2015, a las 18.30, en Elkar Comedias, podréis asistir a mi segundo parto (o parida) novelera, La granja de Perla, un espectacular thriller bélico, histórico y étnico.


En el otoño de 1973, poco antes de la Revolución de los Claveles, Portugal vive los últimos meses del régimen dictatorial salazarista. Mientras tanto, en sus provincias africanas se libra una cruel guerra colonial.

Tras el asesinato de tres misioneros salesianos, una joven e idealista reportera de Radio Nacional de España —comprometida con el antifranquismo— investigará los hechos y conocerá el amor y la guerra a orillas del Océano Índico. Al mismo tiempo, Perla, una granjera blanca, asistirá atónita al desplome del viejo estilo de vida colonial labrado por tres generaciones de su familia.

Guerrilleros africanos, jóvenes soldados de reemplazo, nativos discriminados y colonos europeos componen el marco humano donde confluyen el final de un imperio y cinco de los grandes ismos de la segunda mitad del siglo XX: colonialismo, nacionalismo, racismo, comunismo y machismo.



Próximamente, en Editorial Ledoria.

 

viernes, 20 de marzo de 2015

Guinea, de Fernando Gamboa

Fernando Gamboa (Barcelona, 1970) es aventurero y escritor, o escritor y aventurero. Y de esa mezcla tan atractiva surgen novelas como la que publicó en 2008, Guinea, un etnothriller con tintes políticos, históricos o incluso ecológicos.

A través de los ojos de Blanca, una antropóloga de Vitoria-Gasteiz, conoceremos la realidad política de Guinea Ecuatorial, la de sus gentes y la de sus riquezas y miserias. Y también descubriremos pinceladas de su pasado colonial español. Todo ello narrado a un ritmo vertiginoso que no concede una página de respiro, con gotas de humor, amor e incluso algún guiño cinematográfico (en ciertas escenas no he podido evitar acordarme de Bogart y Hepburn a bordo de La reina de África).

Si a esta lista de ingredientes le añadimos uno de los desenlaces más sorprendentes e inquietantes con los que me he encontrado nunca, no tendremos dificultad para explicarnos las razones del éxito de Gamboa.

Además, su olfato le permitió convertirse en uno de los primeros en presentarnos Guinea Ecuatorial como escenario literario, senda que siguieron con éxito, más tarde, novelas como El cooperante o Palmeras en la nieve.

Y mientras Gamboa siga viajando por el mundo y ofreciéndonos historias tan interesantes, otros nos dedicaremos a ser aventureros de sofá.

Que tampoco es moco de pavo.

lunes, 16 de marzo de 2015

Skinflint, heavy metal en Botswana

Hacía mucho tiempo que no hablábamos de música del sur de África en este blog, así que hoy me he acordado de Skinflint, un grupo heavy de Botswana, y he decidido presentároslo.

Foto: Daniele Tamagni

Este trío compuesto por Giuseppe Sbrana, Kebonye Nkoloso y Alessandra Sbrana nació en Gaborone en 2006 y suena así de bien.

 

martes, 10 de marzo de 2015

El rencor siempre tiene buena memoria, en Fiat Lux

Hace unos días, la versión digital de Fiat Lux, la revista especializada en literatura negra y periodismo digital, me publicó El rencor siempre tiene buena memoria, este cuento negro y africano, a caballo entre el presente y el pasado colonial de Guinea Ecuatorial. Vamos, en mi línea.



El rencor siempre tiene buena memoria
 

Los niños son crueles. Les gusta reírse del diferente, señalarlo, mofarse de él. Son verdaderos expertos en hacer sufrir al que consideren inferior o distinto.
Disfrutan.
Son sádicos.
Nadie, nadie como ellos para torturar a los demás.
Del diario de R.D.N., localizado entre sus efectos personales.
Número de registro 2013/AS-368
Cuerpo Nacional de Policía
 

 
Llueve. A mares. Como si nunca fuera a parar. Y, pese a los años, no terminas de acostumbrarte. No, no terminas.

Aunque allá hubiera épocas en las que caía igual.

O más, incluso, mucho más.

Rodeas la taza de chocolate caliente con tus manos heladas mientras observas la cristalera empañada; figuras con paraguas, figuras con prisas, figuras con bolsas. Algunas luces de Navidad adornan borrosas la plaza.

Desde luego, chica, quién te habrá mandado embarcarte en semejante aventura. En mala hora descubrió tu hija esa página web. Pero qué le vas a hacer, te puede la nostalgia, te puede.

Sí, la nostalgia.


Si quieres continuar leyendo, haz clic aquí.

 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Ganador del VIII Osmundo Bilbao Garamendi

Osmundo Bilbao Garamendi fue un misionero comboniano, nacido en 1944 y asesinado en Uganda, en 1982. Su biografía despide un profundo amor por África y su gente. En honor a él se convoca cada año, en Muskiz, su localidad natal, uno de los más prestigiosos premios de narrativa solidaria de la Península.

Tras haber conseguido el accésit en 2011, este año he tenido la fortuna de ganarlo con un cuento saharaui titulado Piensa que la alambrada solo es un trozo de metal. Uno mi nombre así al de autores que lo ganaron en su día y que admiro profundamente, como Javier Díez Carmona.

Como podréis suponer, estoy más contento que unas pascuas.

Y muy agradecido.


Imágenes tomadas de http://mareometro.blogspot.com.es/



jueves, 30 de octubre de 2014

El Pasadizo

El Pasadizo me hizo ganar, en 2010, el MostrARTEnavarra. Fue el primer premio que me traía a casa, después del tercer puesto que obtuve, en el mismo certamen, un año antes. Desde entonces, de vez en cuando, algunos jurados han seguido alimentando mi vanidad.


El Pasadizo
 
Todavía recuerdo sin la menor dificultad aquella primera mañana. El mismo traje de chaqueta de Zara que compré para la entrevista, los mismos zapatos vainilla y el mismo rímel para las pestañas. El mismo 205 oxidado con la L colgando en la luna trasera y el tubo de escape pedorreteando por la A-15, rumbo a Olite. Y las mismas ganas y los mismos nervios.
Por fin. Mi primer día de curro. La cabeza llena de pájaros. Y de ilusiones. Monísima. Igualita igualita que el día de la entrevista. Medio año de prácticas por delante. Recursos Humanos. En una bodega. Becaria. Cuatro perras. Otoño e invierno. Nóminas. Contratos. Finiquitos. Impresos para los seguros sociales. TC1. TC2. Confiar en que, cuando no tengas ni puñetera idea, alguien te enseñe. Igual que en el insti. Aunque aquí las cagadas se paguen, no como en el insti. Y venga, chica, arranca ya para Pamplona, no vaya a ser que nos cierren la oficina, presentemos los papeles fuera de plazo y dejemos a toda esta gente con el culo al aire.
Responsabilidades.
Futuro.
Adulta.
Pero aquel primer día todo resultó muy diferente a lo que yo imaginaba.
Todo.
Y, además, se me arruinaron los zapatos vainilla.
Alicia, la directora del departamento, mi ya jefa, me recibió en vaqueros. Dos semanas antes, en la entrevista, parecía una mujer mucho más sofisticada. Una ejecutiva de ésas, de las maduras y modernas. Jefa de Recursos Humanos. En una bodega de prestigio. Mujer elegante. Profesional excelente. Triunfadora.
Pero no. Aquella mañana no. En mi primera mañana no. Sin maquillar. Vaqueros, botas de monte, jersey de cuello alto y la melena recogida en una coleta. Y lo peor fue cuando vi pasar, fugazmente, al gerente. ¡Él también iba con tejanos y camiseta! ¡Con su calva y su barriga! ¡Patético!
—Ay, querida —se disculpó entre divertida, despreocupada y apesadumbrada—, olvidé decirte que, en época de vendimia, es tradición que todos los jueves salgamos por la mañana a recorrer los viñedos. ¡Tendría que haberte avisado para que vinieras con ropa cómoda! ¡Perdóname!
Y así fue cómo mi único pantalón decente, mis únicos zapatos decentes y todo mi supuesto aplomo de novata sabihonda acabaron perdidos de barro. Gracias al cielo, gris en aquella mañana lluviosa de septiembre, mi jefa me acompañó en todo momento. Como queriendo compensar su despiste, como lamentando que se me estropeara aquel aspecto impecable con el que proclamaba ingenua mis intenciones de comerme el mundo en mi debut laboral.
—A los dueños les gusta que todas las personas que trabajamos aquí mantengamos contacto con la tierra. Dicen que si no la sentimos, si no la pisamos, si no la recorremos, si no la olemos, nunca seremos capaces de amarla y mucho menos de apreciar el vino que nos da. A mí eso me parece una chorrada solemne, qué quieres que te diga, pero es una buena ocasión para pasear fuera de la oficina, tomar el aire y conocernos un poquito mejor. ¿No te parece? ¡Además los dueños son los que pagan! ¡A mandar!
Dejamos atrás nuestras oficinas, nuestras naves y nuestros depósitos. Y más atrás aún la carretera, la urbanización y las torres del castillo. Ella me acompañó atenta entre las hileras de viñas, dispuesta a sostenerme si resbalaba. El suelo húmedo aparecía sembrado de racimos que habían caído enteros y maduros. La tierra mojada inundaba mi nariz, mezclada con aroma de sarmiento, de uva y de cierzo fresco. Pese al barro que me engullía hasta casi la rodilla, disfruté de la compañía de Alicia y de sus primeros consejos en mi puesto de trabajo.
Entre las cepas, con la cerviz gacha, temporeros y temporeras de Marruecos, Ucrania, Ecuador, Senegal, Colombia, Argelia o Rumanía se afanaban en el corte. Con habilidad paciente despojaban a las vides de los racimos de fruto que luego secaban con mimo y un trapito antes de arrojarlos en los grandes cestos de mimbre o goma. Los granos mojados podían perjudicar la calidad del resto de la uva.
Alicia fue capaz de saludar a casi todo el personal por su nombre de pila. Otra buena enseñanza sobre cómo dirigir un departamento de recursos humanos. Hola Miguel. Hola Baschir. Hola Oksana. Hola Fernando. Hola María. Hola Nicolae. Hola Vladimir.
Hola Saleha.
Hola, doña Alicia, contestó en medio de una sonrisa sin dientes una mujer de cara arrugada, atrozmente doblada bajo el cesto repleto que transportaba hasta el remolque donde otros trabajadores descargaban sus capazos.
Impactada por la escena, no pude evitar preguntar:
—¿Es normal que una mujer tan mayor cargue con semejante peso?
Así conocí la historia de Saleha, nuestra Saleha.
Nador.
Cualquier mañana de uno de los muchos meses del año que no pasa vendimiando en Olite.
No son las cinco todavía. Ella espera a pie de carretera, cerca de su casa de muros de adobe y techos de plástico y uralita. Destemplada. Tiritona. Su primo la recoge con un Mercedes desvencijado. Y en su ruta hacia Beni Enzar, en la frontera con Melilla, otras personas montarán. Y formarán una caravana con otros coches de otras carreteras. De otros pueblos. Repletos de pasajeros, también. Mujeres en su mayoría, también. Han de estar ahí antes de las seis. El Mediterráneo apenas empieza a vestirse de naranja en el horizonte. Todos hacen cola frente al puesto fronterizo. En un momento indeterminado, alrededor de las nueve, el gendarme abre perezoso la verja, la masa cruza ordenadamente la tierra de nadie y hace cola otra vez.
La Guardia Civil.
¡Orden! Pasaportes. Abra ese paquete. Adelante. Despacio. Alto. ¡Sin empujarse, mecagoendiós!
Así cada mañana. Cientos de personas. A veces miles. Caminata polvorienta. Pinos. Bajeras con letreros. Se alquila. Eucaliptos. Bares abiertos, olor a café y bollos y ni un euro en los bolsillos. Europa en África.
Cuando se acercan a la explanada aparecen varias camionetas blancas. Los más rápidos echan a correr hacia ellas, sin siquiera esperar a que se detengan. Abren las puertas y buscan los fardos más grandes, los más pesados. Se paga por kilos, nunca más de seis euros el bulto. Ropa usada, papel higiénico, galletas, compresas, macarrones, toallas. Las mujeres, más lentas, aún habrán de caminar casi un kilómetro por senderos de tierra, polvo o barro, hasta las naves industriales en las que los contrabandistas españoles almacenan su mercancía.
Y lejos, tan lejos que ni se ven, la ciudad modernista, con la Casa Tortosa, el edificio La Reconquista o la Casa Melul, la Mezquita del Toreo, el puerto deportivo, la playa del Hipódromo, la iglesia de la Purísima Concepción y el cuartel de Regulares. Y cerca, tan cerca que se huelen, el vertedero y las chabolas de subsaharianos y paquistaníes.
Saleha emprende el camino de vuelta hacia Marruecos. Sesenta kilos crujen sus vértebras. Hay quien es capaz de transportar cien. Sudor y lamentos. Plegarias musitadas. Pies a rastras. El cuello ligeramente incorporado. La frente alta bajo el hiyab. Pasos muy breves.
Las motos y los coches esquivan en los pasos de peatones a los porteadores que apenas pueden ver dónde pisan. Se tambalean. Es el Barrio Chino. Por fin llegan a la jaula, al torno que gira y gira para darles paso desde el lado español.
A partir de ahí unas docenas de metros entre paredes de ladrillo coronadas por alambre de espino. Un horno en verano. Una nevera en invierno. Una ratonera siempre. Nada que beber y menos si es Ramadán. Apenas hay espacio suficiente para una de estas filas de mulas humanas.
Es el Pasadizo.
En el lado marroquí, el gendarme cobra su rasca, su mordida. Unos céntimos por cada fardo. Son las tasas que gravan la importación de mercancías.
Eso es lo que les explica, y sonríe.
Didáctico.
Cínico.
Cabrón.
Ya de nuevo en Beni Enzar, Saleha busca a su primo, el del Mercedes. Le ve hablar con otro hombre tan malencarado como él. A duras penas se desprende del bulto, que suelta a sus pies, aliviada. Intenta enderezar la espalda. Duele. Duele mucho. Muchísimo. Esconde un billete de cinco euros en un saquito de arpillera que oculta entre lo que queda de sus pechos flacos y resecos y vuelve a la frontera a la carrera, intentando evitar que los pies cansados se le enreden en la chilaba. Si tiene suerte, conseguirá un segundo paquete. Otra vez sesenta o más kilos de ropa usada, papel higiénico, galletas, compresas, macarrones, toallas. O un par de neumáticos viejos y desgastados. Como ella.
Si tiene suerte.
Por eso apenas necesito unos segundos para comprender que casi no le cueste esfuerzo cargar con los cestos llenos de uva y esperanza y volcarlos con tanta facilidad en el remolque.
Hola, doña Alicia, sonríe al pasar de nuevo.
Mi jefa me explica:
—¿Sabes? Cada año Saleha se lleva dos botellas de vino joven, etiquetadas, a su casa de Nador. Dice que su marido las guarda en una repisa, sobre la cocina de leña. Son musulmanes. No se las beberán. Pero las conserva con celo y orgullo, porque son los trofeos de su mujer, sus propias Copas de Europa, las que se gana cada septiembre cuando viene a trabajar aquí. Año a año, capazo a capazo, arrancadas a la tierra. A esta tierra, a la que pisas, a la que debemos aprender a sentir, a la que debemos aprender a amar, como quieren los dueños.

 

Ha pasado el tiempo desde aquel paseo matinal que arruinó mis zapatos vainilla y los bajos de mi único pantalón decente.
Las vendimias se han sucedido.
Una tras otra.
La becaria superó su trauma del primer día.
Demostré no tener un pelo de tonta y aprendí mucho de nóminas, contratos, permisos de trabajo y seguros sociales.
Y de vino.
Con mis primeras cuatro perras fui otra vez a Zara y me compré traje y zapatos nuevos. Ya no se llevaba el color vainilla.
Terminadas las prácticas, pasé a formar parte de la plantilla de la bodega. 
Y, con mis primeras canas teñidas, llegué a gerente.
Saleha ya había dejado de venir a Olite al final de cada verano.
Pero yo copié su vieja costumbre. Cada Navidad, nunca me olvido de enviar una caja de doce botellas a mis abuelos en Bulgaria.
Para que las compartan.
Con mis tíos y mis primos.
Y para que se acuerden de los parientes que hace ya tanto tuvimos que instalarnos en esta tierra.

 
 

lunes, 6 de octubre de 2014

La fragilidad del neón, de Juan Laborda Barceló

Son varias las novelas ambientadas en la Argelia francesa y su guerra de independencia que, en los últimos tiempos, han llamado mi atención, desde Lo que el día debe a la noche y Los ángeles mueren por sus heridas de Yasmina Khadra hasta Asesinatos archivados, de Didier Daeninckx pasando por El arte francés de la guerra de Alexis Jenni, Hombres, de Laurent Mauvignier o Donde dejé mi alma, de Jérôme Ferrari.

Así que, en cuanto conocí el argumento de La fragilidad del neón, supe que me iba a interesar.

Linda Darnell
Y no me equivocaba.

Ramón Sandoval, un español exiliado en el París de 1961, es contratado por la actriz norteamericana Linda Darnell durante su visita a la capital francesa.

El siniestro Maurice Papon encarga a este antiguo comunista la protección de la estrella de Hollywood, ante un eventual atentado por parte de nacionalistas argelinos. Por su parte, Manuel, hermano de Ramón, combate en las filas del FLN al ejército colonial francés.

A través de esta trama, salpicada de innumerables referencias cinematográficas, históricas y artísticas, Juan Laborda construye un thriller que describe los años convulsos de la guerra de Argelia, el enfrentamiento a tres bandas entre De Gaulle, la OAS y el FLN y el sabor a derrota que acompañó durante décadas a los republicanos españoles exiliados en Francia.

Es esta una novela amarga, dura y vibrante, que mantiene el interés hasta alcanzar su culminación con la masacre de París, y que atrapa a cualquiera que comparta mi pasión por el final de la presencia colonial europea en África.

Ojalá que La fragilidad del neón alcance el éxito y la repercusión que merece.




 

sábado, 24 de mayo de 2014

El plan Bérkowitz, de Mario J. Les

Quienes no profundizan demasiado en la realidad de la narrativa navarra (si es que lo hacen), suelen achacarle una cierta monotonía temática, acusándola de demasiado pegada a temas locales, ya sean históricos o políticos.

Ignoran la gran variedad de géneros y escenarios que manejamos, ignoran nuestra capacidad para contar historias intimistas, sí, pero también otras habilidades narrativas que nos pueden llevar al terror, al género policíaco, la ciencia ficción o al thriller.

El plan Bérkowitz es un ejemplo de lo que comento. Su autor, Mario J. Les, nos traslada con audacia desde los escenarios navarros a los parques nacionales africanos, pasando por los atroces campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Con una premisa tan ambiciosa, Mario construye un thriller que desgrana la historia de una familia navarro-judía, los Bérkowitz, a lo largo de sesenta años.

Con algunos errores propios del novelista novato (de esto sé mucho), Mario demuestra en esta novela-debut que sabe cómo dosificar una trama tan adictiva en capítulos cortos y dotados de ritmo, donde, además, destaca una profunda labor de documentación para construir unos escenarios verosímiles, a caballo entre el National Geographic y el History Channel.

Si a esta consideración unimos la calidad narrativa de muchas de sus escenas, El plan Bérkowitz supone una propuesta más que atractiva para quienes nos sentimos fascinados por los paisajes africanos y las historias de espías y nazis.

Aunque haya quien piense que se trata de un género menor.

PD.- Esta novela, también, puede arrancarte una sonrisa si te gustaba el baloncesto europeo de los años 70 y 80, empleando un truco similar al de Carlos Bassas en El honor es una mortaja.

 

lunes, 12 de mayo de 2014

Los surcos del azar, de Paco Roca

Comentaba el otro día en el club de lectura de la Biblioteca Pública de San Jorge, que, aparte de las amistades que se forjan y de las tertulias que las cimentan, lo mejor que saco de esas reuniones mensuales es el descubrimiento de libros y autores en los que no había reparado. O para los que no había sacado tiempo.

Pues bien, uno de los mayores hallazgos de este curso ha sido el de la novela gráfica. Siempre me ha gustado el cómic, de pequeño era un comprador compulsivo de Don Mikis, Mortadelos y TBOs, y siempre defenderé a Tintín y Astérix. Pero, como decía, en el club de lectura he descubierto una variante del género, la novela gráfica.

Así, este año he tenido la oportunidad de disfrutar de Maus y de Píldoras azules. Y, gracias a ellos, me he acercado a Paco Roca, autor de Los surcos del azar, que me ha dejado la boca más abierta que la de los leones de los buzones de Correos en el paseo de Sarasate.

A caballo entre dos lenguajes, el literario y el cinematográfico, Paco Roca recrea la epopeya de ese grupo de republicanos españoles que, tras huir de Alicante a finales de marzo de 1939, sufrir como esclavos en la construcción del Transahariano que debía unir Argel con Níger y enrolarse en el ejército de la Francia Libre, liberaron París de los nazis en agosto de 1944.

Esta aventura, pese a ser poco conocida, va haciéndose hueco en la literatura española (me viene a la cabeza Morir bajo dos banderas, de Alejandro M. Gallo) y comienza así a saldarse la deuda histórica contraída con aquel puñado de luchadores antifascistas.

Como Art Spiegelman en Maus y Frederik Peeters en Píldoras azules, Paco Roca no duda en convertirse a sí mismo en un personaje más de Los surcos del azar, protagonista de una serie de entrevistas con uno de esos veteranos republicanos que le confía sus memorias y recuerdos, con sus luces y sombras. Curiosamente, y al contrario del estándar cinematográfico, Paco Roca emplea el color para las escenas de los años 40 y el blanco y negro para las actuales.

Excelentemente narrada y dibujada (memorables las escenas de batalla y, sobre todo, la entrada de La Nueve en París en la madrugada del 24 de agosto de 1944), Los surcos del azar confirman a Paco Roca como uno de los grandes autores europeos de la novela gráfica actual.

No os la perdáis.


 

jueves, 6 de febrero de 2014

Zimbabwe en los Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014

Dicen que en Zimbabwe no ha nevado desde hace más de cincuenta años. Pero este hecho no impide que, por primera vez en la historia olímpica, este país del sur de África participe en unos juegos de invierno.

Y va a ser de la mano o, mejor dicho, de los esquís de un jovencito de 20 años, Luke Steyn, nacido en Harare y que, como tantos otros deportistas blancos de Zimbabwe, vive a caballo entre Europa y Estados Unidos, donde estudia.


Foto AP - Sports Illustrated

Dice que tiene ganas de dar una alegría a su país.

Zimbabwe está detrás de él.

Ojalá tenga suerte.

Kirsty Coventry y la selección femenina de hockey sobre hierba le precedieron.

 

miércoles, 22 de enero de 2014

Novela negra sudafricana (VI)

Si un aspecto destaca en la novela negra sudafricana actual es su absoluta crueldad. En contraposición al género policíaco clásico, en el que la trama criminal suponía una excusa para el entretenimiento, existe ahora un puñado de autores en el sur de África empeñado en que sus novelas reflejen con crudeza la realidad de su país.

Si Roger Smith dibujó una salvaje historia de venganza en Diablos de polvo, si Margie Orford retrató dramáticamente la explotación sexual de las mujeres en Sudáfrica en Preciso como un reloj, la gran estrella del género en ese país, Deon Meyer, no se queda atrás con El pico del diablo, una cruel historia sobre abusos infantiles y que toca otros dramas como la prostitución y el alcoholismo.

Ya hace mucho que Ricardo Bosque, todo un gurú para estas cosas, me habló de Meyer, autor blanco que escribe sus novelas en afrikaáns y, desde entonces, le tenía echado el ojo.

Melchor se acordó hace unos días y me lo puso en el zapato.

El pico del diablo está ambientada en la Sudáfrica actual, ese país que intenta reinventarse tras décadas de apartheid y siglos de dominación blanca sobre la mayoría negra. Y esa tensión racial sobrevuela la historia, con destellos de la complicada relación jerárquica que se produce entre los viejos policías blancos y el resquemor que muestran ante la incorporación de agentes negros en virtud de la discriminación (o la afirmación) positiva.

Más allá de estos aspectos étnicos que siempre me han resultado apasionantes la novela destaca por el talento de Meyer a la hora de dosificar los distintos hilos de la trama con una presentación progresiva y agobiante de sus distintos personajes y de sus trágicas circunstancias.

Como suele ocurrir, Ricardo Bosque no se equivocó en su recomendación.

Así que seguiremos leyendo a Meyer, que intuyo que merecerá la pena.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Yasmina Khadra

Bajo este seudónimo femenino, se esconde Mohammed Moulessehoul, el novelista argelino actual en lengua francesa más conocido a este lado del Mediterráneo.

Antiguo militar, su Trilogía de Argel, compuesta por las novelas MorituriDoble blanco y El otoño de las quimeras supuso su debut en el género negro. En dichas obras, Khadra expuso claramente sus opiniones sobre el conflicto que enfrentaba en los años 90 al gobierno argelino del Frente de Liberación Nacional (FLN), progresista y laicista, con el fundamentalismo religioso encarnado por el FIS (Frente Islámico de Salvación). Este hecho, unido a su preferencia por escribir en francés en vez de en árabe, le llevaron a abandonar el ejército e instalarse en Aix-en-Provence.

Pero, sin duda, la novela que le lanzó al estrellato fue Lo que el día debe a la noche, que recreaba el Orán cosmopolita de la época colonial, en la que convivían, no siempre, pieds noirs (de origen francés, español, italiano o maltés) con árabes, bereberes y judíos.

En este 2013 se ha estrenado la versión cinematográfica, de la que os dejo el tráiler:


Los conflictos entre comunidades y la discriminación racial son el marco en el que se desarrolla esta novela que navega entre lo histórico y lo costumbrista, lo romántico y lo social, ambientada en la ciudad que vio nacer a otro novelista argelino francófono, Albert Camus, desde los años 30 hasta la independencia de Argelia en 1962.

Recientemente se ha publicado en español Los ángeles mueren por nuestras heridas, en la que, a través de la supuesta autobiografía de Turambo, un boxeador musulmán, Yasmina Khadra regresa a ese Orán colonial previo a la Segunda Guerra Mundial.



Su forma de narrar, exquisita y cercana al mismo tiempo, constituye la clave de su éxito.

No lo perdáis de vista.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La música del apartheid

Ayer, 5 de diciembre de 2013, murió Nelson Mandela. Muchas cosas se dirán sobre su figura y su obra estos días, y poco hay que añadir.

Hoy quiero recordar la música que, durante años, sirvió para que en el mundo se conociese la lucha de su pueblo contra el apartheid.

Desde la del cantante sudafricano Johnny Clegg, con sus bandas Juluka y Savuka...



...hasta Peter Gabriel, que recordó la tortura y muerte de Steve Biko recreada en la peli Grita Libertad...



...pasando por gente de nuestra tierra, como los hermanos Muguruza con Kortatu en su inolvidable concierto de despedida en el Anaitasuna.



 
 

lunes, 4 de noviembre de 2013

La canción de Mbama, de Javier Reverte

De vez en cuando hemos hablado en este blog de novelas guineanas, como El cooperante, Palmeras en  la nieve o Las tinieblas de tu memoria negra.
 
Unos son autores de aquí y otros de allá.
 
Algunas están ambientadas en la actual Guinea Ecuatorial y otras en la antigua Guinea Española.
 
Y algunas combinan ambas épocas.

Es este el caso, también, de La canción de Mbama, de Javier Reverte, uno de los autores españoles más prolíficos en lo que a África se refiere, y del que ya comentamos en su día el soberbio thriller El médico de Ifni.

La canción de Mbama es una novela corta, rápida, que resume cuarenta años de la vida de un médico navarro en Guinea, desde los años finales de la colonización española hasta la actualidad, pasando por la descolonización y las dictaduras de Macías y Obiang.

Y, pese a estar ambientada en África, lo que más de ha gustado de la novela es ese aire a western que desprende, con sus odios atávicos y sus deseos de venganza paciente.

Toca también otros temas interesantes, como el de la cooperación internacional, que ya vimos en la novela de Javier Oliva, la opinión nativa sobre la época colonial, aparecida la de Donato Ndongo o los de las relaciones amorosas/sexuales entre europeos y nativas, tratado en la novela de Luz Gabás.

En resumen, una estupenda novela para darnos un garbeo por el África hispana, tan desconocida, paradójicamente, por estos lares.


 

lunes, 7 de octubre de 2013

Balance de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión 2013

Vuelven los libros a las cajas de cartón, esperando a otra feria, aunque muchos ahora estén repartidos en las estanterías de tantos hogares.

Como siempre, han sido días de placer buscando y rebuscando esas novelas que siempre he querido tener.

Aquí va la lista de adquisiciones de este año, novela negra, navarra, ambientada en África, en Rusia o en la India británica. Ahora solo nos queda esperar a que llueva para disfrutarlos en mi sofá.

  • Las huellas erradas, de Eduardo Iriarte.
  • Cosecha roja, de Dashiell Hammett.
  • Violetas para Olivia, de Julia Montejo.
  • Canta la hierba, de Doris Lessing.
  • Sólo una muerte en Lisboa, de Robert Wilson.
  • La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz.
  • Reparto de despojos, de Paul Scott.
  • La casa Rusia, de John le Carré.
  • La justicia de los errantes, de Jorge Díaz.
  • La canción de Mbama, de Javier Reverte.


Os dejo con un fragmento de la gran serie británica La Joya de la Corona, basada en la tetralogía de Paul Scott El cuarteto del Raj, y que se cierra con ese Reparto de despojos que ya me está esperando.

 
 

lunes, 12 de agosto de 2013

Novela negra sudafricana (V)

Con esto del boom de la literatura criminal que nos llega desde el sur de África, son muchas las oportunidades que se nos brindan para descubrir autores de la tierra de Nelson Mandela.

El último que ha pasado por mis manos ha sido Roger Smith, nacido en Johannesburgo, con su potente novela Diablos de polvo. Ambientada en la actualidad, en esa Sudáfrica que ya dejó atrás el apartheid, pero que ha creado nuevas fronteras en el seno de su población, las socioeconómicas, que tan bien conocemos en el resto del mundo.

Así, esta novela nos presenta esta nueva Sudáfrica multirracial, en la que ya no son ilegales las relaciones sexuales interétnicas, pero en la que campa la corrupción y los poderosos siguen siéndolo, aferrados a las viejas tradiciones, y en la que las mujeres, también como en tantas otras partes del mundo, son meros objetos de intercambio.

Es una historia de venganza, de retorno al pasado, de resurrección de viejos fantasmas, de hasta dónde pueden llegar las personas llevadas al límite, pero también es una historia de amor y lealtad, envuelta toda ella en un mundo tan violento, en el que la vida tiene tan poco valor, que angustiará al público que solo busque un thriller entretenido con el que pasar el rato.

Porque Diablos de polvo es mucho más que un etnothriller, es un puñetazo salvaje en el estómago de quien la lea.

Por último, hay que destacar la cuidada traducción y edición de Es Pop, a la que hay que agradecer que nos haya traído este magnífico regalo en forma de literatura africana.

viernes, 24 de mayo de 2013

Literatura colonial portuguesa (V)

Cuando faltan pocos meses para que se conmemoren los 40 años de la Revolución de los Claveles, que puso fin a trece años de guerra colonial, en Portugal se preparan para una nueva avalancha de novelas ambientadas en las selvas y matas de Angola, Guinea y Mozambique.

Una de las primeras en ser publicadas, apenas diez años después del final del conflicto, fue esta Autopsia de un mar de ruinas. Su autor, João de Melo, destinado en Calambata (norte de Angola) a comienzos de los años 70, fue, como Lobo Antunes, miembro de los servicios médicos del ejército portugués. Lo que allí vio, lo que allí sufrió, ha marcado su obra literaria.
 
La estructura de esta novela alterna dos voces opuestas, la de los soldados portugueses, en los capítulos impares, y la de los nativos africanos, en los pares.

Así, de una parte, compartimos las experiencias bélicas, tan próximas a la locura, de aquellos jóvenes reclutas obligados a cumplir el servicio militar a miles de kilómetros de sus hogares. A través de esas páginas, podemos vivir sus momentos de pánico en combate, la crueldad con la que trataron a los africanos y el desprecio del que fueron objeto por parte de los colonos blancos.

El punto de vista nativo, en cambio, ofrece la miseria de un sistema social racista, colonial, con familias enteras desplazadas de sus lugares de origen y confinadas en sanzalas, aldeas artificiales en las que la policía y el ejército portugués pretendían controlar a la población civil y evitar su contacto con los movimientos guerrilleros independentistas. El gran mérito literario de João de Melo lo encontramos precisamente en estos capítulos, en los que los nativos se expresan desordenadamente en el idioma de los colonizadores (cabe destacar, en este punto, la extraordinaria traducción de Rebeca Hernández, asesorada por el propio Melo). Así, conoceremos su pobreza inmensa, el maltrato que sufren, los abusos de todo tipo, y casi siempre bajo un prisma femenino, en una nueva muestra de que las mujeres son las grandes víctimas de cualquier guerra.

Autopsia de un mar de ruinas es, pues, otro gran relato, descarnado, de aquellos años oscuros de la historia africana y portuguesa, pero es también, y sobre todo, un brillante ejercicio literario donde el agua y la sangre todo lo salpican.

 

domingo, 12 de mayo de 2013

Novela negra sudafricana (IV)

Nacida en Swazilandia, Malla Nunn vivió su infancia en la Sudáfrica del apartheid clasificada como mestiza, siguiendo las normas de aquel formidable y paranoico aparato burocrático-policial que segregaba a las personas en función de su color de piel.

Afincada en Australia desde la década de los 70, aquellas vivencias infantiles quedan reflejadas en su obra literaria. Así, en Un hermoso lugar para morir, novela ambientada en la Sudáfrica de los años 50 en los que la Ley de Inmoralidad prohibía las relaciones sexuales interraciales, la mezcla (o no mezcla) entre razas es el detonante del asesinato del comisario de policía afrikáner de una pequeña localidad rural fronteriza con el Mozambique colonial portugués.

Emmanuel Cooper, agente de la Policía Judicial, es asignado al caso y, a través de sus investigaciones, conoceremos de primera mano las intrincadas relaciones entre las comunidades bóer, inglesa, zulú e incluso judía del país.

Este policía, veterano desquiciado de la Segunda Guerra Mundial, es todo un descubrimiento (los pasajes en los que se le meten en la cabeza las órdenes y broncas del sargento escocés a cuyas órdenes sirvió en Europa son geniales), y podemos seguir sus andanzas en la segunda entrega de la serie, también editada por Siruela, Que los muertos descansen en paz.

Así pues, nos encontramos ante otro gran ejemplo de la novela negra sudafricana, tan en boga en los últimos tiempos.

Malla Nunn, fotografiada por Jacky Ghossein


 

martes, 7 de mayo de 2013

Majorettes en Rhodesia

Media Pamplona conoce la pasión que mis compañeras de investigación sanferminera, Amaia y Ruth, sienten por las majorettes.

Así que se sentirán felices al ver este vídeo de un grupo de majorettes rhodesianas desfilando por las calles de Bulawayo (hacia el segundo 30), en los años 50, en el transcurso de la Youth Week.

Va por vosotras.