Estos días visita Pamplona el autor británico Tim Pinks. Resulta que esta mañana me lo he encontrado por ahí y hemos decidido quedar para compartir cervezas y libros.
Así que me he acordado del artículo que salió en noviembre de 2012 en blogsanfermin.com, al hilo de la publicación de su Bullseye
.
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La Casa del Libro en la Estafeta puede depararte sorpresas, como la que me cayó hace unos meses. Allí asistí al encuentro casual entre el escritor estrella de la calle,
Carlos Erice Azanza, y otro autor, británico en este caso, llamado
Tim Pinks.
Así que no tuve más remedio que salir con el último libro del escritor londinense nacido en Libia,
Bullseye, debajo del brazo.
La edición española, que incluye la versión original en inglés y una brillante traducción al castellano, fue presentada en Pamplona y en Sevilla.
Se trata de un cuento largo, o una novelita corta, en la que el autor describe los sentimientos y peripecias de un
miura embarcado para San Fermín.
No es la primera vez que me enfrento a este recurso literario, en el que un toro nos cuenta su vida. Abundan microrrelatos con este enfoque en el concurso que organiza este blog. Lo que hace destacable este libro es la habilidad casi poética con que envuelve la historia. Nos traslada de forma
deliciosa y sencilla a ese mundo que solo los toros conocen, a esa Pastolandia (Pastureland) que combina magia y ecología y a esos cielos nocturnos que nos observan a través de las estrellas, que no son sino ojos de toro, de toro mítico y místico.
Y, desde luego, si algo demuestra Tim Pinks con esta obra, es un amor desmesurado por Pamplona y sus fiestas. Amor y profundo conocimiento, con momentos hilarantes como el de la cuadrilla de toros navarros que hablan
mu-skera, se saludan con un
Kowxo y hacen música en un grupo llamado los
Imp-eka-bulls (este es un chiste muy local, difícil de explicar, pero que me ha provocado un buen descojono).
Por cierto, el año que viene Pinks cumplirá, si no me equivoco, los 30… Sanfermines.
En fin, este es un
regalo más que recomendable para Navidad y, desde luego, para afrontar la primera cena de escalera de 2013.