El problema de ir acumulando libros en casa radica en que no siempre dispones del tiempo suficiente para hincarles el dedo, de modo que al final siempre acabas leyendo novedades cuando ya no lo son.
Así, cuando Jokin Azketa consiguió ser finalista del Premio Desnivel en 2011 con Donde viven los dioses menores, rápidamente me hice con la novela, pero su talento me ha superado, pues en 2013 tuvo mayor fortuna y se llevó el premio con Lo que la nieve esconde. Tiempo tendré de leerla, claro, pero me gusta ir en orden.
Soy criatura del asfalto o, más bien, del adoquín, por aquello de vivir en este viejo burgo de Navarrería, de ahí que el monte nunca me haya atraído especialmente. Pues eso, siendo como soy ignorante de casi todo lo que tenga que ver con la montaña, lo que nunca pude esperar al empezar a leer Donde viven los dioses menores fue encontrarme con una novela claustrofóbica.
Porque lo que Jokin me ha transmitido, de forma contundente, todo hay que decirlo, ha sido eso, claustrofobia. Resulta paradójico, sí, pero esos espacios blancos, abiertos y helados del Pirineo resultan espeluznantemente opresivos en las manos de Jokin, a través de un grupo de personajes envueltos en una historia más cercana al terror psicológico que a la literatura de viajes.
Al más puro estilo teatral de Diez negritos, Donde viven... atrapa con una atmósfera, unos caracteres y un suspense poderosos en el que también hay espacio crítico para esos gurús que tan de moda se han puesto hoy en día, esos charlatanes que basan su exitosa verborrea en temas tan manidos como la superación y la capacidad de emprender.
Todo ello, además, con una capacidad narrativa de lujo que, a quienes nos gusta la literatura, nos deja la mar de felices (aunque con el alma en vilo).
Pues eso, que ojito con Jokin Azketa, otra de las estrellas emergentes de la literatura de este pequeño país pegado al Pirineo, que diría Pep Guardiola.
Así, cuando Jokin Azketa consiguió ser finalista del Premio Desnivel en 2011 con Donde viven los dioses menores, rápidamente me hice con la novela, pero su talento me ha superado, pues en 2013 tuvo mayor fortuna y se llevó el premio con Lo que la nieve esconde. Tiempo tendré de leerla, claro, pero me gusta ir en orden.
Soy criatura del asfalto o, más bien, del adoquín, por aquello de vivir en este viejo burgo de Navarrería, de ahí que el monte nunca me haya atraído especialmente. Pues eso, siendo como soy ignorante de casi todo lo que tenga que ver con la montaña, lo que nunca pude esperar al empezar a leer Donde viven los dioses menores fue encontrarme con una novela claustrofóbica.
Porque lo que Jokin me ha transmitido, de forma contundente, todo hay que decirlo, ha sido eso, claustrofobia. Resulta paradójico, sí, pero esos espacios blancos, abiertos y helados del Pirineo resultan espeluznantemente opresivos en las manos de Jokin, a través de un grupo de personajes envueltos en una historia más cercana al terror psicológico que a la literatura de viajes.
Al más puro estilo teatral de Diez negritos, Donde viven... atrapa con una atmósfera, unos caracteres y un suspense poderosos en el que también hay espacio crítico para esos gurús que tan de moda se han puesto hoy en día, esos charlatanes que basan su exitosa verborrea en temas tan manidos como la superación y la capacidad de emprender.
Todo ello, además, con una capacidad narrativa de lujo que, a quienes nos gusta la literatura, nos deja la mar de felices (aunque con el alma en vilo).
Pues eso, que ojito con Jokin Azketa, otra de las estrellas emergentes de la literatura de este pequeño país pegado al Pirineo, que diría Pep Guardiola.