Lejos de los thrillers adictivos y las historias trepidantes de más de 500 páginas tan en boga, Alejandro Pedregosa nos ofrece en Siempre es verano una obra tierna, humana y sensible, una novela de iniciación, breve, que nunca pasará de moda.
Alternando la visión del muchacho protagonista con la nostalgia del escritor-narrador-también-protagonista, el autor muestra las dos caras de las localidades turísticas, contraponiendo al turista playero con el nativo de barrio. Pedregosa arma un mundo adolescente plenamente sólido y creíble, con sus amores, desamores, amistades leales, primeras peleas y adicciones, haciendo inevitable que, al leer la novela, retornen a nuestra memoria imágenes de Verano azul, bicicletas inclluidas.
Escrita con mano limpia, concisa y nada almibarada, esta es una novela tierna y sensible, directa al corazón, pero no por ello exenta de humor y sarcasmo, tan propios del estilo (y la personalidad) de Alejandro. Así, durante la lectura de Siempre es verano me han convalidado todo un máster en evaluación de tallas de sujetador y he descubierto unos cuantos sinónimos del acto masturbatorio masculino que desconocía.
Por ello, gracias, una vez más, Pepo: nunca es tarde para aprender.