Aunque sí en euskera (desde la visión un tanto naïf de Bernardo Atxaga en Soinujolearen semea/El hijo del acordeonista a la atroz de Jokin Muñoz en Bizia lo/Letargo), ETA no ha estado demasiado presente en la literatura vasca en castellano. Y, desde luego, no en la literatura policíaca.
José Javier Abasolo, gurú de la novela negra vasca, una auténtica enciclopedia andante sobre el género, aborda el tema en una nueva entrega de Goiko, ese detective bilbaíno, exertzaina, protagonista ya de una serie, al igual que ocurre con otros investigadores vascos de novela, como el Touré de Jon Arretxe o la Amaia Salazar de Dolores Redondo.
En La última batalla, Abasolo construye una trama negra, negrísima, que combina dos momentos temporales separados por casi treinta años, el actual, en el que ETA está llamada a desaparecer, y la época de la reconversión industrial, en la que la heroína campaba por sus respetos por nuestras calles.
En sus pesquisas, Goiko se topa con el entramado tan complejo que durante años ligó a la propia ETA, al narcotráfico y a los cuerpos policiales. Todo ello en un ambiente, como comentábamos antes, negro, negrísimo, en una novela absolutamente trágica, dramática, sucia, que te lleva al más absoluto desasosiego de la mano de la droga, el paro y la violencia político-terrorista-policial.
Tan solo algunas pinceladas divertidas del carácter cínico del protagonista nos rescatan, con cuentagotas, de esa atmósfera angustiosa.
Si todos estos elementos ya hacen de La última batalla una novela más que a tener en cuenta, el impecable estilo literario con el que está construida y redactada la convierten en imprescindible.
José Javier Abasolo, gurú de la novela negra vasca, una auténtica enciclopedia andante sobre el género, aborda el tema en una nueva entrega de Goiko, ese detective bilbaíno, exertzaina, protagonista ya de una serie, al igual que ocurre con otros investigadores vascos de novela, como el Touré de Jon Arretxe o la Amaia Salazar de Dolores Redondo.
En La última batalla, Abasolo construye una trama negra, negrísima, que combina dos momentos temporales separados por casi treinta años, el actual, en el que ETA está llamada a desaparecer, y la época de la reconversión industrial, en la que la heroína campaba por sus respetos por nuestras calles.
En sus pesquisas, Goiko se topa con el entramado tan complejo que durante años ligó a la propia ETA, al narcotráfico y a los cuerpos policiales. Todo ello en un ambiente, como comentábamos antes, negro, negrísimo, en una novela absolutamente trágica, dramática, sucia, que te lleva al más absoluto desasosiego de la mano de la droga, el paro y la violencia político-terrorista-policial.
Tan solo algunas pinceladas divertidas del carácter cínico del protagonista nos rescatan, con cuentagotas, de esa atmósfera angustiosa.
Si todos estos elementos ya hacen de La última batalla una novela más que a tener en cuenta, el impecable estilo literario con el que está construida y redactada la convierten en imprescindible.
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