El pasado 28 de mayo, Diario de Noticias publicó la estupenda entrevista que me hizo Ana Oliveira Lizarribar a propósito de La granja de Perla. Aquí la tenéis.
PAMPLONA - Carlos Erice Azanza presentará hoy, a las 18.30 horas, en Elkar Comedias su segunda novela, La granja de Perla, en la que narra una intriga en el contexto de un complejo conflicto colonial que acontece en los años 70 en un territorio ficticio de la África portuguesa.
Después de Beautiful Rhodesia, Ledoria vuelve a apostar por el autor navarro, que admite estar “nervioso” ante la llegada de su segundo trabajo a las librerías. “Más que con el anterior”, afirma, y agradece la confianza de la editorial. “Cuando acabé esta novela se la envié con algo de miedo, ya que la primera me la publicaron como parte del Premio López Torrijos 2011 y ahora no tenían ninguna obligación, pero me dijeron que adelante, así que encantado”, cuenta Erice, que no es que no haya tenido prisa a la hora de regresar a la narrativa, más bien ha estado bastante ocupado con la coordinación y publicación, el año pasado, del extenso volumen Peñas de Pamplona. Una historia viva. De todos modos, su trabajo principal lo desarrolla en una empresa pública del Ayuntamiento de Pamplona “y a la literatura le dedico mi tiempo libre”, lo que no impide que se haya empleado minuciosamente en el proceso de documentación y redacción de La granja de Perla, incluyendo detalles sobre los vehículos que se conducían, los productos que se consumían o la música que se escuchaba entre 1973 y 1975 en las colonias africanas de Portugal.
Los hechos suceden en la Somalia portuguesa, un país que el autor ha inventado con pedazos de lo que eran Angola y Mozambique en aquel tiempo. “Tenía muchas ganas de ambientar una historia en los principios de los años 70, que es cuando nací. Recuerdo que en los 80 empezamos a estudiar geografía y heredé un atlas de mi hermano mayor donde me llamó la atención que a algunos países de África se les llamara provincias”, señala Erice, que, en cuanto a la creación de un país que nunca existió, dice que se debió a que “no solo es divertido, sino que te da más libertad a la hora de escribir”. En ese sentido, ha trasladado varios de los acontecimientos que, en efecto, se produjeron en los dos países citados y que implicaron una “guerra atroz” entre diferentes organizaciones de nativos que luchaban por su autodeterminación y el ejército de la metrópoli, en estos casos de Portugal, “que calificaban de terroristas a esos grupos armados”. “Esta circunstancia, salvando las distancias, me permitía traer una reflexión sobre lo que ha sucedido también en nuestra tierra”, agrega.
En concreto, esta novela arranca en otoño de 1973, poco antes de la Revolución de los Claveles de Portugal (25 de abril de 1974). El país vecino vive sus últimos meses de régimen salazarista mientras en sus colonias de África se libran crueles enfrentamientos. Tras el asesinato de tres misioneros salesianos en la Somalia lusa, una joven e idealista periodista de RNE investigará los hechos y conocerá el amor y la guerra a orillas del Índico. A la vez, Perla, una granjera blanca, asistirá atónita al desplome del estilo de vida labrado por tres generaciones de su familia.
Historia coral A diferencia de lo que hizo en Beautiful Rhodesia, con dos protagonistas, el escritor ha querido esta vez construir “historia coral” en la que tienen cabida distintas facciones de guerrilleros, “que plantearon una guerra al estilo de Vietnam, aunque poca gente lo sabe”; colonos europeos y jóvenes soldados de reemplazo portugueses que tuvieron la mala suerte de tener que hacer el servicio militar en medio de aquella matanza. “Recuerdo que Lobo Antunes siempre ha contado que estuvo en Angola como médico militar y que vio cosas tremendas como a los soldados jugar al fútbol con cabezas de niños; aquello le marcó a él y a un montón de jóvenes que no tenían contactos para eludir la mili y a los que mandaban a África sin contemplaciones. Murieron unos 10.000, para esa generación fue un trauma”, comenta Erice. Y añade: “Otro trauma fue el que vivieron esos colonos, muchos nacidos en África, que tuvieron que salir pitando cuando se produjo la caída de la dictadura en Portugal y la independencia de las colonias. Les llamaron los retornados”.
En esta narración de voz plural, el autor introduce a la periodista Isabel Gámiz como “hilo conductor” y “testigo”. “A través de sus ojos iremos conociendo las distintas patas del conflicto”, dice, y reconoce que con este personaje ha pretendido hacer un homenaje a esos reporteros de Televisión Española como Diego Carcedo, Pedro Erquicia o Carmen Sarmiento, “a los que veía cuando era pequeño”, y que informaban de un modo que hoy es difícil de encontrar. También la escritura del libro ha absorbido hasta cierto punto una estructura de crónica con tintes periodísticos. “A diferencia de lo que pasaba en mi otra novela, aquí narro los hechos de manera lineal”, apunta Erice, que reconoce que “en lugar de buscar una voz o un sello propios, como hacen otros autores, yo intento experimentar con cada texto, así no se me hace monótono y me divierto más”.
Guerra fría Para recabar la información que le ha permitido impregnar de verosimilitud esta historia, el escritor leyó abundante documentación, así como páginas webs y blogs de muchos retornados que suelen viajar a las antiguas colonias en vacaciones “y que cuelgan fotos de cuando vivían allí o de hoy junto a las que fueron sus casas”. “Los portugueses son muy saudadosos, llevan la nostalgia en el alma”, asevera. Por otro lado, lo que sucedió en aquellos años fue muy complejo y Erice también incorpora apuntes de lo que fue la vida tras la liberación en aquellos países, adonde también “Estados Unidos y la Unión Soviética trasladaron la guerra fría” y cuyos conflictos explican en parte lo que son hoy. Y es que, en ese momento, “las colonias consiguieron la independencia, pero no la paz”, termina el autor de La granja de Perla.
además...
La “marca” de las letras navarras
Variedad. Carlos Erice es uno de los autores navarros que tiene novedad. Y son muchos este año. Sin duda, la cosecha de letras es más abundante que nunca y “lo mejor es que hay propuestas diferentes en estilo y temáticas”, indica, y señala que, entre otros, se han editado textos de género negro, pero también de novela histórica, “como es lógico, dada la rica historia que tenemos”. “Muchas veces se hacen campañas vendiendo el vino o la gastronomía y se podría hacer lo mismo con los escritores que hay aquí, porque los libros no solo alimentan el espíritu, sino que además generan riqueza económica”, continúa este autor, que defiende que, de algún modo, “se está creando una especie de marca de escritores navarros”.
Foto: Iban Aguinaga - Diario de Noticias |
PAMPLONA - Carlos Erice Azanza presentará hoy, a las 18.30 horas, en Elkar Comedias su segunda novela, La granja de Perla, en la que narra una intriga en el contexto de un complejo conflicto colonial que acontece en los años 70 en un territorio ficticio de la África portuguesa.
Después de Beautiful Rhodesia, Ledoria vuelve a apostar por el autor navarro, que admite estar “nervioso” ante la llegada de su segundo trabajo a las librerías. “Más que con el anterior”, afirma, y agradece la confianza de la editorial. “Cuando acabé esta novela se la envié con algo de miedo, ya que la primera me la publicaron como parte del Premio López Torrijos 2011 y ahora no tenían ninguna obligación, pero me dijeron que adelante, así que encantado”, cuenta Erice, que no es que no haya tenido prisa a la hora de regresar a la narrativa, más bien ha estado bastante ocupado con la coordinación y publicación, el año pasado, del extenso volumen Peñas de Pamplona. Una historia viva. De todos modos, su trabajo principal lo desarrolla en una empresa pública del Ayuntamiento de Pamplona “y a la literatura le dedico mi tiempo libre”, lo que no impide que se haya empleado minuciosamente en el proceso de documentación y redacción de La granja de Perla, incluyendo detalles sobre los vehículos que se conducían, los productos que se consumían o la música que se escuchaba entre 1973 y 1975 en las colonias africanas de Portugal.
Los hechos suceden en la Somalia portuguesa, un país que el autor ha inventado con pedazos de lo que eran Angola y Mozambique en aquel tiempo. “Tenía muchas ganas de ambientar una historia en los principios de los años 70, que es cuando nací. Recuerdo que en los 80 empezamos a estudiar geografía y heredé un atlas de mi hermano mayor donde me llamó la atención que a algunos países de África se les llamara provincias”, señala Erice, que, en cuanto a la creación de un país que nunca existió, dice que se debió a que “no solo es divertido, sino que te da más libertad a la hora de escribir”. En ese sentido, ha trasladado varios de los acontecimientos que, en efecto, se produjeron en los dos países citados y que implicaron una “guerra atroz” entre diferentes organizaciones de nativos que luchaban por su autodeterminación y el ejército de la metrópoli, en estos casos de Portugal, “que calificaban de terroristas a esos grupos armados”. “Esta circunstancia, salvando las distancias, me permitía traer una reflexión sobre lo que ha sucedido también en nuestra tierra”, agrega.
En concreto, esta novela arranca en otoño de 1973, poco antes de la Revolución de los Claveles de Portugal (25 de abril de 1974). El país vecino vive sus últimos meses de régimen salazarista mientras en sus colonias de África se libran crueles enfrentamientos. Tras el asesinato de tres misioneros salesianos en la Somalia lusa, una joven e idealista periodista de RNE investigará los hechos y conocerá el amor y la guerra a orillas del Índico. A la vez, Perla, una granjera blanca, asistirá atónita al desplome del estilo de vida labrado por tres generaciones de su familia.
Historia coral A diferencia de lo que hizo en Beautiful Rhodesia, con dos protagonistas, el escritor ha querido esta vez construir “historia coral” en la que tienen cabida distintas facciones de guerrilleros, “que plantearon una guerra al estilo de Vietnam, aunque poca gente lo sabe”; colonos europeos y jóvenes soldados de reemplazo portugueses que tuvieron la mala suerte de tener que hacer el servicio militar en medio de aquella matanza. “Recuerdo que Lobo Antunes siempre ha contado que estuvo en Angola como médico militar y que vio cosas tremendas como a los soldados jugar al fútbol con cabezas de niños; aquello le marcó a él y a un montón de jóvenes que no tenían contactos para eludir la mili y a los que mandaban a África sin contemplaciones. Murieron unos 10.000, para esa generación fue un trauma”, comenta Erice. Y añade: “Otro trauma fue el que vivieron esos colonos, muchos nacidos en África, que tuvieron que salir pitando cuando se produjo la caída de la dictadura en Portugal y la independencia de las colonias. Les llamaron los retornados”.
En esta narración de voz plural, el autor introduce a la periodista Isabel Gámiz como “hilo conductor” y “testigo”. “A través de sus ojos iremos conociendo las distintas patas del conflicto”, dice, y reconoce que con este personaje ha pretendido hacer un homenaje a esos reporteros de Televisión Española como Diego Carcedo, Pedro Erquicia o Carmen Sarmiento, “a los que veía cuando era pequeño”, y que informaban de un modo que hoy es difícil de encontrar. También la escritura del libro ha absorbido hasta cierto punto una estructura de crónica con tintes periodísticos. “A diferencia de lo que pasaba en mi otra novela, aquí narro los hechos de manera lineal”, apunta Erice, que reconoce que “en lugar de buscar una voz o un sello propios, como hacen otros autores, yo intento experimentar con cada texto, así no se me hace monótono y me divierto más”.
Guerra fría Para recabar la información que le ha permitido impregnar de verosimilitud esta historia, el escritor leyó abundante documentación, así como páginas webs y blogs de muchos retornados que suelen viajar a las antiguas colonias en vacaciones “y que cuelgan fotos de cuando vivían allí o de hoy junto a las que fueron sus casas”. “Los portugueses son muy saudadosos, llevan la nostalgia en el alma”, asevera. Por otro lado, lo que sucedió en aquellos años fue muy complejo y Erice también incorpora apuntes de lo que fue la vida tras la liberación en aquellos países, adonde también “Estados Unidos y la Unión Soviética trasladaron la guerra fría” y cuyos conflictos explican en parte lo que son hoy. Y es que, en ese momento, “las colonias consiguieron la independencia, pero no la paz”, termina el autor de La granja de Perla.
además...
La “marca” de las letras navarras
Variedad. Carlos Erice es uno de los autores navarros que tiene novedad. Y son muchos este año. Sin duda, la cosecha de letras es más abundante que nunca y “lo mejor es que hay propuestas diferentes en estilo y temáticas”, indica, y señala que, entre otros, se han editado textos de género negro, pero también de novela histórica, “como es lógico, dada la rica historia que tenemos”. “Muchas veces se hacen campañas vendiendo el vino o la gastronomía y se podría hacer lo mismo con los escritores que hay aquí, porque los libros no solo alimentan el espíritu, sino que además generan riqueza económica”, continúa este autor, que defiende que, de algún modo, “se está creando una especie de marca de escritores navarros”.