Rebeca Viguri debutó en el mundo de la novela con Las espuelas del deseo, un libro valiente y atrevido.
Y digo valiente y atrevido porque hay quien, en una lectura superficial, podría quedarse con que se trata simplemente de una recopilación de aventuras erótico-amorosas de una treintañera en la noche pamplonesa, una noche tan parecida a la de cualquier otra ciudad.
Pero la sensación que me ha quedado a mí es otra. Por encima de esa crónica de fracasos en la búsqueda del amor, florece una colección de crítica agria a muchos aspectos de la sociedad actual, desde la presión ejercida por el entorno para emparejarse a la frivolización de las relaciones, tanto las amorosas como las de amistad. Y, además, Rebeca pone del revés a esta ciudad, gazmoña y gris pese a ciertos afanes de querer disfrazarse de modernez, análisis crítico en el que coincide con otros autores navarros contemporáneos, como Eduardo Laporte o Patxi Irurzun. No faltan, pues, las referencias a los poderes endogámicos que rigen los destinos de Pamplona y Navarra ni a los casos de corrupción destapados en los últimos años.
Si a la valentía y atrevimiento que antes mencionábamos sumamos un nada oculto afán por escribir bien, nos encontramos ante un producto excelente, no solo por lo que esta novela supone de descripción de una generación que ya ha dejado de ser joven, sino como aperitivo de lo que puede llegar a ser una brillante carrera literaria.
Y digo valiente y atrevido porque hay quien, en una lectura superficial, podría quedarse con que se trata simplemente de una recopilación de aventuras erótico-amorosas de una treintañera en la noche pamplonesa, una noche tan parecida a la de cualquier otra ciudad.
Pero la sensación que me ha quedado a mí es otra. Por encima de esa crónica de fracasos en la búsqueda del amor, florece una colección de crítica agria a muchos aspectos de la sociedad actual, desde la presión ejercida por el entorno para emparejarse a la frivolización de las relaciones, tanto las amorosas como las de amistad. Y, además, Rebeca pone del revés a esta ciudad, gazmoña y gris pese a ciertos afanes de querer disfrazarse de modernez, análisis crítico en el que coincide con otros autores navarros contemporáneos, como Eduardo Laporte o Patxi Irurzun. No faltan, pues, las referencias a los poderes endogámicos que rigen los destinos de Pamplona y Navarra ni a los casos de corrupción destapados en los últimos años.
Si a la valentía y atrevimiento que antes mencionábamos sumamos un nada oculto afán por escribir bien, nos encontramos ante un producto excelente, no solo por lo que esta novela supone de descripción de una generación que ya ha dejado de ser joven, sino como aperitivo de lo que puede llegar a ser una brillante carrera literaria.