Siempre he defendido, cuando me enfrento a una novela negra, que me interesan más las motivaciones que llevan a las personas a comportarse de un determinado modo que la propia intriga que se desprenda de la obra. Vamos, que me interesan más los personajes que los misterios.
Lo mismo me ocurre para cualquier otro tipo de novela. Si me apuras, para cualquier tipo de obra de ficción, sea en el medio que sea.
Por eso, aunque no es precisamente una novela negra al uso, Álvaro Silva me ha deslumbrado con Camina la noche, la historia de un error policial en el Madrid de los últimos días de julio de 1936, donde conoceremos a un desdichado, confundido con un colaborador del golpe militar y que acaba siendo arrestado y sometido a tortura.
Con esta premisa tan amarga y dura, tan amarga y dura como la época en que la novela está ambientada, el autor nos presenta a los distintos personajes implicados, todos ellos, en principio, buenas personas, pero a los que los acontecimientos les llevarán a comportarse de un modo u otro. No se trata de una novela sobre la Guerra Civil con personajes malvados y fanatizados, no, sino precisamente de todo lo contrario. Los protagonistas son honestos, ecuánimes, justos, pero la cobardía, el amor, el sentido del sacrificio, el afán de supervivencia, el heroísmo o el sentido común determinarán su comportamiento.
Álvaro Silva huye del maniqueísmo y su prosa contundente y la administración hábil de información hacen que quien lea esta novela permanezca pegado a sus páginas, intrigado por las pesquisas policiales y la peripecia vital de sus personajes.
Si a estas virtudes unimos una serie de reflexiones, perfectamente engarzadas en el desarrollo de la acción y el carácter de sus protagonistas, sobre el sentimiento religioso, el sentido de la vida, la culpa, el amor o el perdón, podemos decir que Silva ha sabido emparentar con éxito Camina la noche con el humanismo literario del siglo pasado, desprendiendo un nada oculto aroma a Unamuno y Camus.
Lo mismo me ocurre para cualquier otro tipo de novela. Si me apuras, para cualquier tipo de obra de ficción, sea en el medio que sea.
Por eso, aunque no es precisamente una novela negra al uso, Álvaro Silva me ha deslumbrado con Camina la noche, la historia de un error policial en el Madrid de los últimos días de julio de 1936, donde conoceremos a un desdichado, confundido con un colaborador del golpe militar y que acaba siendo arrestado y sometido a tortura.
Con esta premisa tan amarga y dura, tan amarga y dura como la época en que la novela está ambientada, el autor nos presenta a los distintos personajes implicados, todos ellos, en principio, buenas personas, pero a los que los acontecimientos les llevarán a comportarse de un modo u otro. No se trata de una novela sobre la Guerra Civil con personajes malvados y fanatizados, no, sino precisamente de todo lo contrario. Los protagonistas son honestos, ecuánimes, justos, pero la cobardía, el amor, el sentido del sacrificio, el afán de supervivencia, el heroísmo o el sentido común determinarán su comportamiento.
Álvaro Silva huye del maniqueísmo y su prosa contundente y la administración hábil de información hacen que quien lea esta novela permanezca pegado a sus páginas, intrigado por las pesquisas policiales y la peripecia vital de sus personajes.
Si a estas virtudes unimos una serie de reflexiones, perfectamente engarzadas en el desarrollo de la acción y el carácter de sus protagonistas, sobre el sentimiento religioso, el sentido de la vida, la culpa, el amor o el perdón, podemos decir que Silva ha sabido emparentar con éxito Camina la noche con el humanismo literario del siglo pasado, desprendiendo un nada oculto aroma a Unamuno y Camus.