A primeros del mes de junio, el blog cultural El Gato Trotero se hizo eco de Orán ya no te quiere. Como podréis observar en la reseña, la novela sigue gustando y yo no puedo hacer otra cosa que agradecer a todas aquellas personas que la recomiendan su labor para acercarla al público.
Poliki poliki, que dice mi madre.
Un perdedor es alguien que ha convivido con el fracaso; una persona caída del alambre sobre el que se camina para darle continuidad a la vida, merced a los caprichos de un destino que no le quiso colocar una red que le salvase del golpe seguro que aguardaba bajo sus pies. El mundo está lleno de ellos, de perdedores, porque de manera inexorable también contiene ganadores, que son los que, en cierto modo, conocen el lado luminoso del asunto.
Muchos piensan que los vencedores son siempre héroes por saber imponerse al que fue su enemigo, doblegarlo y someterlo a su voluntad, que suele ser violenta y voraz… y sin embargo, nada tiene sentido si en tu victoria no siembras la clemencia. Por el contrario, asumir el fracaso es un hecho profundamente heroico, es la épica de la lucha interior por levantarse, encontrar un motivo que no te haga claudicar aún cuando ha claudicado, de manera forzada, el orgullo y la dignidad.
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Poliki poliki, que dice mi madre.
Un perdedor es alguien que ha convivido con el fracaso; una persona caída del alambre sobre el que se camina para darle continuidad a la vida, merced a los caprichos de un destino que no le quiso colocar una red que le salvase del golpe seguro que aguardaba bajo sus pies. El mundo está lleno de ellos, de perdedores, porque de manera inexorable también contiene ganadores, que son los que, en cierto modo, conocen el lado luminoso del asunto.
Muchos piensan que los vencedores son siempre héroes por saber imponerse al que fue su enemigo, doblegarlo y someterlo a su voluntad, que suele ser violenta y voraz… y sin embargo, nada tiene sentido si en tu victoria no siembras la clemencia. Por el contrario, asumir el fracaso es un hecho profundamente heroico, es la épica de la lucha interior por levantarse, encontrar un motivo que no te haga claudicar aún cuando ha claudicado, de manera forzada, el orgullo y la dignidad.
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