Si un aspecto destaca en la novela negra sudafricana actual es su absoluta crueldad. En contraposición al género policíaco clásico, en el que la trama criminal suponía una excusa para el entretenimiento, existe ahora un puñado de autores en el sur de África empeñado en que sus novelas reflejen con crudeza la realidad de su país.
Si Roger Smith dibujó una salvaje historia de venganza en Diablos de polvo, si Margie Orford retrató dramáticamente la explotación sexual de las mujeres en Sudáfrica en Preciso como un reloj, la gran estrella del género en ese país, Deon Meyer, no se queda atrás con El pico del diablo, una cruel historia sobre abusos infantiles y que toca otros dramas como la prostitución y el alcoholismo.
Ya hace mucho que Ricardo Bosque, todo un gurú para estas cosas, me habló de Meyer, autor blanco que escribe sus novelas en afrikaáns y, desde entonces, le tenía echado el ojo.
Melchor se acordó hace unos días y me lo puso en el zapato.
El pico del diablo está ambientada en la Sudáfrica actual, ese país que intenta reinventarse tras décadas de apartheid y siglos de dominación blanca sobre la mayoría negra. Y esa tensión racial sobrevuela la historia, con destellos de la complicada relación jerárquica que se produce entre los viejos policías blancos y el resquemor que muestran ante la incorporación de agentes negros en virtud de la discriminación (o la afirmación) positiva.
Más allá de estos aspectos étnicos que siempre me han resultado apasionantes la novela destaca por el talento de Meyer a la hora de dosificar los distintos hilos de la trama con una presentación progresiva y agobiante de sus distintos personajes y de sus trágicas circunstancias.
Como suele ocurrir, Ricardo Bosque no se equivocó en su recomendación.
Así que seguiremos leyendo a Meyer, que intuyo que merecerá la pena.
Si Roger Smith dibujó una salvaje historia de venganza en Diablos de polvo, si Margie Orford retrató dramáticamente la explotación sexual de las mujeres en Sudáfrica en Preciso como un reloj, la gran estrella del género en ese país, Deon Meyer, no se queda atrás con El pico del diablo, una cruel historia sobre abusos infantiles y que toca otros dramas como la prostitución y el alcoholismo.
Ya hace mucho que Ricardo Bosque, todo un gurú para estas cosas, me habló de Meyer, autor blanco que escribe sus novelas en afrikaáns y, desde entonces, le tenía echado el ojo.
Melchor se acordó hace unos días y me lo puso en el zapato.
El pico del diablo está ambientada en la Sudáfrica actual, ese país que intenta reinventarse tras décadas de apartheid y siglos de dominación blanca sobre la mayoría negra. Y esa tensión racial sobrevuela la historia, con destellos de la complicada relación jerárquica que se produce entre los viejos policías blancos y el resquemor que muestran ante la incorporación de agentes negros en virtud de la discriminación (o la afirmación) positiva.
Más allá de estos aspectos étnicos que siempre me han resultado apasionantes la novela destaca por el talento de Meyer a la hora de dosificar los distintos hilos de la trama con una presentación progresiva y agobiante de sus distintos personajes y de sus trágicas circunstancias.
Como suele ocurrir, Ricardo Bosque no se equivocó en su recomendación.
Así que seguiremos leyendo a Meyer, que intuyo que merecerá la pena.