jueves, 24 de noviembre de 2011

Fallos y croissants

En este mes de noviembre en el que ando como delantero de Osasuna tirando todas al palo, el Ayuntamiento de Pamplona ha fallado su concurso de relatos infantiles y esta vez no han tenido a bien premiarme, al revés que en abril de 2010, cuando a alguien se le cruzó un cable y decidió que estos croissants australianos ganaran el X Concurso de Relato Breve, dedicado al Camino de Santiago.

Los croissants saben más ricos si los mojas en el café

Ruge el pitorro, hiriente, en el interior de la jarra metálica. La leche se vuelve espuma. Aumenta de volumen. Bulle. Botón rojo; el chorro de café termina de gotear. Planto las tazas sobre los platillos. Vuelco suavemente la jarra formando nubecicas. Sus cucharillas. Sus azucarillos. Son los primeros cortados de la mañana. Entre legañas. Las mías y las de ellos.

Vaya noche de calor. No he podido pegar ojo. Vueltas y más vueltas. Desvelada. Me quitaba la sábana. Me volvía a tapar. La piel pegajosa, empapada. Cambio de postura. No ha habido forma. Y cuando parece que por fin caes adormilada, zas, el puto despertador. Ducha rápida, raya en el ojo y a la calle, cuando todavía es de noche. Ni pizca de aire, sólo esa atmósfera caliente y densa que te envuelve, que te aplasta contra los adoquines. Mis pasos resuenan entre las paredes de mis calles estrechas. Mi Casco Viejo está desierto. Somos las primeras en abrir. Y los de las máquinas barredoras los primeros en pedir. No hay nadie más. Hasta el del puesto de periódicos de enfrente se ha cogido vacaciones estos días. El repartidor nos deja el paquete atado sólo a nosotras; no hay nada para él. 

Aquí entra Mikel. Es majo. Brutico y puntual, como todas las mañanas. Barcas con decenas de barras de pan, croissants, palmeras, bollos suizos y bombas de nata o chocolate. Un aupa para los de las barredoras. Luego silba a Marta, mi compañera, que empieza a llenar las vitrinas; grita a Wendy, nuestra cocinera, que ya está batiendo huevos y, finalmente, me dice guapa. Qué pesao. Pero sí. Es majo. Siempre amable. Nunca una mala cara.
Y empiezan a llegar. Éstos parecen alemanes. Dos parejas. Tendrán unos cincuenta. O más. No sé. Ellas se sientan y ellos vienen a pedir, caballerosos. Las mochilas en el suelo, bajo su mesa. Pantalón corto los cuatro, las piernas arrugadas y bronceadas, gorro en la cabeza, gafas y la concha sobre el pecho. Piden en inglés y Marta me los cede. Qué cabrona. Podrías apuntarte tú también a la Escuela de Idiomas, rica.

Y luego aparecen más.

Vienen del albergue de al lado de San Cernin.

Franceses.

Americanos.

Austríacos.

Españoles.

No podían faltar tres japoneses.

Hasta que entra él. Con otro chico. Es alto. Guapo de ganas. Sin afeitar. La melena rubia recogida en rastas. Hablan en inglés. Ahora Marta sí que les atiende. Meterá tripa y sacará tetas. Lo hace. Qué zorra. Como si no la conociera. Y encima piden en castellano. Dos con leche y dos croissants. Son australianos, me dice Marta mientras no conseguimos apartar la vista de sus culos cuando nos dan la espalda. Les miramos abobadas. A veces pasa, que entra un tío bueno y no le quitas ojo. Pero ellos ni caso. Sus cafés y sus croissants. Su guía de viajes. Hasta que él levanta la mirada. Me sonríe. Y yo, pava de mí, me pongo más roja que el pañuelo de mi Peña. Marta se descojona. Me guiña un ojo. Cómo está el tío, me dice moviendo muda y ostentosamente los labios.

Él me mira varias veces más. Qué ojos. Qué labios. Qué brazos. Qué dientes. Qué todo. Hasta su voz me gusta. Intento disimular. Me esmero con los demás clientes. Limpio. Sirvo. Recojo. Cobro. Aroma a café y a horno caliente. Pero el reojo, siempre hacia su mesa.

Y su mirada, siempre clavada en mí.

Sin embargo, de repente, el mundo se acaba.

Se levantan, pagan y se van.

—Hasta la vista, señoritas —suelta en un castellano encantador y sonriente.

La calle Mayor les espera. San Lorenzo les espera. La Ciudadela les espera. Zizur les espera. Los campos de trigo a punto de cosecha. El adiós.

Me quedo desinflada. Triste. ¿Me habré vuelto gilipollas?

La mañana pasa, el calor vuelve. Los marianitos y los fritos sustituyen a los cafés y los bollos. Falta poco para acabar nuestro turno. A la piscina. Remojón y rutina que me sentarán de maravilla. Me agacho a recoger unas monedas que se le han escurrido a una señora dentro de la barra.

Me incorporo.

Sus ojos. Sus rastas. Su barba. Sus dientes. Su cara quemada por el sol. Está solo. Suda. Su voz guiri sonríe.

—¿A qué hora sales, chica? ¿Quieres acompañarme?





martes, 22 de noviembre de 2011

Literatura colonial portuguesa (I)

No sé muy bien por qué, pero la verdad es que siempre me ha gustado la literatura de ambiente colonial, tal vez influido por pelis o series británicas como La Joya de la Corona o Pasaje a la India, basadas en las respectivas novelas de Paul Scott y E. M. Foster. En esta misma línea, y aun no siendo británica, podríamos encuadrar a Isak Dinesen, sus Memorias de África y su Redford/Finch Hatton sobrevolando las colinas de Ngong.

Por desgracia, no se trata de un género demasiado tratado en la literatura española. Apenas hay obras ambientadas en, por ejemplo, las guerras de independencia latinoamericanas de principios del siglo XIX (me viene a la cabeza Sueños de libertador, del navarro Fermín Goñi) o en el Desastre del 98. Y menos aún sobre la presencia española en Guinea, Ifni, Sahara o Marruecos, más allá del deslumbrante éxito de María Dueñas con El tiempo entre costuras.

Buscando, pues, nombres que me resultaran más familiares que los Smiths, Johnsons y similares, decidí investigar en la literatura colonial portuguesa, sin duda más cercana en lo cultural y en el tiempo.

Portugal libró, entre 1961 y 1974, una cruenta guerra colonial en Guinea, Angola y Mozambique. Este conflicto ha marcado a toda una generación de portugueses y, obviamente, se refleja en su literatura. Más de 10.000 soldados portugueses perdieron la vida en esas guerras, una cifra comparativamente mucho más elevada que la de americanos que murieron en Vietnam, y mira que dan la turrada los yankis con esa guerra. Y no hay que olvidar que casi el 10% de la actual población portuguesa nació o vivió en esos países.

La primera novela portuguesa que leí sobre el tema se titula El árbol de las palabras, de Teolinda Gersao. Pese a nacer en Coimbra, pasó buena parte de su juventud en Lourenço Marques, hoy Maputo, la capital de Mozambique. Su novela refleja el cruce de razas y culturas que vivía aquella ciudad en los años 60 y 70. Y, también, cómo no, la discriminación de los nativos y la guerra en el campo. Pero es, sobre todo, una obra sobre la infancia y la adolescencia, sobre las relaciones familiares e, incluso, sobre el feminismo.

Para hacernos una idea de cómo era la vida en lo que los portugueses llamaban la Perla del Índico, la Ciudad de las Acacias, os dejo este vídeo. Otro día seguiremos hablando sobre más novelas lusas ambientadas en la época.

viernes, 18 de noviembre de 2011

IV Certamen de Novela López Torrijos

Una tarde de abril de este año andaba acurrucado en mi chaise longue, amodorradillo bajo mi manta de Osasuna, viendo la tele.

Y vibró mi viejo Nokia.

¿Carlos Erice Azanza? Soy Mario Lamela, del certamen López Torrijos...

Zas, el corazón que se te sale por la boca, conversación telefónica en la que no aciertas más que a decir chorradas y, tras colgar, gritos y botes por el pasillo. Espero que mis vecinos lo hayan olvidado ya.
Con José María López Torrijos (foto tomada de dealmansa.es)

Acaban de convocar la cuarta edición del certamen. Las novelas ganadoras de los dos primeros años, El vuelo de las aves, de Miguel Ángel Carcelén, y La voz del mar, de Consolación González Rico, son extraordinarias. La de este año, Beautiful Rhodesia, podrás tenerla pronto en tus manos. Las tres, editadas por Ledoria.

Es un premio limpio, ideal para autores que quieran abrirse camino, con ganas, con un jurado de personas que leen, que les gustan los libros, las historias, y que te hacen pasar en Almansa uno de los días más felices de tu vida.

Aquí tenéis las bases de la cuarta edición:

http://seguroslopez-torrijos.es/ci/uploads/4º_certamen_novela_lópez_torrijos_bases.pdf

Y el fallo de la tercera:

http://www.editorial-ledoria.com/fileadmin/archivos_ledoria/PDF/COMUNICADO_RESOLUCI_N_3__CERTAMEN.pdf

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sueños de seductor

Me gustan las navidades. Entre otras cosas, porque me cojo vacaciones. Ya se sabe, levantarse sin despertador, desayunar sin prisa y pasear entre escaparates iluminados.

Esa mañana me meteré en una librería de las de cerca de mi casa. Querré buscarme algún autorregalo interesante y, de paso, cotillear sobre mi libro.

Me acercaré a la zona donde sé que descansará, entre tantas otras novedades y me pararé, como espía de Le Carré, a ver si alguien se detiene a ojearlo.

Entonces aparecerá ella, guapa, esbelta, pantalones ceñidos hasta lo imposible, botas con tacón de aguja y gorro ocultando una prometedora melena negra. Como quien no quiere la cosa, me pondré a su lado, su perfume me envolverá y sus dedos largos repasarán las portadas de las novelas.

Ése tiene buena pinta le diré señalando mi libro.

Lo tomará entre sus manos jóvenes y rematadas por uñas impecablemente esmaltadas en burdeos, le dará la vuelta para leer la sinopsis y, aparentemente interesada, lo abrirá y pasará varias páginas. Finalmente, se detendrá en las solapas y verá mi foto.

Bah, el tío es feo dirá sin mirarme.

Y lo dejará en su sitio.

martes, 15 de noviembre de 2011

Tarde de escritor

Ayer por la tarde me llamaron de Muskiz, para decirme que me concedían un accésit en el Osmundo Bilbao Garamendi de narrativa solidaria. Por otra parte, Jesús Muñoz, de editorial Ledoria, me comunicó que es muy probable que Beautiful Rhodesia entre en imprenta esta misma semana. Y finalmente cerré la publicación de un cuento con la Fundación Juan Bonal, que cada año edita una recopilación de relatos solidarios.

Decididamente, la de ayer fue una tarde de escritor.

Eso sí, no escribí una puta frase.

viernes, 11 de noviembre de 2011

46º aniversario de la independencia de Rhodesia

Kenneth Kaunda con Margaret Thatcher
En octubre de 1964, Gran Bretaña concedió la independencia a su colonia de Rhodesia del Norte, que adquirió el nombre de Zambia. Kenneth Kaunda fue elegido primer presidente de la joven república.

En cambio, la otra colonia que había heredado el nombre de su fundador Cecil Rhodes, Rhodesia del Sur, continuó bajo dominio británico, con un alto grado de autonomía ejercido por la minoría de raza blanca, que gobernaba el territorio. Esta minoría, temerosa de que el Reino Unido concediera la independencia a un gobierno formado por políticos de la mayoritaria raza negra, decidió proclamar su independencia de forma unilateral el 11 de noviembre de 1965, hoy hace cuarenta y seis años. Ian Smith, veterano de la Segunda Guerra Mundial, fue elegido primer ministro.

Ian Smith
Ni Gran Bretaña ni la ONU reconocieron al nuevo estado, que impuso una legislación segregacionista al estilo del vecino apartheid sudafricano, en el que aproximadamente 200.000 blancos disfrutaban de los derechos políticos, sociales y económicos que se negaban a una mayoría de 4.000.000 de habitantes de raza negra. En 1970 el gobierno blanco proclamó la república, desligándose así definitivamente de la corona británica, situación que ya se había producido, de facto, cinco años antes. Este hecho acarreó nuevas sanciones internacionales.

El siguiente vídeo nuestra cómo era el estilo de vida de los blancos tras aquella autoproclamada independencia, que derivó en años de guerra civil entre ambas razas. Desde luego, al verlo, no resulta difícil imaginar por qué los blancos llamaban a su país Beautiful Rhodesia.

Ni tampoco por qué los negros decidieron rebelarse.


 

martes, 8 de noviembre de 2011

Sueños de escaparate

Ayer fui a comer a casa de mis padres, en la calle Abejeras, y después me detuve un rato ante el escaparate de Istúriz, mi librería de toda la vida, en la que de crío me compraba mis mortadelos, donmikis y tintines. Y aparte de soñar en aquella época con ser como Iriguíbel, recuerdo que alguna vez también imaginé que un día mi nombre aparecería en ese escaparate, pegado a la portada de un libro.

Ahora que ese sueño está tan cerca de cumplirse me han venido esos recuerdos a la memoria. No es moco de pavo ir cumpliendo sueños, me dijo mi tío Patxi cuando gané el López Torrijos. Y falta poco más de un mes para que, en mi caso, ese anhelo infantil se haga realidad.

Creo que me he puesto un poco ñoño.

Debe de ser el patxaran.

Así que voy a ponerme otro.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Carlos Erice Azanza en Radio Almansa Uno

Allá por mayo me hicieron la siguiente entrevista en Radio Almansa Uno, con motivo de la recepción del López Torrijos de novela por Beautiful Rhodesia. Por aquel entonces yo creía que mi libro podía calificarse de thriller social; hoy he descubierto un nuevo concepto, acuñado por Nacho Docavo Alberti, que me encaja también, la etnointriga.





jueves, 3 de noviembre de 2011

Bob Marley canta Zimbabwe

En 1965, la minoría blanca de Rhodesia proclamó su independencia de Gran Bretaña de forma unilateral. Era la primera vez que se producía un hecho así desde la independencia de Estados Unidos en 1776. Los negros no gobernarán este país en mil años, afirmó Ian Smith, primer ministro rhodesiano.

Tras más de diez años de guerra, el territorio recuperó provisionalmente el estatus de colonia británica para alcanzar finalmente la independencia, con un gobierno de mayoría negra, en 1980, bajo el nombre de Zimbabwe.

Este vídeo pertenece al concierto que dio Bob Marley aquella noche histórica en el estadio de Rufaro, en Salisbury, hoy Harare. En él se puede ver al príncipe Carlos observando cómo se arría la bandera británica, un año antes de casarse con lady Di.

martes, 1 de noviembre de 2011

Luz de noviembre, por la tarde

Decía el otro día que Eduardo Laporte es majo. Lo conocí cuando compartimos deliberaciones como miembros del jurado del I Certamen de Microrrelatos de San Fermín y lo primero que hizo ese día fue regalarme un libro, suyo, Postales del náufrago digital, que recogía un montón de estupendos artículos de los que cuelga en su blog. Ya con eso me ganó, no hay nada como regalarme libros para caerme bien, al loro Olentzero, aunque tampoco hago ascos al whisky, al jamón, a los juegos para la play2 o a un queso bien curado.

Desde entonces nos hemos ido cruzando por ahí, en mails, blogs y otros concursos, como participantes y como jurados, y él siempre tan amable, preguntando cómo me iban mis novelas de africanos o con alguna broma osasunferminera.

Por todo eso, cuando ves que se saca de la manga un librazo como Luz de noviembre, por la tarde, que se lo editan con cariño y que a la gente (y a la crítica) le está gustando, no puedes menos que alegrarte. Un huevo, además.

Yo, que no sirvo mucho para opinar sobre libros, he de decir que me gustó mucho mucho mucho, no sé si porque uno ya intuye que, desgraciadamente, no tardará en vivir experiencias similares a las que él cuenta, si porque me encanta que en los libros que leo salga la plaza del Castillo o se echen un pote en el Ulzama (aunque ni a él ni a mí nos guste demasiado cómo reformaron ambos) o, simplemente, por envidia, porque me gustaría escribir así de bien, ser capaz de describir algo tan íntimo como la muerte con tal calidez y ternura y sin caer en la ñoñería ni la lágrima fácil.

Pues eso, que enhorabuena, Eduardo. Y ya sabes, después de esta ración de azúcar, a cantar las maravillas de Beautiful Rhodesia.

Si se las ves.